Las partes coinciden en llegar a un acuerdo para empezar a acabar con la violencia y la exclusión en el paí
Tomás José Sanabria era un arquitecto en sus treinta maravillado con la escuela Bauhaus cuando recibió el encargo de levantar un hotel en la cima del cerro Ávila. Su vista domina toda la ciudad de Caracas. A determinadas horas de día, los clientes caminan por sus pasillos con la sensación de flotar entre las nubes, que se esparcen bajo sus pies tras las cristaleras que dominan todo el conjunto. En ese enclave, la delegación del Gobierno de Colombia y los guerrilleros del ELN han mostrado este lunes una sintonía total durante su primer día de conversaciones. El ambiente ha sido relajado, sin ningún momento que haya incomodado a nadie. Parecía de lo más normal que el representante de los ganaderos, José Félix Lafaurie, el miembro más derechista de la delegación encargada por Petro, charlara animadamente apoyado en una muleta con Pablo Beltrán, el jefe de negociadores de grupo armado, un hombre que hace 50 años se inició en la guerrilla cuando era estudiante de ingeniería petroquímica. No es fácil encontrar en el universo dos planetas más distantes.
Caracas ha sido el lugar elegido para el inicio de las conversaciones, lo que supone un punto a favor para el chavismo, que con la llegada de Petro al poder se ha reenganchado a la escena internacional. Sin embargo, se espera que las conversaciones se lleven a cabo también en Cuba y Noruega. En las conversaciones con el Gobierno de Santos ya se contemplaba una sede rotativa entre varios países latinoamericanos –Ecuador, donde arrancó la fase pública, pero también Brasil, Venezuela, Chile o Cuba–. Ese escenario vuelve a estar abierto ahora que la región vive una ola de gobiernos progresistas después de una década en la que apenas tuvieron presencia.
Las partes emitieron una declaración conjunta en la que señalaban que volver a negociar era una exigencia de los territorios rurales y urbanos que padecen la violencia y la exclusión en Colombia. “Priorizando a los sectores históricamente marginados para un presente y un futuro de dignidad, derechos plenos y democracia auténtica para que Colombia sea una potencia de la vida humana”, continuaba el texto. Las últimas seis palabras las esgrimió en campaña electoral el presidente Petro, una muestra más de que el discurso que mantienen unos y otros es coincidente en muchos aspectos.
Lo demostró también Beltrán, que dijo esperar en el Gobierno un interlocutor con los mismos intereses. “Entendemos el momento de cambio que vive Colombia, en las calles y en las urnas, y que exige que haya cambios de fondo. Entendemos ese momento, nos hacemos responsables. Esta mesa, apuntamos a que sea un instrumento de esa ola de cambios que pide la sociedad, y esperamos no fallar”, agregó. El clima de inicio era muy diferente al que se vivió entre el Gobierno y las FARC con Juan Manuel Santos, donde las dos delegaciones se mostraban más reticentes y cautelosas. En juego había muchas más muertes y un clima bélico en el aire. Años atrás, al levantarse de una mesa, un guerrillero ciego que se llamaba Jesús Santrich se despidió así de los negociadores del Gobierno: “Nos vemos dentro de 10.000 muertos”.
El encargado de Petro en los asuntos de paz, Danilo Rueda, un hombre que destaca desde lejos por unas gafas gruesas de madera color mostaza, explicó que en cuanto se llegue a un acuerdo parcial, comenzará a cumplirse. Eso debe dar seguridad a los guerrilleros de que no les van a dejar de lado en cuanto dejen las armas. Se mostró confiado en llegar a un acuerdo con ellos y así conseguir superar “dinámicas de muerte”. Confirmó que habían conectado las partes: “Hemos encontrado en pocas horas sintonía con la delegación de paz del ELN. Este es un momento histórico y no podemos ser menores ante la responsabilidad que tenemos con las generaciones presentes y futuras”.
Al frente de la negociación, Petro ha puesto a un viejo amigo con quien militó en el M-19, Otty Patiño. Es politólogo y tiene 77 años. Una elección nada extraña, el Gobierno de Petro está lleno de políticos muy veteranos, aunque sus dos personas más cercanas en el día a día no han cumplido los 30. Patiño recordó que hace casi 40 años el M-19 entregó las armas tras negociar con el Gobierno y abrir una discusión para cambiar la Constitución, cosa que acabó ocurriendo. De ahí salió el texto más progresista de la historia de este país. “Fue una paz precaria, pero abrió las puertas para una institución que proclamó el Estado de derecho”, dijo, y agregó una queja habitual entre políticos de izquierdas: el país tiene leyes y artículos constitucionales progresistas, pero nunca se han llevado a la práctica. Aseguró que la actitud de la delegación del ELN ha sido seria, amable y responsable. “Están disposición de llegar a la paz real”.