En casi todos los sentidos, el coral de la bahía de Tela debería estar muerto. Sin embargo, a pesar de décadas de contaminación, degradación industrial y olas de calor que han diezmado otros arrecifes de la región, este arrecife de la costa norte caribeña de Honduras está fantástica y ostentosamente vivo.
La bahía de Tela cuenta con más del 68% de cobertura de coral vivo, una cifra asombrosa comparada con el resto del Caribe, que sólo alcanza el 18% de media. Si los científicos consiguen averiguar qué hace que los arrecifes de Tela sean tan resistentes, podrían utilizar sus secretos (o incluso sólo sus genes) para repoblar los marchitos arrecifes del Caribe.
Esos esfuerzos ya están en marcha. En mayo, científicos de la Universidad de Miami (Estados Unidos) recogieron 13 especímenes de coral cuerno de alce de las aguas de la bahía de Tela en un primer intento mundial de reproducir corales de dos países distintos para aumentar su tolerancia a las mortíferas olas de calor oceánicas, cada vez más frecuentes con el cambio climático. Si la táctica da resultado, los nuevos corales podrían utilizarse para restaurar los arrecifes del estado, que están desapareciendo rápidamente.
“Si el cuerno de alce va a sobrevivir en Florida, necesitará ayuda externa”, afirma Andrew Baker, científico marino de la Universidad de Miami: “Eso significa que vamos a tener que introducir diversidad, idealmente de una población resistente que se enfrente a las mismas condiciones”.
El equipo de Baker también recogió muestras de ADN en Honduras, con la esperanza de desentrañar un misterio que los investigadores han estado tratando de resolver desde que la pequeña ensenada centroamericana apareció en su radar en 2010: ¿por qué es tan resistente el arrecife de coral de la bahía de Tela?
Tras sólo unas semanas en sus nuevos tanques de Florida, los corales ya están empezando a revelar sus secretos.
La bahía de Tela fue uno de los primeros lugares en los que Antal Borcsok se puso una máscara de buceo. En 2010, decidió junto a su esposa, por entonces propietarios de un hotel cercano y buceadores recién titulados, pasar una tarde en la diminuta ensenada.
“Había tanto coral, tantas variedades, colores, especies y patrones de crecimiento. Era precioso”, dice Borcsok, que ahora es director ejecutivo de Tela Marine, un programa de educación científica sin ánimo de lucro: “Pero éramos buceadores novatos y pensamos que debía ser muy normal porque nadie le daba importancia”.
Aun así, Borcsok tenía la corazonada de que se habían topado con algo especial. Pronto invitó a unos amigos, buceadores más experimentados de Roatán (la meca del submarinismo del país), para que lo comprobaran.
“En cuanto entramos en el agua, se olvidaron de nosotros y empezaron a hacer fotos”, recuerda Borcsok: “Nunca habían visto nada igual”.
De hecho, casi nadie había visto nada igual.
“Todo el mundo habría dado por hecho que los arrecifes de tierra firme serían una porquería”, dice Baker: “Hay mucha escorrentía de agua dulce, mucha agua turbia y enormes fluctuaciones de salinidad”.