Freshkills Park es una extensión alucinante de pastizales, arroyos y colinas onduladas en Staten Island, el distrito más al sur de la ciudad de Nueva York (Estados Unidos). Para cuando se complete este desarrollo multimillonario en 2036, el parque será casi tres veces más grande que Central Park y el espacio verde más grande que se abrirá en la ciudad en 100 años.
A lo largo de los años, Freshkills ha asumido muchas identidades. Más recientemente, fue un vertedero de basura y desechos industriales de Nueva York y donde acabaron los restos del World Trade Center después del 11 de septiembre.
Mucho antes de que llegaran los primeros escombros, este paisaje de 890 hectáreas (un poco más de la mitad de la Casa de Campo de Madrid) sirvió como una rica patria para el pueblo lenape. En el siglo XVII, los colonos holandeses exiliaron a la tribu indígena y rebautizaron la tierra como kille, que significa “lecho de río” o “canal de agua” en holandés. En sus marismas, pusieron en marcha una agricultura intensiva que sevía para alimentar a los caballos que transportaban a los neoyorquinos hasta que la popularidad de los automóviles creció en el siglo XX.
En 1948, Robert Moses, un comisionado de planificación de la ciudad de Nueva York que dio forma a gran parte de la ciudad durante su carrera de más de 40 años, consideró que el paisaje prístino era “inútil”; valioso solo como vertedero de la basura que se acumulaba en otros condados. Moses declaró que se convertiría en un vertedero temporal durante tres años o más, pero eventualmente se desarrollaría para viviendas, según el coordinador del programa Freshkills Park, Christopher Ricker. Luego, “tres años se convirtieron en 53 años”, explica.
De 1948 a 2001, hasta 29 000 toneladas de basura llegaban al vertedero de Fresh Kills cada día, el peso de unas 129 Estatuas de la Libertad. En un momento dado, toda la basura de los cinco condados terminó aquí, lo que convirtió a Fresh Kills en el vertedero más grande del mundo, dice Ricker. El vertedero consolidó a Staten Island como una “zona sacrificada”, un área que se ha visto afectada negativamente por la contaminación y la degradación ambiental.
Ricker, oriundo de Staten Island, recuerda que, cuando miraba por la ventana de su habitación mientras crecía, no podía ver el horizonte sobre los montículos de basura y los enjambres de gaviotas. Mark Murphy, residente de cuarta generación de Staten Island y administrador de Freshkills Park, recuerda cubrirse la cara y correr hacia los edificios cerca del vertedero para evitar oler el hedor que llenaba el aire.
Después de décadas de presión pública, se ordenó el cierre del vertedero a finales de la década de 1990, explica Ricker. Una vez que llegó la última barcaza de basura a principios de siglo, los cuatro montículos de basura del vertedero, el más alto de los cuales tiene unos 60 metros de altura, se cubrieron con un revestimiento de plástico impermeable, se adaptaron con un laberinto de tuberías de gas subterráneas y respiraderos, y se ocultaron completamente con una gruesa capa de tierra de siembra y vegetación. Hoy en día, los visitantes probablemente nunca adivinarían la basura que creó estas colinas.
En lugar de gaviotas gritonas, ahora, los cernícalos americanos han hecho del lugar su coto de caza. Los reyezuelos de junco y los correlimos batitú son algunas de las otras especies de aves que los visitantes encontrarán en Freshkills, algo raro en otras partes de la ciudad de Nueva York. Es un testimonio de la resistencia de la tierra.
A través de un proyecto de marcaje de especies como los chingolos saltamontes, los ecologistas del sitio han descubierto que “las aves que eclosionaron en el parque regresan año tras año y, a veces, a varios metros de donde las vimos el año anterior”, dice la Dra. Shannon Curley, investigadora principal de Freshkills Park Alliance y estudiante postdoctoral en el Laboratorio de Ornitología de Cornell. “Este es un buen hábitat para ellos. Aquí hay suficientes recursos para ellos”, explica Curley.
El director de ciencia y desarrollo de investigación de Freshkills Park y doctorando en el Departamento de Ecología, Evolución y Recursos Naturales de la Universidad de Rutgers, José Ramírez-Garofalo, agrega: “Vemos todos estos gorriones realmente interesantes y un gran número de reinitas palmeras al final del verano y principios del otoño. Eso no se ve en ningún otro lugar de la región. Es realmente espectacular”.
Para tener la oportunidad de encontrar tales rarezas, los observadores de aves ahora acuden en masa a las dos plataformas de observación del sitio. Los excursionistas pueden encontrar puntos de avistamiento similares en todo el Parque Norte, un área de 8,5 hectáreas que se inauguró durante el otoño de 2023.