En agosto de 2017, Washington dijo que más de 20 diplomáticos en Cuba se vieron afectados en un incidente que involucró un misterioso dispositivo de audio.
Sin tener pruebas, Trump acusó a La Habana de estar detrás del incidente y redujo el 60 % del personal consular y desactivó en la práctica el funcionamiento de la embajada. Ahora, tras la revelación, Cuba pide al presidente Joe Biden que reconsidere las decisiones.
Conforme con el texto hecho público a petición del Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, la respuesta de la Casa Blanca a lo ocurrido estuvo “dominada por una falta de liderazgo, comunicación ineficaz y desorganización sistemática”.
El documento, además, cuestiona la gestión del entonces secretario de Estado Rex Tillerson. Cientificos cubanos celebran que, contrario a la anterior Administración, Biden haya expresado su interés de escuchar a la ciencia.
La revelación es una buena señal, aunque no resuelve el misterio de lo que ocurrió en Cuba. Las autoridades cubanas dicen que las pistas para resolverlo, probablemente, se encuentren en los registros aún secretos del Departamento de Estado, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), el Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) y el Pentágono.
La isla carabeña ha reiterado su disposición de cooperar de manera efectiva tanto política como científicamente para encontrar una solución a este asunto. Sin embargo, de cómo Biden logre sortear el camino de piedras y obstáculos formado por su antecesor, trata el siguiente capítulo de las relaciones entre La Habana y Washington.