El deporte, como todo con el paso del tiempo, ha cambiado. Hoy es normal ver los goles que ocurren al otro lado del mundo en tiempo real. Antes no sucedía así. Imaginemos estar en el año 1958, en Suecia, sumidos en una sociedad distinta a la de hoy. Un equipo que atravesó el atlántico viene con el objetivo de saldar su gran deuda pendiente. Entre las figuras de amarillo destaca un niño. Solo 17 años y una habilidad que para los europeos parece de otro mundo. Ese es Pelé. Hoy, mencionarlo es idioma universal. Y su nombre es, desde ahora, eterno. A los 82 años, ha fallecido. Hacía semanas que estaba complicado por un cáncer. El mundo está impactado.
Edson, su nombre. Dico, su primer apodo. El que le pusieron los niños con quienes jugaba a pie descalzo en Bauru, cuando ser futbolista era tan solo un sueño. Nació en Três Corações, una localidad que hoy en día cuenta con poco más de 70 mil habitantes. Claro que en 1940, año en que Pelé aterrizó en el mundo, era mucho más pequeñA. Siendo un infante se mudó al nombrado Bauru con su familia.
Hijo de João Ramos do Nascimento, “Dondinho”, futbolista frustrado por su rodilla, y Maria Celeste Arantes. A su padre le prometió que ganaría el Mundial, mientras lo veía llorar tras el Maracanazo. A esta altura, todos conocen esa historia. Era fanático de un arquero —quién lo diría— llamado Bilé, como él lo pronunciaba “Pilé”, lo apodaron Pelé.
Su nombre llegó a todos los rincones del mundo. Como en la época de los juglares de la Edad Media, Pelé era un mito que se traspasaba de forma oral. No todos tuvieron el privilegio de verlo jugar, pero la mayoría conocía sus características.
Veloz como una gacela, visión de halcón, el juego aéreo de avión y la potencia en el disparo de un cañón. Se le definía como el futbolista perfecto. Hacía goles, pero también generaba juego en su equipo. Cuando estaba en cancha, sus compañeros eran mejores. A los especialistas los dejaba fascinados, a los hinchas, impactados.
No fue el primer ídolo brasileño, pero si el más transversal. Desde que debutara en el Mundial de 1958, al tercer partido de la fase de grupos, no hubo futbolero de la época que no supiera quien es Pelé. El fenómeno traspasó fronteras. En Brasil ya tenía estatus de promesa. Antes de cumplir 16 convertía sus primeros goles. Por eso lo llevaron a la cita planetaria siendo menor de edad. Por eso no lo bajaron de la convocatoria pese a tener un problema en su rodilla.
En Suecia se ausentó de los primeros dos partidos. Pero desde su estreno ante la Unión Soviética, en el cierre de la fase grupal, comenzó una escalada que no tendría fin hasta el día de su despedida.
En 1959 comenzó a salir de gira con el Santos, su club. Recorrió catorce países. Era la estrella, el motivo de los estadios llenos. En esos primeros años de carrera, temporada tras temporada, Pelé tenía más goles que partidos jugados. Hacía de a dos o tres por encuentro.
Fue uno de los primeros futbolistas globalizados. Fenómeno que por esos tiempos gozaba Alfredo Di Stefano. O Rei lo logró sin jugar jamás en un equipo europeo. Sus números personales son increíbles, pero grupalmente también lo consiguió todo: seis veces el Brasileirao, dos Libertadores, siempre acompañada de la Intercontinental e incontables campeonatos paulistas, en total fueron veinte títulos en Santos. A eso debemos sumarle una Liga de Norteamérica y, como nadie, tres Copas Mundiales de la FIFA.
La expectativa que se armó en Chile para la Copa de 1962 es indescriptible. Pelé, el rey del fútbol, llegaba al país con su mejor dupla en aquel momento: Garrincha. Sin embargo, una de las pocas lesiones que sufrió el 10 fue aquella en la ingle, que lo privó de jugar su segundo Mundial de forma integra. Al final, Brasil ganó igual, de figura actuó Garrincha y el reemplazante del astro fue Amarildo.
