Más de 2000 personas provenientes de Ucrania han llegado a la frontera de México y Estados Unidos, donde también se espera un incremento del flujo migratorio de otros países.
TIJUANA, México — En los últimos diez días, más de 2000 ucranianos han llegado a la frontera de Estados Unidos desde México, uniéndose a migrantes desesperados de todo el mundo. Las autoridades sospechan que, a medida que se levanten las restricciones por la pandemia y las incesantes repercusiones de la invasión rusa de Ucrania arriben a las fronteras de Estados Unidos, esto terminará por convertirse en una gran oleada migratoria.
Las llegadas repentinas a Tijuana presentan un reto inmediato para las autoridades fronterizas de Estados Unidos, quienes ya se preparan para una oleada de migración no autorizada proveniente de países como Honduras y Haití cuando Estados Unidos flexibilice el próximo mes sus normas fronterizas por la emergencia de la COVID-19. Ahora, Estados Unidos también debe encontrar la manera de acoger a miles de personas que huyen de la invasión mortífera ejecutada por parte de Rusia al otro lado del mundo.
“Estoy preocupada. Estoy cansada. Llevamos aquí más de dos días”, relató Nataly Yankova, de 48 años, quien huyó de Ucrania con sus dos hijas adolescentes, una en silla de ruedas, y dos sobrinos para reunirse con su hermano, que vive en Chicago.
Eran una de las 15 familias ucranianas sentadas en sillas plegables una fría noche de primavera esta semana, junto a la valla de alambre enrollado que separa México de Estados Unidos. La mayoría de ellos había tardado tres días en llegar al frente de la fila desde donde los funcionarios estadounidenses llamaban a los ucranianos para realizarles entrevistas de ingreso.
La oleada de refugiados ucranianos en México ha cobrado impulso a medida que las embajadas y consulados estadounidenses en Europa han tenido dificultades para procesar un aluvión de solicitudes de visa y de refugio.
Hace apenas una semana, solo 50 refugiados ucranianos que habían volado a México se encontraban en la bulliciosa ciudad fronteriza de Tijuana, hacinados en una pequeña parada de autobús con forma de túnel hasta que pudieran entrar a Estados Unidos. Al cabo de cuatro días, la fila había aumentado a 500, y un campamento improvisado había surgido en un terreno baldío. Ya el domingo, después de que varios aviones dejaron a refugiados de guerra en Tijuana, el número se había disparado a casi 1200, y cerca de 400 dormían en un gimnasio.
Después de las angustiosas huidas de su patria y los largos viajes en avión para llegar a México, pronto se dieron cuenta de que el paso a Estados Unidos no era automático. Comenzó a producirse una aglomeración y reinó la confusión.
Con el objeto de evitar una crisis humanitaria, decenas de voluntarios de habla rusa, organizaciones religiosas y grupos privados se apresuraron a organizar alimentos, albergue y apoyo médico y logístico a ambos lados de la frontera.
“Hay un límite a lo que podemos hacer, y hemos hecho mucho al trabajar todo el día todos los días”, expresó Olya Krasnykh, quien pidió permiso en su trabajo de promotora inmobiliaria en San Mateo, California, para organizar un equipo de respuesta integrado por unas 30 personas.
“El sistema en la frontera es increíblemente ineficiente”, afirmó con un radio en la mano. “No sé cuánto tiempo podremos seguir con el trabajo de los voluntarios”.
El gobierno de Joe Biden anunció el mes pasado que Estados Unidos aceptaría a 100.000 ucranianos. Pero no se anunció ningún detalle, lo que ha llevado a quienes tienen familiares y amigos en Estados Unidos a pagar miles de dólares para llegar a México, un país al que pueden entrar sin visa, a diferencia de Estados Unidos.
“Hicieron un anuncio sin tener un programa para llevarlo a cabo”, afirmó Krasnykh.
Según los cálculos del gobierno, tras el levantamiento de la orden de salud pública relativa al coronavirus, conocida como Título 42, podrían llegar cada día unos 18.000 inmigrantes de diversos países, el triple del volumen actual. Las dificultades económicas ya han hecho que los cubanos lleguen a Estados Unidos en un número que no se había visto en casi tres décadas. Los agentes fronterizos se encontraron con más de 50.000 nicaragüenses en 2021, frente a los 2291 de 2020, debido a la persecución de la disidencia por parte del presidente Daniel Ortega.
A principios de esta semana, Chris Magnus, el comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza, dijo en un comunicado que la agencia estaba redoblando los recursos y el personal en la frontera.
“La decisión del presidente Biden de acoger a los refugiados ucranianos que buscan seguridad en Estados Unidos es lo correcto”, opinó Blaine Bookey, directora jurídica del Centro de Estudios sobre Género y Refugiados de la Universidad de California en Hastings. Pero añadió que había dudas sobre si los migrantes ucranianos tenían prioridad sobre los de América Central y otros lugares.
“No hay otra forma de ver lo que está ocurriendo en la frontera sur que no sea a través de lineamientos raciales”, dijo.
Cinco migrantes centroamericanos, entre ellos una joven pareja guatemalteca con un niño de 3 años, se presentaron esta semana en el perímetro del campamento donde esperaban los ucranianos.
Acababan de llegar a Tijuana colgados de la Bestia, el tren famoso por su peligrosidad que atraviesa México, y esperaban poder descansar en un rincón de hierba cerca de una tienda de campaña. Uno de ellos preguntó si podían hacerlo. Su objetivo era cruzar la frontera.
A los hondureños se les permitió sentarse en la hierba, pero no se les ofreció ninguno de los pasteles, jugos y café que se les reparten a los ucranianos.