La UE lleva inmersa desde el arranque de la guerra de Ucrania en una carrera a contrarreloj por aminorar su dependencia de Rusia. En virtud de esta misión, el grupo ha realizado uno de los mayores virajes de la historia, totalmente cargado de sacrificios, al pasar de que el 45% del gas que compraba viniera del país euroasiático a reducirlo al 15% en solo dos años. Por el camino, la industria europea ha sufrido un rejonazo en su rentabilidad y ha tenido que acudir para abastecerse a pedidos de GNL de EEUU o Catar, mucho más caros.
Sin embargo, mientras esta tendencia se ha hecho tan presente en el mercado energético, Europa ha seguido comprando a un potente ritmo otro producto estratégico proveniente de Rusia: el fertilizante. Este producto supone un elemento clave para desarrollar el sector agrícola y, por ende, es un bien crítico para los intereses de la UE. En ese sentido, Rusia es un verdadero titán, siendo la responsable de exportar 20.650 millones de dólares en 2023 muy lejos del segundo y el tercer actor global del mercado, Canadá (13.730 millones) y China (11.380 millones).
Según las cifras oficiales de Eurostat las importaciones totales de fertilizantes nitrogenados (como la urea, el sulfato de amonio, el MAP o el DAP, algunos de los más usados del mundo) han visto en la última campaña (2022-2023) un incremento del 34%. En su conjunto, un tercio venían de Rusia. Además, en la más utilizada de todas, la urea, sus compras se han duplicado, con un 40% provenientes del país euroasiático.
Sin embargo, 2023 no ha sido más que la antesala de un 2024 plagado de compras. Según Eurostat solo en febrero la UE compró 521.000 toneladas de fertilizantes rusos, un 16% más que el año anterior y las cifras más altas desde diciembre de 2022. En particular, destacan países como Bélgica, Rumania, Bulgaria y Alemania, que fueron los que más incrementaron sus pedidos a proveedores rusos.
Desde la Comisión Europea reconocen que el peso de Rusia entre los principales proveedores de fertilizantes para Europa no ha ido claramente hacia abajo y de hecho, esta siendo un camino lleno de vaivenes. Parecía que sí lo había hecho respecto en 2022, cuando este país pasó de ser el responsable del 32% de todas las importaciones europeas a solo el 20%. Mientras que los pedidos se diversificaron. Sin embargo, para finales de 2023 la influencia de Rusia vuelve a hacerse presente con un 25% del total.
Desde la CE explican que a pesar de que varios fertilizantes sí fueron objeto de sanciones “no las hubo para todos los productos de estos grupos” y, en consecuencia, es la partida que menos se ha reducido. En un principio, de hecho, “se produjo una enorme caída en volumen de 2022” aunque esta quedó camuflada por unos precios “que casi se triplicaron entre enero de 2021 y 2022”.
Las empresas del sector han mostrado su preocupación por esta tendencia. En diciembre de 2023, la corporación química noruega, Yara, explicaba en una rueda de prensa posterior a sus resultados que “estamos viendo claramente como Rusia y Putin están utilizando los fertilizantes (y los alimentos) como armas“. En ese sentido Svein Tore Holsether, director general de la firma sentenciaba que “no debemos ser ingenuos y sabemos lo que puede pasar a continuación… si hay shocks de oferta no podremos sorprendernos”.
Tras esto Holsether aseveraba que Europa se encuentra en este momento con los fertilizantes en la misma situación en la que se encontraba con la energía momentos antes de la guerra. En aquel entonces Alemania y otros países del centro y este del continente, se habían entregado a una gas ruso con unos precios baratos, haciendo más competitivas sus compras. Sin embargo, el conflicto reveló que esa apuesta tan decidida dejaba a estos países en una situación crítica si Rusia decidía, en el marco de un conflicto geopolítico, cortar el grifo.
“Europa ha podido reducir la dependencia energética de Rusia en un periodo muy corto de tiempo sí, pero también con un coste y dolor enorme para hogares y empresas“, explicaba el CEO de Yara. Siguiendo ese argumento, el empresario sentenciaba que “me preocupa mucho que, casi como si fuéramos sonámbulos, estemos repitiendo exactamente los mismos errores que con la energía en los fertilizantes”.
El Instituto Europeo sobre Política Medioambiental (IEEP, por su siglas en inglés), explica que más que medidas directas, desde la Comisión se ha pedido a los países europeos que hagan frente a este problema a través de sus planes estratégicos individuales (PEC) que configuran la Política Agrícola Común. En teoría los estados miembros deben revisar sus planes para ir reduciendo paulatinamente su dependencia de fertilizantes rusos, algo que no ha ocurrido el último año.
Los expertos del Centro Kleinman de política energética defienden que es precisamente en estos malabares entre la energía, los fertilizantes, la seguridad alimentaria del mundo y la inflación (derivada de los costes energéticas y alimentarios) lo que está frenando una mayor acción sobre este recurso y está impidiendo que se rompa la dependencia sobre Rusia. “Es un circulo vicioso, la electricidad y el combustible se consumen para el riego, el procesamiento y el envasado, mientras los fertilizantes aumentan el rendimiento de los cultivos”. En consecuencia, una energía más alta eleva el precio de los fertilizantes y, en consecuencia, el de los cultivos.
“Las distorsiones que se produjeron en 2022 sobre el mercado de fertilizantes pueden exacerbar una crisis global”, por lo que tiene sentido querer mitigar este daño a cualquier precio. Desde sus mínimos de 2021 esta materia prima se disparó un 165% hasta sus máximos de 2022, según cifras de Bloomberg. Desde entonces, a medida que se ha normalizado el mercado tras años de guerra, el valor de este producto ha caído un 48%. Y, aunque aún están un 30% por encima de sus cifras prebélicas, la realidad es que ya cotiza en una zona mucho más próxima a su media histórica.
Hyung-Ja de Zeeuw, analista energética de Rabobank, explicaba en un reciente informe que el principal motivo que ven desde su firma para explicar que haya sido de las pocas que no haya reducido su dependencia es que la industria del fertilizante viven un momento totalmente crítico. “La industria europea vive un momento de cambios drásticos, en particular en los nitrogenados, con una ambiciosa nueva regulación climática”. Estos factores hacen que el sector se asome un momento totalmente decisivo donde ya se está viendo acosada por unos mayores precios del gas y, por lo tanto, también está a las puertas de importantes peligros.
Desde el World Economic Forum van un paso más allá y defienden que la guerra “ha provocado una escasez de fertilizantes esenciales para los cultivos, socavando la seguridad alimentaria de todo el mundo”. En ese sentido, la institución, señala que por esto motivo no se han emprendido las mismas sanciones que con otros productos críticos de Rusia. “Es por estos motivos por los que no se ha incluido junto a otras medidas diseñadas para aislar a la región“. Y, aunque había una clara voluntad de reducirlas en un principio, la escasez se ha acentuado “por las restricciones a las exportaciones que ha impuesto China durante todo 2023”. El país asiático redujo en 2022 sus ventas un 50% y, para asegurar su suministro ha vetado parte de los envíos al extranjero. Un evento clave para el mercado, pues el gigante asiático representa cerca del 30% de la oferta mundial. Una situación que habría obligado a repensar las sanciones.