El boliviano Roly Mamani, de 32 años, fabrica prótesis accesibles con impresoras 3D. Con su proyecto ya ha beneficiado a unas 200 familias
Don Felipe ara la tierra manualmente. Usa la pala para cavar, tapa los surcos con otra herramienta. Siembra maíz en su terreno en la comunidad de Tocopa, cerca del lago Titicaca, a más de 100 kilómetros de la ciudad de El Alto. Trabaja duro bajo el sol del altiplano. Todo parece habitual en esta imagen de un agricultor en La Paz, Bolivia, si no fuera porque el hombre perdió ambas manos y parte de sus antebrazos hace 45 años. Cuando era un joven de poco más de 30, en 1977, tuvo un accidente con dinamita.
El año pasado, la historia de Don Felipe llegó a oídos de Roly Mamani, de 32 años, quien fue a visitarlo para conocerle y hacerle un regalo: devolverle las manos. En su mochila llevaba unas prótesis de muestra con las cuales calculó las dimensiones y prometió crearle unas a su medida. Cumplió su promesa y, como mago de la electrónica, unas semanas después, le devolvió las extremidades al septuagenario, que sonreía aún más con sus flamantes prótesis azules, mientras probaba una de ellas levantando un vaso de Coca-Cola. Mamani dice que, para él, lo más cercano a la magia es la tecnología. Como un ilusionista o más bien como maker –como le gusta llamarse–, vio una falta de soluciones para las necesidades de personas con discapacidad motora, especialmente las que no tienen recursos. Desde hace cuatro años, con su emprendimiento Robotics Creators, se ha dedicado a brindar soluciones en el área de tecnología de la salud para la creación de sistemas integrales biónicos y prótesis de extremidades para personas en Bolivia y fuera del país.
Mamani, que es ingeniero electrónico, comenzó su interés por la robótica con seis años, “enamorado de los leds, curioso por cómo prende una luz” y por su deseo de tener más juguetes. Su inquietud por conocer qué se puede hacer con los cables lo llevó a descubrir que su pasión es crear. El mismo espíritu que, hace cuatro años, le impulsó a fundar su empresa junto a su hermano Juan Carlos, quien es fisioterapeuta, con el objetivo de “no sentir impotencia” y ayudar a las personas que perdieron alguna extremidad o la movilidad de alguna de ellas. Sus inicios se dieron en la creación de animatrónica, pasando por robots de combate, educativos y competitivos, pero no fue suficiente.
“Me doy cuenta en un punto que si no llevamos este conocimiento a una transición que realmente sirva, no tiene mucho sentido. Cuando yo estaba en la universidad veía y muchas veces me he preguntado por qué no hay soluciones en esta área en nuestro país. En una de esas y en base a la experiencia y el conocimiento que obtuvimos, nos hemos atrevido justamente con mi hermano a poder brindar una solución para una persona con amputación transradial haciendo uso de la impresión en 3D”, afirma Mamani, que recibe a América Futura en su taller de Achocalla, una pequeña comunidad a 15 kilómetros lejos del caos de tráfico y los bloques de cemento que se erigen en la sede de Gobierno boliviana.
El taller de Robotics Creators se encuentra en una zona rodeada de árboles de eucalipto, una laguna navegable y pequeños cerros. A este espacio apartado llega gente de distintas zonas de La Paz, de otros departamentos del país, de zonas rurales muy alejadas y hasta del extranjero. Mamani estima que, en el tiempo que llevan trabajando, han logrado ayudar a más de 200 familias. Entre sus pacientes se encuentran niños, jóvenes, adultos, personas de la tercera edad e incluso mascotas. Es lo que él llama “biónica peluda”. “Para nosotros la satisfacción más grande es ver a una persona volver a sonreír, ver a una madre llorar por ver a su hijo teniendo una nueva oportunidad. Son cosas que nunca va comprar el dinero, son experiencias que te llenan la vida de buena energía”, afirma Mamani.
