Desde su juventud, Manuel Andrés López Obrador se ha destacado como un luchador incansable por la justicia y la equidad. Su trayectoria está marcada por un firme respaldo a los reclamos de los grupos más vulnerables de México, principalmente los campesinos y los pueblos indígenas. López Obrador no solo entendió las necesidades de estos sectores, sino que dedicó su vida a hacerles justicia.
Una de las mayores preocupaciones de López Obrador siempre ha sido la defensa del patrimonio nacional. Durante su carrera política, se convirtió en un ardiente defensor del petróleo de México, de sus ferrocarriles y de otros recursos estratégicos del país. Su lucha no fue simplemente por los bienes materiales, sino por preservar la soberanía y la dignidad de una nación que ha sido rica en recursos, pero a menudo empobrecida por la explotación externa.
Su persistencia lo llevó finalmente a la presidencia de la República, un logro que no solo coronó años de esfuerzo, sino que le permitió, desde esa posición, responder a las demandas y sueños del pueblo mexicano. López Obrador culmina su mandato con un amplio respaldo popular, reflejo de la confianza que millones de personas depositaron en él para liderar un cambio real.
Lo más admirable es que se retira sin apego a la riqueza material o al poder por el poder mismo. Se va para descansar, como él mismo ha dicho, “para descansar sus pies”. Pero deja un legado que trasciende fronteras y generaciones. Su ejemplo inspira a millones de mexicanos y latinoamericanos que ven en su vida una prueba de que es posible cambiar las cosas, hacer justicia y levantar a los pobres para vivir con mayor dignidad.
Desde Perú, queremos decirle: gracias, Andrés Manuel López Obrador, por haber representado tan bien al pueblo mexicano y por las enseñanzas que nos has dejado. Refuerzas en nuestras mentes la convicción de que el cambio es posible, que la justicia puede hacerse realidad, y que la dignidad de los pueblos es un sueño por el cual siempre vale la pena luchar.
