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Economía

Impulsaron el ascenso de China. Ahora muchos no tienen apoyo

Migraron de los pueblos a las metrópolis de China para mantener a sus familias y sus salarios bajos ayudaron al país a convertirse en la fábrica del mundo. Hoy, con poco empleo y sin prestaciones, temen por el futuro.

El Times  Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. 

Cuando Zhang se fue de su pueblo ubicado al noreste de China hace una década para trabajar como soldador en una gran ciudad, los empleos abundaban. Ganaba unos 50 dólares al día y logró ahorrar la mayor parte.

Sin embargo, este año todavía no encuentra trabajo de soldador. Después de mudarse a la ciudad meridional de Cantón en marzo, en 40 días recibió un único pago, unos 820 dólares, por vender productos para adelgazar en una aplicación de redes sociales. Tenía que responder las preguntas de los clientes a todas horas. Ahora no trabaja en nada y se quedó sin ahorros. Paga una renta de 55 dólares al mes por un estudio diminuto, pero gasta lo menos posible. La mañana que hablamos, dijo que había comido un tazón de fideos instantáneos, una de las dos comidas que hace al día.

La situación no sería mucho mejor en su pueblo. La familia de Zhang cultiva maíz en una pequeña parcela y genera unos 200 dólares al año. Sus abuelos, ambos de 74 años, todavía se dedican a la agricultura; cada uno recibe una pensión de menos de 15 dólares al mes. Su padre es un trabajador migrante en Pekín. Su madre, desempleada, busca trabajo.

A sus 28 años, Zhang, quien me pidió que utilizara tan solo su apellido, no está casado y no planea tener hijos. “No me atrevo a pensar demasiado en el futuro”, comentó. “Solo quiero ganar algo de dinero para mantenerme vivo”. Mencionó que volvería pronto a casa si no encontraba trabajo.

Durante años, los trabajadores migrantes fueron el arma secreta del ascenso económico de China. Abandonaban sus pueblos para ir a las grandes ciudades a ganarse la vida y enviar dinero a casa, aunque eso significara trabajar muchas horas, vivir hacinados en dormitorios y no ver a sus seres queridos casi nunca.

Construyeron los rascacielos, las autopistas y los trenes de alta velocidad de China, a pesar de que algunos altos funcionarios los llamaban “población de bajo nive”. Sus salarios bajos ayudaron a China a convertirse en el principal fabricante del mundo y a hacer vibrar las megaciudades del país.

Ahora que los tiempos son difíciles y es más complicado encontrar empleo, los casi 300 millones de trabajadores migrantes de China, con unas prestaciones sociales endebles, casi no tienen recursos a los que recurrir. No disfrutan de los mismos seguros de salud, desempleo y prestaciones de jubilación que la gente nacida en la ciudad, por muy débil que sea su red de seguridad. Cuando los trabajadores migrantes superan su edad más productiva, se espera que regresen a sus pueblos de origen para que no se conviertan en una carga para las ciudades.

Los trabajadores migrantes son uno de los grupos más vulnerables en la recesión económica de China porque los empleos en el sector nmobiliario y la construcción de infraestructura son más difíciles de encontrar. Xi Jinping, el máximo dirigente de China, reconoció en un discurso de 2020: “Cuando la economía experimenta fluctuaciones, el primer grupo afectado son los trabajadores migrantes”.

People standing outside with signs bearing Chinese characters in red.
Trabajadores migrantes con carteles que anuncian sus habilidades esperando a ser contratados en Shenyang, China, en febreroCredit…Agence France-Presse — Getty Images

Xi señaló que más de 20 millones de trabajadores migrantes no habían podido encontrar trabajo y habían regresado a sus pueblos durante la crisis financiera de 2008. Mencionó que, en 2020, casi 30 millones de trabajadores migrantes tuvieron que quedarse en casa lejos de los empleos, debido a la pandemia.

Es difícil medir el efecto de las dificultades actuales en los trabajadores migrantes. La tasa de desempleo nacional, según el cálculo de la Oficina Nacional de Estadística, tan solo representa el desempleo urbano, el cual se ubica justo por encima del 5 por ciento y se cree que está infravalorado. En 2022, el ingreso promedio mensual de los trabajadores migrantes era 630 dólares, menos de la mitad de los ingresos de quienes trabajaban para el gobierno. Y esos datos son erróneos porque solo incluyen los meses en los que el trabajador tiene un empleo.

