Los residentes de Hong Kong están convocados a las urnas el próximo domingo para las elecciones parlamentarias. Son los primeros comicios que tendrá la isla desde una reforma al sistema electoral orquestada por Beijing. Sin embargo, todos los candidatos deben ser aprobados por las autoridades, lo que ha evitado que cualquier opositor se presente. A modo de protesta, los llamados al boicot se multiplican.
Este domingo 19 de diciembre Hong Kong abrirá los colegios electorales para las elecciones legislativas. Como es usual durante las campañas electorales, las paredes están llenas de carteles que invitan a la gente a votar, y los candidatos a un escaño en el Consejo Legislativo salen a las calles, con panfleto en mano, para tratar de convencer a los electores. Sin embargo, esta vez, pocos ciudadanos parecen querer ir a las urnas.
Según una encuesta del Instituto de Hong Kong para la Investigación de la Opinión Pública, solo el 51% de los consultados dijo que tenía la intención de ir votar el domingo, una cifra históricamente baja. En comparación con más del 80% de los votantes que acudieron a las urnas durante las últimas elecciones legislativas en 2016.
“Estas elecciones no interesan a nadie”, dice Michel Bonnin, director de estudios de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS) y especialista en Hong Kong, contactado por France 24. “Y la razón es simple: todo está dicho desde hace mucho tiempo”.
Programadas originalmente para septiembre de 2020, el Gobierno decidió cancelar las elecciones debido a la epidemia de Covid-19. Pero en este período de 18 meses, la situación ha cambiado profundamente en el territorio semiautónomo. En respuesta a las vastas protestas a favor de la democracia de 2019, Beijing ha fortalecido enormemente su control sobre el territorio. En particular, impuso la severa ley de seguridad nacional que, de hecho, criminaliza la expresión de cualquier forma de oposición. En total, cientos de activistas a favor de la democracia fueron detenidos en virtud de este texto. Decenas más han huido al extranjero.
Y la presión no cesa. El episodio más reciente ocurrió el 13 de diciembre, seis días antes de las elecciones. El reconocido magnate de medios de comunicación Jimmy Lai y otros dos activistas prodemocráticos, que ya habían sido encarcelados desde hace meses, fueron condenados a penas de entre seis y trece meses de prisión. Fueron acusados de haber participado en 2020 en una vigilia prohibida en memoria de la masacre de Tiananmen en 1989.
Candidatos “patrióticos”
Además de esta ley de seguridad nacional, Beijing ha organizado una reforma radical del sistema electoral que le permite consolidar aún más su control sobre la vida política en la isla. “A partir de ahora, todas las personas que quieran postularse para un cargo público, y por tanto para unas elecciones, deben ser aprobadas por las autoridades”, detalla a France 24 Éric Lai, especialista en movimientos ciudadanos y política de Hong Kong de la Universidad Georgetown, en Estados Unidos. “Tienen que demostrar que son ‘patriotas’ y leales al Partido Comunista Chino”.
“El resultado: hoy, la mayoría de los candidatos de la oposición están en la cárcel o en el exilio. Y a los pocos que quedan, no se les ha permitido presentarse”, lamenta. “Ya no hay diversidad política”, agrega Michel Bonnin.
Según ‘The China Morning Post’, solo tres de los 153 candidatos que se postularon se identifican como cercanos al movimiento opositor prodemocracia. “Si miramos en detalle, la mayoría de los candidatos son conocidos por su proximidad al Partido Comunista de China. Otros son bastante cercanos a los círculos empresariales pro-Beijing”, explica el especialista. “Sólo unos pocos dicen que son más moderados. Uno de ellos incluso pide la liberación de los activistas prodemocracia. Pero incluso si son elegidos, serán demasiado marginales para tener alguna influencia en el Consejo Legislativo”.
“Estos candidatos fueron de todos modos, nombrados por Beijing. Entonces, para los votantes, no son considerados como verdaderos miembros de la oposición”, agrega Eric Lai.
