El panorama de inversión y crecimiento de la región se complica en lo que queda de año y en 2023 ante los riesgos inflacionarios y el temor a políticas populistas
Se avecina una tormenta económica en América Latina. Las altas tasas de interés, la inclemente inflación y los crecientes déficits fiscales son solo algunos de los factores que azotan a la región. Además, México se juega el comercio por la posibilidad de cerrar su sector energético. Argentina tuvo tres ministros de Economía en menos de un mes y en Brasil se deteriora el clima de inversión con vistas a las elecciones presidenciales. Pasada la fase de la recuperación después del choque por la pandemia, la región ha llegado a un punto en que el camino se vuelve cuesta arriba.
Proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntan a que el producto interno bruto (PIB) promedio de la región crecerá un 3% este año, ya que la primera mitad del año gozó del impulso que le dio a algunos países el incremento en el precio de las materias primas que muchos países de la región exportan. Además, ante la ofensiva rusa en Ucrania, la región recibió flujos de capital financiero de inversionistas buscando salirse de Europa del este para invertir en una región emergente con menor riesgo.
Pero esta inercia está terminando y el horizonte de la región en lo que resta del año y el que sigue será mucho más difícil, coinciden analistas. Uno de los factores determinantes en esta fórmula es la política, cada vez más populista. En Brasil, la economía es el tema central de las elecciones presidenciales de octubre, en las que el favorito es el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva. Su contrincante, el actual presidente Jair Bolsonaro, ha respondido con un megapaquete de 7.500 millones de dólares en ayudas sociales. Esto, a pesar de que Brasil vive la crisis inflacionaria más aguda en 20 años.
“Esa discusión se va a dar el próximo año, por lo que siento que en términos de inversión puede haber cierta reticencia, para ver qué pasa antes de invertir”, indica Benito Berber, economista jefe para América Latina del banco de inversión Natixis.”Todos esos factores implican que va a haber un una desaceleración fuerte de crecimiento”, agrega el economista.
El Banco Central de Brasil ha reaccionado con agresivas escaladas en su tasa de interés, la cual hoy alcanza el 13,75%, un nivel no visto desde 2017. Esta es la tasa más alta en la región, pero no por mucho. Le sigue la de Chile, en su máximo histórico de 9,75%; en Colombia llegó al 9%; y en México al 7,75%. Esta tendencia encarece el crédito, limitando la actividad económica, una amarga medicina en contra de la erosión del poder adquisitivo de los ciudadanos. En Latinoamérica y en el resto del mundo se ha asimilado ya la dura realidad de que para contener la inflación habrá que pagar un precio y ese precio es una posible recesión.
México destaca, no sólo entre sus pares latinoamericanos, sino en comparación con el resto del mundo, por su aversión a la deuda y al gasto durante la pandemia. Sin embargo, el país norteamericano iniciará el próximo año con otro pesado lastre: la incertidumbre de su tratado comercial más importante, el T-MEC. Las propuestas legislativas del presidente Andrés Manuel López Obrador por revertir la apertura al sector energético y garantizar monopolios a las empresas del Estado llevaron a Estados Unidos y a Canadá a iniciar procesos de consultas bajo el marco del acuerdo.
Esto pudiera tener impacto en la inversión al país, la segunda economía más grande de Latinoamérica, no solo en el sector energético, sino en el de manufactura y el agroindustrial, ya que es en estos sectores en donde EE UU y Canadá pudieran imponer aranceles como medida retaliadora por su violación al tratado.
Quizás el riesgo más grande que enfrentan las seis economías más grandes de la región (Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia y Perú), es la urgente consolidación fiscal, apunta Berber. Según sus estimados, el crecimiento del PIB promedio para estos países será de 1,9% este año, una previsión más pesimista que la del FMI. “Desafortunadamente, en toda la región, para todos los países, ha venido bajando el crecimiento potencial”, indica el especialista, “y el riesgo más importante es que se erosionen las anclas fiscales”.
En Colombia falló un intento por aprobar una reforma que hubiera incrementado la recaudación de impuestos para cerrar la brecha entre lo que gasta el Gobierno y lo que tiene en sus arcas. Esto implica, continúa Berber, que el nuevo presidente, Gustavo Petro quien toma posesión este 7 de agosto, “tendrá que pasar una reforma fiscal sí o sí”. Lo mismo ocurre en Brasil, en donde quien gane las elecciones deberá lidiar con las consecuencias de que Bolsonaro omitió la regla fiscal que contiene el déficit para poder gastar más y otorgar más ayudas. En Chile, los economistas han estimado que, de aprobarse y entrar en vigor la nueva Constitución que será sometida a plebiscito el 4 de septiembre, su implementación costaría entre el 8% y el 15% del PIB, monto que compromete las finanzas públicas.
Y en ningún país de la región importa tanto la situación fiscal como en Argentina, donde el Gobierno de Alberto Fernández se comprometió con el FMI a dejar de imprimir dinero a cambio de refinanciar la deuda de 45.500 millones de dólares que el expresidente Mauricio Macri contrajo en 2018. Su compromiso, sin embargo, se ha teñido de incredulidad, ya que los dos últimos ministros de Economía que aceptaron cumplir con el trato renunciaron en menos de un mes. El tercero y último es Sergio Massa, quien también tiene bajo su cargo las carteras de Producción y Agricultura. Massa presentó el 3 de agosto un plan acorde a las exigencias del Fondo.
El mercado no le cree al Gobierno argentino, apunta Berber, y eso es evidente al ver el precio en que están cotizando los bonos de deuda soberana del país. Es decir, “como si estuvieran en default, a pesar de que, de cumplir el acuerdo con el Fondo, no tendrían que empezar a pagar intereses” inmediatamente, dice Berber. De no cumplir con el acuerdo, “eso pudiera reflejarse en una reacción del mercado fuerte, que puede ser de percepción del tipo de cambio”. La inflación anual en Argentina registró un alza del 64% en junio y se espera alcance el 80% a finales del año.