Tras un año 2022 marcado por unos ingresos disparados por venta de petróleo y materias primas, la situación de Rusia ha dado un giro de casi 180 grados. Ahora, Moscú tiene que seguir financiando la guerra (eso no ha cambiado), pero tendrá que hacerlo con unos ingresos muy inferiores a los del año pasado, lo que deja en duda su capacidad para seguir gastando sin poner a funcionar la impresora del Banco de Rusia (lo que tendría consecuencias fatales para la inflación) o desenterrando su ‘tesoro oculto’: activos que tiene en países aliados y reservas de divisas y oro (activos que tiene Rusia acumulados de superávits por cuenta corriente pasados), a riesgo de dejar este cofre casi vacío.
Algunos indicadores económicos ya dejan entrever que Rusia va a tener que agudizar aún más su ingenio para mantener las cuentas cuadradas o evitar una crisis fiscal. El déficit público ya se ha disparado en los primeros meses del año, mientras que el precio del petróleo no para de bajar.
El crudo Brent ha perdido más de 10 dólares en pocos días (cotiza en 75,7 dólares el barril) ante los ‘vientos’ de crisis financiera que están azotando a medio mundo, mientras que el barril de los Urales (referencia en Rusia) cotiza al son del barril de Brent, pero con un descuento que oscila entre los 25 y los 30 dólares (producto de las fuertes sanciones de la UE y el G7). Además, los últimos datos mensuales revelan que Rusia redujo sus exportaciones en 500.000 barriles, lo que erosionó aún más sus ingresos.
La Agencia Internacional de la Energía pone cifras a la nueva realidad petrolera de Rusia en su último informe mensual. “Un año después de la invasión rusa de Ucrania, el país sigue enviando una cantidad similar de petróleo a los mercados mundiales. Esto indica que el régimen de sanciones del G7 ha sido efectivo para no restringir el suministro mundial de crudo y productos (ahora China y la India refinan el petróleo ruso que antes refinaba Europa), al mismo tiempo que restringe la capacidad de Rusia para generar ingresos por exportaciones”.
Esto se debe a que la UE y el G7 han impuesto topes al precio del petróleo ruso. El efecto es claro: la oferta de crudo global se mantiene (no hay crisis de escasez), pero Rusia ingresa mucho menos. “Los datos recientes de seguimiento de petroleros sugieren que Moscú ha logrado desviar la mayoría de los barriles previamente destinados a la UE y EEUU a nuevos puntos de venta en Asia, África y Oriente Medio”, señalan desde la AIE.
“Aunque ha tenido un éxito relativo al mantener más o menos los volúmenes, los ingresos petroleros de Rusia se han visto afectados. Estimamos que, en febrero, Rusia ganó 11.600 millones de dólares por ventas de petróleo de 7,5 millones de barriles diarios (-500.000 barriles diarios) en comparación con 14.300 millones en enero y casi 20.000 millones un año antes”, señala el informe de la AIE.