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Internacional

Rusia ultima una triple ofensiva para ocupar todo Donbás y avanzar en el frente sur

Las autoridades ucranias, los servicios de inteligencia occidentales y medios independientes rusos dan por hecho que el ataque será en febrero

CRISTIAN SEGURAJAVIER G. CUESTA

Casi un año después de iniciar la invasión, Rusia ultima una nueva acometida militar a gran escala contra Ucrania. El ministro de Defensa ucranio, Oleksii Reznikov, confirmó el domingo en rueda de prensa lo que los servicios de inteligencia occidentales y los militares en el frente llevan días advirtiendo: las tropas rusas están acumulando fuerzas para una inminente triple ofensiva: desde las dos provincias que conforman la región de Donbás (Lugansk y Donetsk) y desde el frente sur, en Zaporiyia. El objetivo del Kremlin, según el Gobierno ucranio y medios independientes rusos, es conquistar toda la región oriental de Donbás en primavera.

Reznikov indicó que las autoridades ucranias esperan que Rusia comience su campaña en febrero, con el objetivo de hacerse por completo con Donbás y, desde el frente en Zaporiyia, ampliar el territorio bajo su control para garantizar la seguridad del corredor militar que conecta por tierra la frontera rusa con el mar de Azov y Crimea. EL PAÍS visitó la semana pasada el frente de Zaporiyia y diferentes brigadas en la línea cero de combate concluyeron que la calma de las dos últimas semanas al otro lado del frente indicaba que el enemigo está acumulando tropas y munición para un ataque.

Oficiales de la 102ª Brigada de las Fuerzas de Defensa Territorial en Zaporiyia explicaron que el objetivo ruso no es avanzar hacia la capital de la provincia, sino sitiar las posiciones ucranias en Donetsk desde el sur. El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), centro de análisis de referencia del conflicto en Ucrania, comunicó la semana pasada indicios del movimiento de tanques rusos hacia el frente de Zaporiyia, pero para atacar sobre Vuhledar, en Donetsk. El principal esfuerzo militar ruso en Donetsk se está produciendo en la batalla de Bajmut, con avances lentos pero constantes. El ISW incide en que el principal golpe ruso lo prevé en el frente de Lugansk. Ucrania consiguió recuperar una pequeña porción de Lugansk en otoño desde Járkov, tras expulsar a los rusos de esta provincia.

Rusia redobló en noviembre su apuesta para conquistar Bajmut, y tres meses después, todavía no lo ha conseguido. Las probabilidades de que ocupe todo Donbás durante la primavera son nulas, según el Gobierno ucranio.

Ambos ejércitos están embarcados desde enero en una carrera a contra reloj para preparar respectivas ofensivas para finales de invierno o principios de primavera. En una reciente entrevista con EL PAÍS, Oleksiy Melnik, codirector del centro de estudios de defensa Razumkov, explicaba que el tiempo es oro, porque quien inicie primero la campaña de ataque forzará al otro bando a cambiar sus planes. Y Rusia ha tomado la delantera. El ISW concluía en un informe del 29 de enero que los retrasos en la provisión de nuevo armamento por parte de los aliados internacionales habrían cerrado la ventana de oportunidad de Ucrania para lanzar la contraofensiva antes.

El contratiempo de alargar las negociaciones

El ISW señalaba que han supuesto especialmente un contratiempo las extenuantes negociaciones para proveer nuevos sistemas de defensa antiaérea (sin mencionarlos explícitamente, el ISW se refería a los estadounidenses Patriot y a los franco-italianos Mamba), los tanques pesados y los misiles de largo alcance. Estados Unidos aprobó la semana pasada el suministro a Ucrania de los misiles de máxima precisión GLSDB, con un alcance de 150 kilómetros. Los GLSDB serían fundamentales para el bando ucranio para interrumpir la cadena de suministro de armamento y combustible en la retaguardia rusa, y para destruir puestos de mando del ejército enemigo.

Reznikov subrayó el domingo que Rusia había adaptado su cadena de suministro y bases del alto mando para estar fuera del radio de acción de los Himars, la artillería aportada por Estados Unidos, con un alcance de 80 kilómetros, y que fue clave en la contraofensiva ucrania del pasado otoño que liberó las regiones occidentales de la provincia de Jersón. El ministro de Defensa confirmó que en febrero no podrán contar con todo el nuevo armamento occidental acordado en las últimas semanas, con especial mención a los tanques Leopard que tienen que ser aportados por una coalición de 12 países. Reznikov subrayó que es necesario formar a las unidades que operen este armamento. Fuentes del sector de defensa estadounidense apuntaron a la agencia Bloomberg que los GLSDB, por ejemplo, requieren nueve meses de plazo antes de estar operativos en Ucrania.

Los tanques occidentales son fundamentales para que las Fuerzas Armadas ucranias lancen una contraofensiva. A diferencia de los éxitos en Járkov y Jersón del verano y otoño, las líneas rusas se han fortificado y ya no es posible romperlas solo con unidades pequeñas y rápidas de 12 soldados protegidos con vehículos blindados ligeros. Militares entrevistados por EL PAÍS este enero en los frentes de Lugansk, Bajmut y Zaporiyia aseguraron que tienen un importante déficit de munición para sus principales armas, las de origen soviético. Reznikov garantizó que su ejército está acumulando recursos para hacer frente a la ofensiva rusa.

