Joya arquitectónica preínca, este centro ceremonial, de más de tres mil años de antigüedad, es el más importante que dejó la cultura Chavín. En su tiempo, fue un gran oráculo al que llegaban peregrinos provenientes de diversas zonas de los Andes quienes rendían culto y mostraban sus ofrendas a los dioses.
Al recorrer el templo, se comprueba el gran trabajo de tallado sobre piedra que caracterizó a los Chavín, como se puede notar en sus particulares esculturas. Se dice, incluso, que Chavín de Huántar sirvió de inspiración muchos años después a los Incas para construir el santuario de Machu Picchu en el Cusco.
Otro punto que impresiona de este destino es que la sagrada construcción presenta una compleja red de caminos y galerías subterráneas únicamente iluminados por rayos solares que ingresan a través de pequeños ductos ubicados de forma estratégica, lo que representa una obra de ingeniería de gran excelencia.
Son esculturas de piedra que representan cabezas humanas con ojos desorbitados, figuras de serpientes y colmillos. Estuvieron clavadas en la parte alta del muro exterior del Templo Nuevo. Algunos investigadores consideran que la función de estas piezas líticas era servir de guardianes del centro ceremonial. Actualmente, solo queda una en su posición original. El resto, unas cincuenta, se encuentra en pequeños depósitos dentro del complejo.