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Opinión

Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara: Violencia sexual y la política

UN POLÍTICO MISÓGINO Y VIOLENTO ES UN AGRAVIO

El fenómeno de la violencia contra las mujeres en política está ganando cada vez más atención por parte de diversos actores alrededor del mundo. El acoso y abuso sexual por parte de los más poderosos no es un tema nuevo.

Lo que realmente es nuevo es lo que está sucediendo en buena parte del planeta. En el Perú un congresista fue acusado por una mujer funcionaria administrativa del congreso de la Republica del Perú, de abuso sexual. El abuso de poder es cuando una autoridad, superior o dirigente sobrepasa el ejercicio de sus funciones exigiéndole a un subordinado, a partir de amenazas como ser la pérdida del empleo o de cualquier otro beneficio, que realice determinadas acciones o actividades que no se encuentran entre las que debería desarrollar.

La empleada funcionaria administrativa del Parlamento denuncio al congresista Freddy Díaz de Alianza para el Progreso que preside la comisión de defensor del Pueblo. La funcionaria administrativa denuncio al Congresista de violación sexual. De acuerdo con la víctima, el hecho ocurrió en una de las oficinas del Congreso ubicada en el Jirón Azángaro, en el Centro de Lima, a horas de la madrugada. La mujer revelo que tomó bebidas alcohólicas con el congresista mientras conversaban de asuntos “laborales”, y luego habría sido víctima de violación, cuando se encontraba bajo la influencia del alcohol sin su consentimiento.

El abuso sexual y el poder

El abuso sexual es un tipo de actividad en el que la víctima no da su consentimiento. Un atacante puede usar la fuerza física o amenazas, o darle drogas o alcohol a su víctima para abusarla sexualmente. El abuso sexual también puede ser verbal, visual o sin contacto. Es cualquier situación en la que se fuerza a una persona a participar en una actividad sexual o en la que se expone visualmente a una persona a contenido sexual.

El Consentimiento se refiere a un “si” claro para realizar una actividad sexual. Decir “no” no significa que no diste tu consentimiento. El contacto sexual sin consentimiento es abuso sexual o violación. Muchos atacantes o abusadores sexuales usan el alcohol para emborrachar a su víctima y para que no esté en condiciones de dar su consentimiento, entender qué está sucediendo o recordar el ataque. Pueden aprovecharse de la víctima que ya había bebido o alentarla a beber más de lo que usualmente bebe.

Algunos agresores también usan otras drogas, tales como éxtasis, marihuana o pastillas con receta. Puede que le den drogas a una persona que las consume por propia voluntad, o pueden drogarla sin su consentimiento. Una persona borracha, drogada o bajo los efectos de las drogas no puede dar su consentimiento. Sin consentimiento, cualquier actividad sexual es abuso sexual.

Cada día se conocen nuevas acusaciones de mujeres, muchas de ellas hoy exitosas profesionales, que cuentan lo que tuvieron que padecer frente a los abusos de quienes fueron sus jefes, entrenadores o managers.

La violencia sexual en América Latina

En América Latina este fenómeno de la violencia contra las mujeres en política está ganando cada vez más atención por parte de diversos actores alrededor del mundo. Este fenómeno, son actos de violencia y ocaso sexuales que no sólo violan los derechos políticos de las mujeres y niñas sino otras leyes, que la legislación es insuficiente dada la impunidad rampante en cuestiones criminales, y que otros actores y políticas públicas deberían encargarse de este problema.

Esta violencia es mucho más que un problema criminal, puesto que pone retos a la democracia, los derechos humanos y la igualdad de género en tanto que leyes que no son efectivas, pueden desempeñar un papel normativo muy importante, calificando estos actos como un “problema”, sin entender el tejido social, de una cultura de violencia sexual aprendida.

La trivialización del abuso sexual

La dilación de justicia, o más bien su ausencia, la mecánica encubridora que favorece la perpetuación de la impunidad, han tenido efectos devastadores en miles de personas violentadas, torturadas, maltratadas por familiares, por empleadores, personajes influyentes o políticos. Es lamentable que, desde la tribuna del poder, se trivialicen la violencia sexual y la violación de derechos humanos mientras se estigmatiza a las voces incómodas de las víctimas y críticas. Minimizar o negar las acusaciones de violación sólo confirma que la integridad y la vida de las mujeres no le importan al poder. Promover a un político misógino y violento es un agravio.

Miami Septiembre 2022

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