El gas licuado se comercializa a un precio exorbitante en Megantoni, el distrito gasífero más rico del Perú. Especialistas en hidrocarburos explican a qué se debe esta contradicción.
El gas de Camisea es un lujo en la misma Camisea, debido a una complicada estructura logística que muy pocos advierten. (Foto: Difusión)
La explotación de Camisea ha convertido al municipio de Megantoni (Cusco) en uno de los más ricos del Perú, gracias al dinero que recibe por el millonario canon gasífero. Sin embargo, parte de su población no se beneficia de este recurso energético debido a su elevado precio: hasta S/69 el balón, cuando en Lima llega hasta S/52, según Osinergmin.
“¿Cómo es posible que a dos horas de donde se produce el gas [de Camisea] tengamos que pagar un balón de gas por 50 o 55 (o más) soles? Eso es lo que mortifica a la población. Tremenda desigualdad, tremenda injusticia”, se quejaba un poblador de Megantoni en un reportaje televisivo propalado el pasado domingo.
¿A qué se debe esta aparente incoherencia? ¿Y qué se puede hacer para remediarla?
GAS ENVASADO
Antes de responder estas preguntas, necesitamos identificar primero el objeto de este descontento popular.
Nos referimos en este caso al gas licuado envasado en balones, el cual es uno de los dos productos finales que tienen su origen en el yacimiento de Camisea. El otro es el gas natural.
“Lo que sucede es que la población confunde el gas natural con el gas licuado (GLP). A lo que se refiere este reportaje es al gas licuado, producto cuyo mercado nacional es proveído en un 80% por Camisea y en un 20% por importaciones”, apunta Aurelio Ochoa, expresidente de Perú-Petro.
Los hogares de Camisea y del Cusco, al igual que otras regiones de la sierra y la selva, solo recurren al gas licuado para cocinar sus alimentos. No al gas natural, que es un recurso al cual solo pueden acceder, hoy en día, los hogares de la costa, debido a que las urbes costeras sí cuentan con redes de ductos (su forma estándar de transporte).
Cusco, carente de infraestructura de este tipo, solo puede ufanarse de una aplicación practica para el gas natural: un solitario grifo, instalado gracias al esfuerzo de Limagas y Pluspetrol en enero pasado.
Por el contrario, depende mucho del gas licuado, el segundo combustible más usado en el Perú luego del diesel. Pero ¿Qué diferencia al gas licuado del gas natural?
GAS Y LÍQUIDOS DE GAS
Poca gente lo advierte, pero el yacimiento de Camisea produce dos tipos de hidrocarburos: gas natural seco y líquidos de gas natural (LGN), que son la materia prima del gas licuado.
Ambos tienen composiciones químicas diferentes. El gas natural seco está formado por metano, que es el combustible fósil más limpio. Mientras que los LGN están conformados por una serie de compuestos, como propano, butano y etano, principalmente.
Víctor Sanz, profesor de geología de la UNI, explica que ambos son fácilmente reconocibles por su estado físico.
“El gas natural seco se encuentra en el subsuelo en forma de gas, y cuando sale a la superficie sigue estando en estado gaseoso. Los LGN, por otro lado, se encuentran bajo la tierra en forma de gas, pero cuando salen se convierten en un líquido ligero (tenue)”, señala.
El gas natural es incoloro e inodoro, por lo que no es fácilmente discernible a simple vista. Todo lo contrario de lo que ocurre con los LGN.
Sanz los describe como líquidos “parecidos a la gasolina o al petróleo ligero”, una característica que los hace más caros y valiosos que el gas natural: cuestan casi tanto como un barril de petróleo y, como este, son procesados en refinerías para producir otros productos. El gas licuado es uno de ellos.
Para que los LGN se conviertan en gas licuado, sin embargo, tienen que recorrer un largo trayecto. Y ese es uno de los principales motivos de que cueste tan caro en Camisea.