“El fin de la excepción de Hong Kong”
La excolonia británica, devuelta a China en 1997 por Reino Unido, nunca ha sido verdaderamente democrática y su sistema electoral siempre ha sido fundamentalmente favorable a Beijing. Antes de la reforma, 35 de los 70 escaños del Consejo Legislativo eran designados por sufragio universal directo. El resto fue elegido por grupos de intereses especiales y conferidos a líderes pro-China.
“Al final, el campo pro Beijing siempre obtuvo así la mayoría. Sin embargo, por sufragio universal, fue casi sistemáticamente el campo prodemocracia el que se impuso”, recuerda Michel Bonnin. “No teníamos una democracia real, pero al menos la gente podía expresarse”. En las últimas elecciones de 2016, el bando pro-Beijing lógicamente ganó la mayoría, pero varios activistas prodemocracia consiguieron escaños.
Sin embargo, en noviembre de 2020, cuatro diputados de la oposición fueron excluidos del Parlamento en nombre de la ley de seguridad nacional. En el proceso, los otros diputados prodemocracia habían dimitido. La mayoría de ellos están ahora encarcelados y tres están exiliados en el extranjero.
Y con la reforma electoral, ahora no solo se eligen candidatos a dedo, sino que también se ha reducido el número de diputados elegidos por sufragio universal. El Consejo Legislativo tiene ahora 90 escaños. Y solo 20 diputados serán elegidos el domingo por sufragio universal directo.
Llamados al boicot
En protesta por la situación, la disidencia exiliada en el extranjero lleva varias semanas pidiendo a los cerca d 4,5 millones de personas en edad de votar que boicoteen las urnas. Los exdiputados Ted Hui y el activista Yau Man-chu, por ejemplo, han multiplicado los mensajes en las redes sociales, animando a los electores a votar en blanco o no atender a los colegios electorales.
Esta incitación al boicot enfureció inmediatamente al Gobierno, que advirtió que, si bien la abstención o el voto en blanco sigue siendo legal, alentar tales prácticas ahora se considerará un delito. En el proceso, se emitieron órdenes de arresto contra los dos activistas. En la propia Hong Kong, según ‘The China Morning Post’, diez personas también fueron arrestadas por este motivo.
El Gobierno también ha atacado a la prensa. Las autoridades enviaron cartas de advertencia al ‘Wall Street Journal’ y al diario británico ‘The Times’, que a través de sus editoriales habían pedido evitar las urnas, y presentaron un boicot como “la única forma restante de oposición”.
“La participación en estas elecciones es un tema clave para el Gobierno”, explica Éric Lai. “Quiere mostrarle a la comunidad internacional que esta reforma está bien aceptada. Y eso solo se dará si la elección parece lo más normal posible y hay una gran cantidad de votantes”.
“La amenaza de un boicot pone en peligro esta ficción alimentada por el Gobierno de que la democracia continúa en Hong Kong”, analiza Michel Bonnin por su parte.
La jefe ejecutiva de la isla, Carrie Lam, ha animado repetidamente a los ciudadanos a votar y ha puesto en marcha varios incentivos. Para el día domingo, todo el transporte público será gratuito. Varias empresas también han acordado dar tiempo libre a sus empleados para que puedan introducir su boleta en las urnas.
Carrie Lam buscó blindarse en caso de que la abstención fuera fuerte, diciendo que una baja participación “no significaría nada”. “Cuando el Gobierno hace las cosas bien y su credibilidad es fuerte, la participación de los votantes es menor porque la gente realmente no siente la necesidad de elegir nuevos representantes”, dijo a los medios estatales chinos.
“Toda esta dinámica está realmente en la lógica seguida por Beijing. Debemos condenar a cualquiera que ponga en peligro el buen desarrollo de las elecciones. Debemos buscar a los enemigos del sistema y evitar que se expresen”, continúa Michel Bonnin. “Incluso hace unos años, la gente de Hong Kong se hubiera imaginado escuchar este tipo de discursos”.
“Con esta elección, Beijing quiere demostrar que no ha traicionado su promesa y que mantiene el principio de un país, dos sistemas”, concluye el especialista. “Pero la realidad está ahí: hoy Hong Kong ya no es Hong Kong”.