Desde Robotics Creators, un espacio lleno de figuras animatrónicas –como una armadura de Iron Man a escala–, dinosaurios y juguetes robots rescatados, Mamani cuenta que para llegar a este momento de su emprendimiento también atravesó por dificultades, que van desde no contar con impresoras 3D a gran escala o no poseer un escáner industrial. Otros desafíos fueron no tener experiencia en diseño anatómico y también tuvo que aprender a tratar con las personas en esa situación. “Primero tienen que sanar psicológicamente para que posteriormente, en base a eso, nos puedan ayudar a tener un buen resultado. Todo ha sido en su tiempo, porque primero recibimos problemas simples de resolver, posterior a eso ya han venido personas con desarticulaciones de todo el hombro, y son situaciones más complejas que requieren más experiencia”, agrega Mamani.
En Bolivia, según datos de 2019 del Sistema de Registro Único Nacional de Personas con Discapacidad, existen 95.884 discapacitados, de los cuales el 38% tiene discapacidad física-motora. Según el informe de 2021 titulado Inclusión de las personas con discapacidad en América Latina y el Caribe: Un camino hacia el desarrollo sostenible, la tasa en las áreas rurales duplica a la urbana (15.9% frente a 8.7%). Esta sobrerrepresentación de discapacitados en el campo se replica globalmente y podría explicarse por la menor disponibilidad de servicios de salud (para el cuidado y tratamiento preventivo), mayores tasas de pobreza y otras desventajas estructurales.
El ingeniero electrónico es consciente que trabajar con tecnología demanda dinero y la mayoría de quienes acuden a Robotics Creators son de escasos recursos, según cuenta. “Una persona que pierde una extremidad es alguien que se expone normalmente a trabajos peligrosos porque tiene la necesidad. A veces quieren ganar un poco más y no pueden acceder a un trabajo seguro. Muchas veces les pasa un accidente y la vida les golpea”, precisa Mamani. Por eso, las soluciones que se fabrican en Achocalla no sobrepasan el costo de un celular de alta gama. En muchos casos, ayudan al paciente pidiéndole que abone el 50% de los gastos, lo correspondiente al costo de materiales, mientras que la otra mitad, la mano de obra, la asumen Mamani y su equipo.
“Una prótesis convencional que puede ir desde los 5.000, una prótesis mecánica 10.000 y 16.000 dólares para arriba una prótesis biónica. Para el sector con el cual trabajamos eso es realmente mucho dinero. Hemos visto la manera de cómo trabajar y hacer las prótesis de la manera más accesible posible y más eficientes. Hay personas que llegan de zonas rurales al taller pidiendo ayuda sin hablar castellano. Nosotros en esas condiciones vemos si tenemos los materiales y hacemos directo la donación sin cobrarles ningún centavo”, precisa el ingeniero.
La empresa de Mamani se sustenta con el trabajo que realizan en otras áreas como el alquiler y creación de animatrónicos, robots educativos y de combate, además de servicios de diseño e impresión en tres dimensiones. Sin embargo, la importación de piezas como circuitos, componentes o engranajes para ir mejorando los proyectos puede ser complicado debido a las limitaciones de importación por el factor de mediterraneidad de Bolivia, del económico (altos costos) y la falta de apoyo estatal.
A pesar de estas limitaciones, las impresoras 3D en Robotics Creators trabajan sin cesar en la creación de prótesis biomecánicas, que solo requieren el movimiento del codo para activarse o del tipo robótica, con circuitos integrados internos y batería, que hace uso de un sensor que trabaja la motricidad para quienes no tienen movimiento en el codo. “La materia prima que utilizamos es el plástico y sus derivados, que en este caso también son biodegradables. Al mismo tiempo estamos cuidando el planeta cuando se desechan este tipo de proyectos”, añade Mamani.
Pero el verdadero sueño de Mamani y su equipo aún no ha llegado. En el futuro quieren construir un centro de rehabilitación biónica con la capacidad de desarrollar exoesqueletos robóticos para las personas con parálisis: “Creo que más allá de simplemente estudiar, hacer una carrera, un buen trabajo, es también hacer un aporte de vida. Hay quienes creen que hacer robots no es un trabajo real, cuando hay maravillas que se puede hacer con la tecnología”.