El Consejo de Seguridad aborda las acusaciones de Moscú, que Washington y Kiev rechazan y Pekín solicita una explicación.
Según han denunciado los países occidentales en el Consejo, la propaganda y la desinformación han dado hoy un paso más allá en el sancta sanctórum de la ONU. La sesión extraordinaria fue convocada este jueves a petición de Rusia, miembro permanente del Consejo y por tanto con derecho de veto. Tras media docena de reuniones en los últimos días, todas ellas no concluyentes, el Consejo no tenía prevista actividad alguna este viernes hasta que la solicitud rusa forzó la agenda. De los 15 miembros, sólo China, también con derecho de veto, se ha hecho eco de la teoría rusa, instando al Consejo a abordar “adecuadamente las preocupaciones de Rusia” mientras desviaba la atención al subrayar la inquietud de la comunidad internacional por los “336 laboratorios biológicos militares de EE UU”.
Pese a la insistencia de la alta representante de ONU para desarme, Izumi Nakamitsu, en que la ONU “no tiene conocimiento de ningún programa de armas biológicas” en Ucrania, y que en cambio la posibilidad de un accidente en las centrales nucleares “crece día a día”, el embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzia, ha repetido, sin presentar pruebas, el argumentario del Kremlin, que asegura que su Ejército ha descubierto en Ucrania evidencias de una “eliminación urgente” de huellas. “En Ucrania había una red de 30 laboratorios biológicos supervisados por EE UU en los que se realizaban experimentos muy peligrosos, y cuyos resultados eran remitidos a instituciones de EE UU. El objetivo era estudiar la posibilidad de propagar los patógenos de peste, ántrax y cólera a través de pájaros, murciélagos y personas”. Nebenzia sostuvo que los documentos están en poder del Ministerio de Defensa ruso.
La embajadora de EE UU ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, respondió a las acusaciones de manera tajante. “Rusia ha pedido la reunión con el único propósito de mentir y propagar desinformación”, declaró, recordando que es Rusia la que usa este arsenal, como demuestran los ataques con agentes nerviosos a opositores como Alexéi Navalni, que fue envenenado en 2020, y el exespía Serguéi Skripal, condenado por alta traición, y su hija Yulia, dos años antes. “Rusia está intentando crear una realidad alternativa, por ejemplo cuando desmiente haber bombardeado el hospital maternal de Mariúpol. Lo preocupante es que la petición rusa de esta reunión es potencialmente un esfuerzo de falsa bandera [una acción hostil orquestada para culpar al enemigo], justo lo que habíamos estado advirtiendo”.
La embajadora del Reino Unido, Barbara Woodward, señaló que el Consejo de Seguridad está para abordar las amenazas a la paz y la seguridad mundiales, no para discutir asuntos que muy diplomáticamente calificó de “privados de sentido”. “Rusia se hunde en nuevas profundidades hoy”, dijo sobre la ofensiva del Kremlin. El embajador Nebenzia lamentó en la réplica que el Consejo no abordara seriamente las denuncias de Moscú.
La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, rechazó este jueves la existencia del programa de colaboración biológico e incluso advirtió de que la acusación pueda constituir un falso pretexto para usar armas químicas o biológicas en Ucrania, en respuesta a la amenaza de los supuestos laboratorios. “Rusia tiene un gran programa de armas biológicas y químicas” y un “historial de inventar mentiras”, declaró este jueves. Horas después, el propio presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, rechazaba la existencia en su país de armas químicas “ni otras armas de destrucción masiva”, afirmando que tales acusaciones son parte de la propaganda rusa. “Esto me preocupa realmente porque si tú quieres saber cuáles son los planes rusos, debes fijarte en lo que acusan a otros”, manifestó Zelenski en un vídeo.
Pese al objetivo propagandístico ruso, no es la primera vez que el señuelo de la existencia de armas de destrucción masiva llega al Consejo de Seguridad de la ONU. El caso más sonado y trágico fue el del arsenal supuestamente en poder de Sadam Husein, cuya presunta existencia justificó la guerra de 2003, seguida por la invasión de Irak. El Consejo aprobó el 8 de noviembre de 2002 la resolución 1.441, “reconociendo la amenaza que (…) la proliferación de armas de destrucción masiva y misiles de gran alcance plantean para la paz y la seguridad internacionales”.