Una mujer se infiltró durante años como espía en la base de la OTAN en Nápoles, Italia, según una investigación periodística de más de 10 meses de los medios “La Repubblica”, “Der Spiegel”, “Bellingcat” y “The Insider”.
La investigación describe a la mujer como una “treintañera cosmopolita y segura de sí misma que habla seis idiomas”. Logró adentrarse a los círculos de personalidades de Nápoles y al personal de la base de la OTAN y la 6ª Flota de EE. UU.
La Repubblica de Italia afirmó que la mujer se hacía llamar María Adela Kuhfeldt Rivera y que era hija de padre alemán y madre peruana, nacida en el Callao, Perú. En agosto de 2005, un abogado de Lima presentó una partida de nacimiento y solicitó el reconocimiento de la ciudadanía para la mujer, de acuerdo a Bellingcat.
El documento consignaba que su nacimiento se dio el 1 de setiembre de 1978 y fue bautizada en la parroquia Cristo Libertador. Sin embargo, esa iglesia no existía en el momento: se construiría nueve años después. La solicitud fue rechazada y se abrió una investigación penal, conforme al mismo medio.
Sus allegados contaron que la mujer justificaba su ciudadanía rusa aduciendo que nació en Sudamérica y era hija de un alemán y una rusa, pero cuando tenía poco menos de 2 años su madre la llevó a Moscú para participar en los Juegos Olímpicos de 1980.
La madre repentinamente tuvo que regresar a Perú, por lo que la dejó con una familia soviética. Su madre nunca volvió y la mujer creció en la URSS. Incluso contó: “Durante mi niñez mi padrastro me violó”.
Las investigaciones posteriores la han identificado como Olga Kolobova, era oficial de carrera de GRU e hija de un coronel de ese país.
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La espía rusa que se infiltró en la OTAN
María Adela se movió entre Roma, Malta y París, pero finalmente se instaló en Nápoles en 2013, sede del Comando de Fuerzas Conjuntas Aliadas de la OTAN. En la ciudad abrió una joyería llamada Serein y llevó una activa vida social.
En 2016 inauguró una galería conceptual en el Palazzo Calabritto, en la esquina de Piazza dei Martiri: “el nuevo lugar de encuentro para los fanáticos de todo lo que rima con lujo”. Medios reportan que una multitud de celebridades asistieron al evento, entre ellos, un gerente del consulado de EE. UU.
De acuerdo a la investigación, la mujer asumió la secretaría del Club de Leones internacional en la sucursal de Nápoles, (fundada por oficiales de la OTAN en Lago Patria, el logo es el símbolo marcial de la Fuerza Conjunta Aliada) donde pudo tener amistad con muchos miembros de la organización y aliados.
La mujer entró en contacto con figuras clave de la OTAN y la Marina de Estados Unidos. Ningún agente ruso había podido penetrar tan profundamente a la Alianza Atlántica: los miembros son soldados, empleados o técnicos de la OTAN o de la VI Flota de EE.UU.
En el club, la agente rusa logró crear una basta red de relaciones con oficiales de la OTAN y aliados, incluso tuvo una relación sentimental con uno de los líderes del Comando Atlántico, de acuerdo al medio citado.
Entre las personas que tuvieron contacto con la mujer estuvo la Coronel Shelia Bryant, entonces Inspectora General de las Fuerzas Navales Estadounidenses en Europa y África quien dudaba sobre los orígenes de la joven. “Me pareció una historia confusa y poco convincente. ¿Por qué alguien debería abandonar a su hija en la Unión Soviética?”, señaló Bryant.
“Era difícil entender de dónde sacaba el dinero: había abierto una tienda y muchas veces cambiaba de piso en las zonas más bonitas de la ciudad sin fuentes de ingresos creíbles —señala la Coronel Shelia Bryant—. Nunca hablé de política con ella y tenía acceso limitado a información militar confidencial que podría ser de interés para GRU: mi esposo y yo hemos limitado nuestras relaciones a las interacciones sociales. Recuerdo que tenía relaciones no solo con oficiales y funcionarios estadounidenses, sino también con belgas, alemanes e italianos. Tratábamos de ayudarla en lo que parecían ser sus problemas amorosos con los hombres…”
Christo Grozev, director ejecutivo e investigador principal de Bellingcat, señaló en una entrevista que se topó con el rastro de un posible GRU ilegal cuando revisaba una base de datos filtrada de cruces fronterizos de Bielorrusia.
Grozev descubrió que viajaba con varios pasaportes rusos con números de serie en un rango utilizado por otros agentes conocidos de la GRU, incluido un oficial que había sido acusado por el presunto envenenamiento con novichok del traficante de armas búlgaro Emilian Gebre.
La pista de María Adela se perdió en septiembre de 2018, cuando Bellincat y The Insider publicaron los nombres de los espías rusos que intentaron envenenar al ex agente Sergey Skripal y al productor de armas búlgaro Emil Gebrev, tras lo cual la espía abandona Nápoles hacia Moscú sin dejar rastro.
La investigación no ha podido saber qué información obtuvo la espía, tampoco si pudo sembrar algún virus informático en los teléfonos y computadoras de los miembros de la OTAN, pero sí se tiene certeza de que “entró en contacto con figuras clave de la OTAN y la Marina de los EE.UU.”, en base a la investigación.