El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, califica de “fantasía” la posibilidad de regresar a las líneas divisorias previas a la invasión
El envío a Ucrania de lanzamisiles de corta distancia, más sofisticados que los utilizados hasta ahora, irrita al Gobierno ruso, que amenaza con llevar más lejos la línea del frente en respuesta a la ayuda militar occidental. “Cuanto mayor sea el alcance de las armas que proporcionan [a Kiev], más alejaremos de nuestro territorio la línea desde la que los neonazis pueden amenazar a la Federación de Rusia”, ha asegurado este lunes el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien ha calificado de “fantasía” la posibilidad de regresar a las líneas de contacto anteriores al 24 de febrero, día en el que Vladímir Putin ordenó el asalto de Ucrania por varios frentes.
Estados Unidos anunció la semana pasada la entrega a Kiev de sistemas de lanzamisiles múltiples Himars, mientras que el Reino Unido enviará los M270, similares en sus mayores capacidades técnicas. El radio máximo de estas armas ronda entre los 70 y 80 kilómetros de distancia y ―según Washington y Londres― el Gobierno de Volodímir Zelenski se ha comprometido a no usarlos contra territorio ruso.
En su rueda de prensa en Moscú, Lavrov fue preguntado si Ucrania habría recibido este arsenal si no hubiese sufrido la ofensiva rusa. El diplomático justificó la acción militar en que el Kremlin había pedido a la OTAN en los últimos 20 años que no incorporara nuevos miembros. “Admitieron en 1999 que nadie reforzaría su seguridad a costa de la seguridad de los demás (…) y cinco veces se acercaron a nuestras fronteras”, agregó en alusión a la posterior adhesión de los países bálticos, Polonia y Rumania, entre otros.
Lavrov también ha justificado la “operación especial”, como la denomina el Kremlin, en que Estados Unidos intervino en el pasado “a 10.000 kilómetros de sus fronteras”, en lugares como Kosovo, Irak y Libia, mientras que se condena a Moscú pese a que “el pueblo ruso ha sido discriminado en Ucrania, donde se han aprobado leyes para prohibir su idioma y se ha impuesto la teoría y práctica del nazismo con el aplauso de Occidente”. Sin embargo, algunas de las mayores ciudades ucranias son de mayoría rusoparlante y han sido golpeadas por los combates, como Járkov, Mariupol, Jersón y Odesa.
Diálogo roto
El presidente ruso, Vladímir Putin, quitó hierro a la entrega de estos lanzamisiles el fin de semana, al considerar que solo sustituían armas parecidas de fabricación soviética que ya tenía Ucrania y con las que el territorio ruso ya estaba a tiro una vez que las tropas rusas se replegaron a finales de marzo de los frentes que se encaminaban hacia la capital y hacia Járkov, entre otras zonas.
Aquello coincidió con los pequeños avances logrados en las negociaciones de Estambul, donde Kiev accedía a negociar en un futuro el destino de la región de Donbás y de Crimea. Sin embargo, el diálogo se rompió después de que la retirada rusa en torno a la capital ucrania dejase al descubierto las masacres de Bucha y la destrucción en otras localidades de los alrededores de la capital ucrania. “Ucrania no quiere negociar, lo rechaza, y tenemos motivos para suponer que cumple la voluntad del liderazgo anglosajón del mundo occidental”, ha afirmado Lavrov en un nuevo inciso de que, para el Kremlin, Ucrania es una herramienta de Washington en la confrontación que mantienen.
Moscú dice tener menos problemas con Turquía, pese a que también está en la OTAN y mantienen un pulso constante en medio mundo, desde Libia a Asia Central, pasando por Siria y el Cáucaso. “No ocultamos nuestras posturas y tenemos en cuenta las preocupaciones de la otra parte”, ha comentado Lavrov sobre Turquía, país con el que espera cerrar esta semana una propuesta para desbloquear la salida de cereales ucranios por el Mar Negro y aliviar así la crisis alimentaria internacional.
El Kremlin, que aún mantiene el veto a la exportación de fertilizantes rusos por las sanciones, propone crear un corredor naval donde Ankara supervisará el contenido de los navíos de transporte. La condición es que Ucrania desmine sus puertos y Occidente no sancione a las navieras. Washington ofrece dejar por escrito el segundo punto, y Putin ha prometido que Odesa y otros puertos no serán atacados si son desprotegidos. Sin embargo, para Kiev están muy recientes las promesas de enero de que las fuerzas rusas desplegadas en su frontera se retirarían tras culminar sus supuestas maniobras.
El diario ruso Izvestia ha desvelado este lunes el esquema negociado por ambos países y Ucrania. Consiste en que Turquía se encargue de desminar la zona costera de Odesa y, una vez limpia, su flota supervise la salida de los navíos de transporte a aguas neutrales, desde donde serán escoltados por barcos de guerra rusos hasta el Bósforo. El diario agrega que solo faltan por negociar las coordenadas de esta ruta.
Los Balcanes, nuevo foco de tensión
Lavrov tenía previsto viajar esta semana a Belgrado, pero su visita oficial ha sido suspendida porque el espacio aéreo de la UE, a la que pertenece Bulgaria, está cerrado a los aviones rusos por su ofensiva sobre Ucrania, y Montenegro y Macedonia del Norte, los países vecinos de Serbia que no pertenecen a la Unión pero sí a la OTAN, han rechazado abrir un corredor especial para su aeronave.
“Estos hechos han demostrado lo que vale la membresía de Montenegro y Macedonia del Norte en la OTAN y por qué la Alianza [Atlántica] los necesita. Quiere castigar a Rusia y expandir los puntos antirrusos en Europa, que ejerzan como mecanismos de contención”, ha argumentado Lavrov para reincidir en el discurso de la amenaza de la Alianza Atlántica sobre Rusia. “Se ha privado a un Estado soberano de su derecho a ejercer su política exterior. La actividad internacional serbia ha sido bloqueada en su orientación hacia Rusia”, ha denunciado.