Los mundiales se le estaban dando bien a Brasil. Para el 66 llegaron como favoritos. Con la base de 1962, más el técnico de 1958, Vicente Feola, que retornaba tras el paso de Aymoré Moreira, quien los dirigió en Chile, arribaron a Inglaterra. Sin embargo, el fracaso fue rotundo: una victoria y dos derrotas. Pelé molido a patadas y el avión de vuelta a casa en primera fase por segunda vez en la historia —la primera fue en 1934—. Todo salió mal. Pelé, abrumado por las últimas dos experiencias, dio un paso al costado. No seguía en la Canarinha.
Claro que su historia no puede terminar así. En 1969 volvió a la verdeamarela, con Joao Saldanha al mando. Con el ex DT del Botafogo, Pelé tuvo enfrentamientos públicos. No le gustaba su manera de llevar las cosas en la selección. Al pelearse también con Joao Havelange, el dirigente optó por sacarlo y ubicar al otrora futbolista, Mario Zagallo. Ex compañero de gran parte de la plantilla. El Lobo mantuvo la base de Saldanha y así apareció el equipo de los diez. Con Pelé como estandarte. La mejor selección de la historia, para muchos. En México, Brasil le ganó a todos, marcó 19 goles en seis partidos y dejó un sello que cincuenta años después sigue siendo insuperable.
A los 29 años, el rey se probó la corona por tercera vez. En la barrera de los 30, Pelé dejó su selección, ahora para siempre. En Santos las giras continuaron, pero los títulos dejaron de abundar. A mediados de los ‘70, su carrera dio un giro.
Estrella en Estados Unidos
El paso de Pelé por Norteamérica partió convulsionado. El crack quería vivir tranquilo. Fuera del fútbol. Sin embargo, una serie de malas inversiones lo obligaron a postergar su retiro.
El banco le quitó más de cuarenta propiedades. Por eso aceptó la millonaria oferta que Clive Toye le puso sobre la mesa. El empresario había intentado convencerlo de irse a Estados Unidos en el pasado, sin embargo, la respuesta era siempre negativa.
Cuando Pelé debutó en el Cosmos llevaba un semestre alejado de la actividad. Aquello no fue un impedimento para marcar un gol y dar una asistencia en el debut. Su presencia provocó que el Cosmos llevase el doble de gente a los estadios y que otras figuras mundiales se decidieran a terminar su carrera en el país del norte.
Cuando decidió que era el momento de decirle adiós al fútbol de forma definitiva tenía 36 años. Asistieron más 75 mil personas al Giants Stadium de Nueva York. El partido fue entre el Santos F.C y el New York Cosmos. El 10 jugó un lado para cada equipo y ganó el elenco norteamericano por dos a uno. Pelé marco uno de los tantos.
Después del retiro
Luego de abandonar la profesión, Pelé —como cualquiera hubiera esperado— siguió ligado al fútbol por el resto de su vida. En 2016, la revista France Football aseguró que si en la época del brasileño hubiesen optado los sudamericanos al Balón de Oro, él hubiese tenido siete: 1958, 1959, 1960, 1961, 1963, 1964 y 1970. Para compensar el cambio de regla, la publicación le otorgó uno honorifico en el año 2013.
Fue nombrado Ciudadano del Mundo, por las Naciones Unidas, en 1977, misma institución que le otorgó el rango de Embajador para la Ecología y el Medio Ambiente. Fue el Ministro Extraordinario de Deportes de Brasil entre 1994 y 1998. La FIFA lo eligió como el mejor del siglo en el año 2000 y en el 2020 fue incluido como el mediocampista ofensivo del Dream Team histórico del Balón de Oro.
Ese fue Edson. Ese fue Pelé. El incomparable. Quien entrará por siempre en las discusiones del mejor. El futbolista que le devolvió la alegría eterna a Brasil. Un crack que repletó estadios al rededor del mundo con gente que solo quería verlo a él.