EL COSTO DEL TRANSPORTE
“Camisea no produce gas licuado. Para producirlo, los LGN son transportados hasta Pisco [en un poliducto que corre paralelo al ducto de gas seco]. El 80% del gas licuado que el país consume se produce allí y el 20% restante viene de importaciones”, apunta Felipe Cantuarias, presidente de la Sociedad Peruana de Hidrocarburos (SPH).
La planta de fraccionamiento de Pluspetrol en Pisco produce diesel, nafta y gas licuado, el cual es despachado en “a través de camiones cisterna que se trasladan por toda la zona sur del país y también a través de buques hacia terminales del Callao para su distribución en Lima”, explica Pluspetrol.
De esta forma, los LGN, convertidos en gas licuado, son devueltos a Camisea ‘a lomos’ de una larga cadena de comercialización por vía terrestre y fluvial, en la que intervienen decenas de actores distintos al Consorcio Camisea.
Esta logística explica su elevado costo en la selva. Pero no se trata solo de eso. A ello se añade una logística “con altísimo nivel de informalidad, que se queda con un alto margen de ganancias”, añade Cantuarias.
De acuerdo a un reciente estudio de Macroconsult, el 35% a 38% del precio de un balón de gas licuado de 10 kilos corresponde al productor, en este caso el Consorcio Camisea. El 65% restante se explica por la cadena de distribución y comercialización y por el Impuesto General a las Ventas (IGV).
En la práctica, explica Abel Camasca, gerente general de la Asociación de Empresas Envasadoras de gas licuado, un balón de 10 kilos “en la puerta” de Pluspetrol cuesta S/26, monto al cual se añaden otros S/20 o S/24 a lo largo de la cadena de distribución y comercialización, y S/7 o S/8 por concepto de flete para llevarlo a la selva.
“Eso explica que un balón de gas cuesta S/50 o más en provincias. Eso es bastante caro y ocasiona que la población diga que el gas licuado no le sirva para nada en la forma como lo reciben”, anota Camasca.
Pero, ¿qué se puede hacer para abaratar el precio del balón de gas?
KEPASHIATO Y EL FISE
Una alternativa para que el gas licuado llegue de forma más económica a Camisea consiste en producir gas licuado en esta misma región.
De acuerdo a Aurelio Ochoa, ello se lograría retomando el desarrollo de la planta de fraccionamiento de Kepashiato, un proyecto que espera ver la luz desde el 2006, y al cual el gobierno regional del Cusco pone fuerza, aunque sin gran apoyo del estado peruano.
El por qué no se ha ejecutado hasta ahora se explica por su baja rentabilidad: la demanda de gas del mercado cusqueño es más baja que la de cualquier gran urbe de la costa (razón por la cual sí hay una planta de fraccionamiento en el litoral).
Por esta razón, Ochoa aconseja visualizar la planta de Kepashiato como un polo de suministro de gas licuado no solo para el Cusco, sino para toda la selva y la sierra sur.
“Kepashiato podría surtir el mismo efecto que Bolivia surte en Puno, porque hará que los costos sean más competitivos. Por un lado, proveería gas licuado más barato, y por otro, combatiría el friaje, mientras se concretan otros proyectos con gas natural, como el gasoducto surperuano y el proyecto Siete Reiones”, señala.
Por el contrario, Felipe Cantuarias considera que una solución menos costosa y más practicable es la entrega de subsidios con cargo al canon gasífero.
Se trata, explica, de usar los recursos del canon para incrementar el Fondo de Inclusión Social Energético (Fise), el cual otorga vales para la compra de balones de gas licuado a las familias de extrema pobreza.
“Se trata de aplicar un subsidio directo para que las familias más pobres, como las de Megantoni, puedan adquirir más fácilmente un balón de gas. Si estas reciben S/40 en vales, un balón de S/50 les terminará costando sólo S/10“, explica.
Detalla que esto se puede complementar con la entrega de cocinas portátiles a gas, como se aplica en Puno para combatir las heladas.