En su discurso, Xi afirmó que el regreso masivo de los trabajadores migrantes en 2008 y 2020 no había sido la causa de ningún problema para la sociedad, porque “tienen tierras y casas en sus pueblos de origen, por eso pueden volver a cultivar la tierra, tener alimentos para comer y trabajar en algo”.

Sin embargo, la idea de volver a los pueblos suele ser sombría e incluso aterradora, en especial para los trabajadores migrantes más jóvenes que han pasado su vida adulta en las ciudades. Se dan cuenta de lo que les espera allá. Sus padres y abuelos tal vez tengan que trabajar hasta que su condición física ya no se los permita y duden en buscar atención médica. No suelen tener prestaciones de desempleo ni pueden apoyarse en sus familias, como algunos jóvenes urbanos, porque las pensiones de sus padres y abuelos “solo alcanzan para comprar sal”, como me dijo otro trabajador migrante, Hunter Ge.

“Para los chinos, en especial en el campo, la jubilación no existe”, afirmó. Su abuelo tiene 90 años y limpia a diario el estiércol de los cerdos en una granja de la provincia central de Henan.

Ge dejó su pueblo a los 17 años y empezó a trabajar en construcción y en fábricas. Tuvo prestaciones laborales los seis años que trabajó en Foxconn, un fabricante contratado por Apple. Pero cuando se quedó sin trabajo este año, no pudo cobrar el subsidio de desempleo, lo que no es raro, ya que los gobiernos locales están muy endeudados. Ahora, con 34 años, sigue trabajando turnos de 10 horas en otra empresa contratista de Apple y vive en un dormitorio.

La mañana que hablamos acababa de salir de un turno que empezaba a las 7:30 p. m. y terminaba a las 7 a. m. Había trabajado durante dos semanas sin un día libre debido a la demanda del último iPhone de Apple.

Siente que no puede volver a su pueblo y no hacer nada mientras sus padres y su abuelo siguen trabajando. “Simplemente no es correcto”, dijo.

Four escalators side by side carry people  up to a level of a train station under a skylight.
Un trabajador migrante lleva dos bolsas con sus pertenencias en una estación de tren de Pekín en enero.Credit…Gilles Sabrié para The New York Times

La mayoría de las personas con las que hablé pidieron el anonimato por miedo a represalias del gobierno. Sin duda, están mejor situados y son más conscientes de sus derechos que otros trabajadores migrantes. En todo caso, la mayoría de la gente del campo es más reservada sobre sus condiciones que los jóvenes a los que entrevisté.

“Mi país ideal es uno donde la gente viva en paz y prosperidad, donde haya seguridad alimentaria, libertad de expresión, justicia, unos medios de comunicación que puedan denunciar las injusticias, una semana laboral de cinco días y ocho horas para los trabajadores”, dijo Zhang, el soldador sin empleo . “Si esto se puede conseguir, apoyaré a quien esté en el poder, independientemente de su partido o del tiempo que gobierne”.

La otra realidad a la que se enfrentan los trabajadores migrantes es que regresar a sus pueblos para ganar dinero cultivando la tierra no es una opción, como afirmó Xi. No hay suficientes tierras esperándolos. No por nada en el discurso oficial y académico de China se refieren a ellos como “fuerzas laborales rurales excedentes”.

“Tan solo la gente que no pudo encontrar trabajo se dedicaría a la agricultura, porque los ingresos de la agricultura son demasiado bajos”, comentó Guan, un trabajador migrante de la provincia noroccidental de Gansú.

Guan, de 30 años, trabajó como agente inmobiliario en Shenzhen durante cinco años antes de volver a su pueblo natal a finales de 2019. Ahora, opera máquinas excavadoras. Vive en la zona de construcción, en casas provisionales hechas con láminas de metal, sus turnos son de 10 horas al día y cobra solo las jornadas trabajadas, unos 50 dólares al día sin prestaciones.

Quiere ganar todo el dinero que pueda mientras es joven. Con base en sus muchos grupos de mensajes de WeChat sobre proyectos en los que ha trabajado, también sabe que la cantidad de proyectos de construcción está disminuyendo y que algunos trabajadores no están cobrando lo que les corresponde. Cree que la jubilación podría no llegar nunca.

“Para ser sincero, en el fondo me siento perdido”, admitió. “Lo único que puedo decir es que, por el momento, ahorraré todo el dinero posible. En cuanto a lo que me depara el futuro, es muy difícil saberlo. Tal vez ni siquiera llegue a esa edad”.

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