- “Mi niño, no, ni pensar”. Es posible que sea lo primero que se nos ocurra responder (y decirnos a nosotras mismas) si alguien nos sugiere siquiera que nuestro hijo está maltratando a otro. Resulta un escenario en el que jamás nos imaginamos estar. Sin embargo, puede pasar. Los motivos por los que un niño o adolescente se siente con el poder de acosar a otro son de variada índole y tienen que ver con su personalidad, pero también con su entorno.
Hablamos mucho del aumento del ciberbullyng, pero parece que nos olvidamos de que el acoso escolar, el presencial, el de (lamentablemente) toda la vida, sigue existiendo y siendo una asignatura pendiente en colegios e institutos. De hecho, el acoso en redes, muchas veces es la continuación del que ya existe en el aula. En España, si bien muchos casos no se detectan, hasta un 17% de los alumnos dice sufrirlo, según el último informe PISA.
QUÉ ES Y QUÉ NO ES ACOSO ESCOLAR
El acoso escolar o bullying se define como toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico que se produce entre escolares, de forma reiterada y sostenida en el tiempo. Esta última característica es fundamental, ya que distingue el acoso de lo que no lo es. “Para hablar de acoso tienen que darse una serie de requisitos imprescindibles: debe existir un líder que lo genere, una banda que lo apoye y una o varias víctimas. Por otra parte tiene que darse a lo largo de un periodo de tiempo prolongado”, nos explica el psicólogo Jesús Ramírez. Por eso, una pelea aislada entre alumnos no es necesariamente acoso, aunque es verdad que, en ocasiones, un solo episodio puede ser tan grave que origine una relación hostil y de dominación más duradera.
¿POR QUÉ OCURRE?
El maltrato entre iguales se debe a muchas y diferentes causas. Por lo general, estas giran en torno a una idea predominante, que es la búsqueda de estatus o poder por parte del acosador y se desarrolla en un contexto que permite que esa dinámica suceda. Sin embargo, desde la Fundación ANAR, la organización que se dedica a promover y defender los derechos de los niños y adolescentes en situaciones vulnerables, sugieren no atribuir el fenómeno a una sola causa individual sino a varios factores de riesgo. Algunos de los motivos más frecuentes son “desde aspectos diferenciales por raza o condición sexual hasta la apariencia o aspecto físico de la víctima”, dice Ramírez. En esta relación de poder, uno o más alumnos insultan, difaman, chantajean, intimidan, amenazan, difunden rumores, pegan, roban, rompen cosas, humillan, ignoran o excluyen a otros de manera sistemática.
DETECTA SI TU HIJO INTERVIENE EN UNA SITUACIÓN DE ACOSO
Muchas veces es difícil detectar tanto si tu hijo es víctima o acosador. En el primer caso, “puede ser complicado por tratarse de un acoso psicológico o que los daños sean en lugares no visibles, pero algo más evidentes, son los cambios de humor, trastornos del sueño, y, casi siempre, el no querer asistir al colegio”, explica el psicólogo. Pilu Hernández Dopico, maestra, formadora de formadores y CEO de El Pupitre de Pilu, añade otras pistas: “un cambio de actitud, el niño se vuelve más reservado o apático, se niega a asistir a las actividades que antes le gustaban, deja de comer, está más triste o irascible”.
Pero, ¿y si tu hijo es quien acosa? “A los padres les cuesta creerlo y aceptarlo, lo niegan, y muchas veces tiran balones fuera, culpando a las malas compañías, al centro, al entorno…”, describe la maestra. Hay otra dificultad: “es normal que los padres no se enteren porque, en muchas ocasiones, se trata de familias desestructuradas. Por lo general, no se detecta hasta que no reciben alguna llamada desde el colegio”, agrega el psicólogo.
FÍJATE EN ESTAS CARACTERÍSTICAS
Se suele pensar que los agresores son chicos fuertes, que atacan a los empollones. Los expertos prefieren no atribuirles perfiles concretos, pero sí pueden describir algunas características comunes que aumentan el riesgo. “No hay ningún patrón de personalidad que defina al acosador, pero suelen ser sujetos cobardes que se rodean de otros compañeros a los que ordenan la ejecución de sus ‘hazañas'”, dice Ramírez. La Fundación ANAR expone, además, que suelen el acosador suele formar parte de peleas, disputas y enfrentamientos, o, a menudo, le cuesta controlar sus impulsos y reacciones. Pueden mostrarse agresivos, justificando sus acciones y no valorando su gravedad.
Para Pilu Hernández otra señal puede ser que venga del colegio con cosas que no son suyas (juguetes, prendas de ropa, etc.), o incluso, con dinero. Además, “los acosadores suelen ser inseguros y quieren sentirse fuertes; son autoritarios, no suelen aceptar las reglas, les gusta ser líderes por norma. Además, no es habitual que sean afables, les cuesta hacer amistades, y las que hacen, son por miedo”. Por último, otro rasgo importante es la falta de empatía. Si bien, según una guía publicada por la Comunidad de Madrid, “se ha demostrado que los agresores conocen las emociones que siente la víctima (empatía cognitiva), estos no son capaces de compadecerse, de sentir lo mismo que la víctima o conmoverse con ella. Es decir, no muestran empatía emocional”.