Ofensiva por el norte, improbable

Desde el lado ruso todo apunta también a una gran ofensiva inminente. Varias fuentes cercanas a la dirección de sus Fuerzas Armadas contaron esta semana a los medios independientes Vazhnye Istorii y Novaya Gazeta Europa que la ofensiva es un deseo expreso del presidente, Vladímir Putin. “Los generales están listos para convertir en carne picada a decenas de miles de combatientes para complacer el capricho del alto mando”, relataba el informante de este último periódico, fundado por periodistas exiliados del diario que recibió el premio Nobel de la paz el pasado año.

Según este miembro del mando ruso en las tropas ocupantes en Ucrania, sus fuerzas se enfrentan a dos problemas graves. El primero, que los ucranios “reciben de los servicios de inteligencia occidentales datos absolutamente precisos de todos nuestros movimientos”, lo que facilita su bombardeo con armas de largo alcance. El segundo, mantener lo conquistado a costa de grandes pérdidas debido al estiramiento de las líneas logísticas y el sabotaje: “En lugar de asentamientos, obtenemos un paisaje lunar con los restos de una población que nos odia”.

Tanto los servicios de inteligencia ucranios como los estadounidenses descartan que Rusia pueda llevar a cabo una nueva ofensiva desde Bielorrusia sobre Kiev o desde sus provincias al norte de Ucrania, porque no se han detectado un número de tropas que indiquen que esta operación sea posible. A tenor de los comentarios de los militares rusos, el optimismo no reina entre sus filas. “Los planes para llegar a Kiev han sido trazados de nuevo, pero solo porque el liderazgo del país lo exige. Nadie cree en su cumplimiento, será un suicidio”, contó a su vez otra fuente próxima al Ministerio de Defensa al periódico Vazhnye Istorii. Según su versión, los propios militares hablan de “pánico” porque consideran que el Kremlin evalúa mal sus posibilidades e infravalora su escasez de armamento de alta calidad.

Otra fuente próxima al alto mando ruso citada por ese diario recalca que la idea de avanzar hacia Kiev es absurda y la prioridad de sus generales debe ser fortalecer la defensa en el flanco sur, el corredor entre Donbás y Crimea. Según los militares, los rumores de una ofensiva desde Bielorrusia solo pretenden desinformar a Kiev para que desvíe a ese frente parte de sus tropas.

Movilización en Rusia

La ofensiva rusa podría venir acompañada del discurso que Putin rechazó dar ante el Parlamento el pasado año pese a ser un mandato constitucional. En Rusia no se espera que la orden de atacar llegue en ninguna fecha simbólica. Según las agencias de noticias estatales, su intervención ante la Asamblea Federal podría tener lugar el 20 o el 21 de febrero, y el mandatario no ofrecería ningún mensaje a la nación por el primer año de guerra el 24. En Kiev, sin embargo, se da por hecho que el Kremlin prepara un golpe de efecto para el aniversario de la invasión.

Los analistas occidentales consultados por EL PAÍS en las últimas semanas coinciden en que el poder militar ruso en Ucrania se sostiene sobre dos pilares. Uno es que cuenta con más artillería y munición, y el otro, que posee muchas más tropas para ser enviadas al frente en oleadas casi suicidas, en las que no impera la lógica táctica, sino la simple estrategia de ocupar una posición a costa de perder vidas humanas. Oficialmente, el Ministerio de Defensa ruso llamó a filas a 300.000 personas en otoño, a las que se habrían sumado otros 18.000 voluntarios, según Putin. Sin embargo, fuentes de presidencia dijeron a varios medios rusos que el decreto de movilización prevé contar incluso con un millón de reclutas. El documento contiene al menos una cláusula secreta, aunque el Kremlin ha negado esa cifra.

El gran riesgo que corre Putin con su nueva ofensiva es que la guerra llega a cada vez más hogares. Aunque gran parte del personal movilizado ha sido destinado a formar una reserva en la retaguardia y ha podido recibir una formación mínima, otros miles de reclutas ya han sido enviados al frente directamente. “No hay palabras. Tengo varios conocidos a los que llamaron en octubre y algunos de ellos han muerto”, cuenta a este periódico una mujer oseta de 30 años que ahora reside en Moscú.

En el caso de necesitar más tropas tras su nueva ofensiva, el Kremlin se enfrentaría a un problema. El general y diputado de la Duma Estatal Andréi Guruliov subrayó este fin de semana que no ve factible realizar una segunda movilización “en al menos medio año” debido a las limitaciones de la industria bélica rusa para suministrar equipamiento y armas. Por su parte, el presidente del Comité de Defensa y Seguridad de la Cámara alta del Parlamento, Víktor Bondarev, también descartó una segunda movilización “a corto plazo”.

En opinión de la politóloga Tatiana Stanovaya, “la intriga sobre la ofensiva rusa es una cuestión secundaria, incluso tramposa, ahora”. “La pregunta principal es si la guerra debe ser larga o corta”, añade. Según escribe en Telegram esta experta, el Kremlin es consciente de su derrota debido al aumento de la ayuda occidental a Kiev. Por tanto, el objetivo de Putin ahora, más allá del territorio, “es hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que Occidente se dé cuenta de este escenario, por lo que tratará de romper la lógica de la guerra rápida” con sus futuros movimientos.

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