No hay maldición que valga para esta España. Ni la barrera psicológica de las fases eliminatorias, ni la durísima derrota ante Japón, han podido romper la confianza de un equipo que sabe el talento y la capacidad que tiene. Y sus ganas de demostrarlo en este Mundial. Ha empezado con Suiza, ante la que no ha tenido piedad: manita (1-5) y pase histórico —nunca lo había conseguido— a cuartos de final.
Con la precisión de un matemático experto, la Roja ha despejado todas las incógnitas de la ‘ecuación Nati’. Primero, desde el banquillo, con una revolución de cinco cambios en el once, incluyendo la portería —Cata Coll ha entrado por Misa, Laia Codina por Rocío Gálvez, y Oihane Hernández por Olga Carmona, Alexia y Mariona se han quedado en el banquillo, y Esther González y Alba Redondo han completado el ataque— y dos ajustes: Ona Batlle al lateral izquierdo y Jenni Hermoso al centro del campo, junto a Aitana y Tere.
Todo el que viese el encuentro ante Japón, conviene que olvide definitivamente lo que pasó ese día, porque nada ha tenido que ver este duelo con el anterior. Existe —precisamente— en el país nipón una popular filosofía extendida a todo el mundo que celebra las heridas en lugar de esconderlas, Kintsugi. Y con esta misma técnica, cubriendo en oro cada error que resquebrajó las expectativas españolas ante las Nadeshiko, España cumplió lo prometido y mostró su mejor versión.
Asfixió a Suiza para recuperar rapidísimo el balón perdido, ganó seguridad en defensa, presionó muy arriba para evitar las contras, aprovechó las bandas y ganó las segundas jugadas. Y así ha conseguido que el fútbol por fin sea justo y le otorgue el billete a la siguiente ronda.
Un plan que se aplicó —a la perfección— al ritmo de Aitana. La culé fue la líder que necesitaba España en un día para la historia del fútbol femenino de nuestro país. Ante Suiza, Bonmatí jugó su mejor partido —sin Alexia Putellas como acompañante— apareciendo en todos los frentes: se implicó en defensa y aún más en ataque. Tanto que fue la que abrió la lata a los cuatro minutos y medio de partido con un gol que resume la estrategia que escogió Vilda para este duelo.
Todo empezó con un remate a bocajarro de Alba Redondo tras un centro medido de Jenni Hermoso. El disparo de la delantera se estrelló en la guardameta y en el palo, pero no se rindió. Recuperó el balón mientras la defensa helvética aún estaba aturdida y lo dejó para que Bonmatí hiciese de las suyas: control orientado desde el punto de penalti y el cuero a la red.
La euforia duró poco con el único ‘pero’ que se le puede encontrar al partido de la Roja. Laia Codina cedió la pelota atrás para Cata Coll para asegurarla ante la presión suiza. Pero no vio antes de dar el pase que la guardameta estaba adelantada, y el balón se coló en la portería, poniendo el empate en el marcador.
La mejor noticia es que España ni se inmutó. Tampoco la defensora, que siempre dio sensación de seguridad y concentración, como si nada hubiese pasado, y se redimió más tarde anotando el cuarto en la salida de un córner, rodeada de zagueras vestidas de rojo —la selección estrenó su segunda equipación—.