LOS TESTIGOS DAN PODER
El acoso es violencia injustificada, cruel y animada por observadores o testigos, que empoderan al acosador. Pilu Hernández es categórica al respecto: “el que calla, entra en el juego, de la misma manera que el que acosa”. Es decir, el que silencia el acoso, no denuncia ni actúa frente a él, se convierte en cómplice o, incluso, en un acosador en potencia. Según el informe de ANAR, en cerca de la mitad de los casos de acoso detectados, los espectadores miraron para otro lado para no implicarse, por miedo a las represalias, a que los califiquen de chivatos o cobardes, o por la presión del grupo.
ACOSADORES QUE SON ACOSADOS
Entre las causas, hemos de ser cautos. Si bien hay muchas y variadas, Pilu Hernández señala que “detrás de ese niño que acosa, puede que en casa sea víctima. Si el acosador es maltratado en el seno de su familia, este puede pensar por qué no va a replicar él este comportamiento”. Por otro lado, advierte que hay que ser cuidadosos con las opiniones que vierten los padres respecto de los demás niños, su raza, su familia, su forma de ser o de vestir, porque pueden transmitir una percepción prejuiciosa y sembrar la semilla del acoso en esas conversaciones.
QUÉ PUEDES HACER SI TU HIJO ES EL ACOSADOR
Aunque duela, trata de reconocer el problema. Jesús Ramírez dice que “lo primero es aceptarlo y tomar las medidas que sugiere el centro o la Inspección Educativa”. Acompaña y habla con tu hijo. Ayudar a tu hijo a plantearse por qué está cometiendo acoso es una primera conversación. A veces, su comportamiento se debe a que necesita ser aceptado por el grupo, incluso por su familia. “Hay que poner mucho interés, porque, el niño que acosa puede estar pidiendo atención y ve que, de esta manera, le hacen caso”, dice Pilu. Otras veces, los chicos pueden no ser conscientes de que están causando daño. “Es fundamental hablar con el niño, ayudarle a entender que los demás niños sufren. Es importante transmitir estos valores en casa y no utilizar nunca comportamientos violentos con ellos ni delante de ellos”.
Recurre a distintas herramientas. Si abordar el tema directamente no resulta fácil, Pilu nos recomienda algunos libros que pueden ayudar: “Para los más pequeños, El club de los valientes y Yo voy conmigo, que permiten ponerse en el lugar de la víctima y de cómo se sienten. Para los mayores de 6º de primaria, Cara a cara (seguro que nuestro hijo alguna vez se ha burlado de alguien o ha visto como lo hacían otros) e Invisible (habla del acosador, pero también de los que callan y de los niños que creen que son invisibles ante sus ocupados padres”.
Arregla las cosas en casa. La educación incluye una gran cuota de imitación. Si hay problemas en la familia, intenta, sobre todo, mostrar respeto y deferencia. Será un buen ejemplo para tus hijos. Trabajar juntos. El centro tendrá que trabajar con los padres para que reconozcan el comportamiento de su hijo y ayudar a cambiarlo. Pilu Hernández dice que la dirección, el tutor, el orientador, los profesores de todas las asignaturas, el monitor de comedor y todos quienes tengan relación con los niños, deben estar en comunicación. Quizá el centro sugiere cambiar a la víctima de centro, pero “a lo mejor el que se tiene que marchar es el acosador”. Esto puede permitirle a todos empezar de cero.
No dudes en pedir ayuda. El acoso escolar genera una relación entre la víctima y el agresor, de la que es difícil salir solo. De diferente manera, ambas partes sufren. Estés en el lado que estés, busca a un profesional, especializado en acoso o en educación.
RECUADRO: QUITÉMONOS ESTAS IDEAS DE LA CABEZA
Alrededor del acoso hay un montón de mitos e ideas erróneas que quizá hemos ido normalizando, pero que son de todo, menos normales. Esto no hace más que entorpecer la erradicación del problema. La Comunidad de Madrid ha recogido algunas de estas creencias que conviene desterrar:
- El acoso ha existido siempre y no ha pasado nada. El hecho de que siempre haya existido y no se haya atendido, no justifica que se ignore y se adopten posturas pasivas.
- En nuestra escuela no hay maltrato. Este puede producirse en todas las escuelas. Negando el hecho, se impide poner en marcha actuaciones y programas.
- Estas cosas fortalecen y curten el carácter. Es uno de los mitos más peligrosos porque implica no solo no actuar, sino considerar que es bueno que esto ocurra.
- Es una broma, cosas de chicos, no pasa nada. Aunque puede iniciarse como una broma pesada, se puede convertir en una situación de graves consecuencias.
- El profesorado sabe cómo afrontarlo. En diversos estudios, los docentes reconocen que no disponen de la formación específica adecuada para enfrentarse a estas situaciones.
- ¿A quién no han dado alguna vez de lado? Esta idea minimiza los efectos del maltrato y alude a formas que, en teoría, pueden parecer menos graves.