Caza, pesca, contaminación, así como la degradación y pérdida de hábitat son las principales amenazas que acechan al bufeo boliviano, una especie de delfín amazónico que habita en diez áreas protegidas de Bolivia. Científicos han involucrado a pescadores comerciales en actividades de monitoreo y registro de delfines, como una estrategia de conservación del único cetáceo que tiene Bolivia.
Paul Van Damme y Fortunato Vargas Mejía se conocieron hace 28 años en Puerto Villarroel, en el departamento de Cochabamba, Bolivia. Van Damme era un biólogo marino belga que encontró en las lagunas de la Amazonía boliviana “lo más parecido a un mar”. Vargas era un cochabambino que había trabajado como navegante durante doce años antes de convertirse pescador, por lo que conocía bien los ríos amazónicos y las lagunas que tanto le interesaban al científico europeo.
Por ese tiempo, en la década de los noventa, el auge de la pesca comercial recién comenzaba en Puerto Villarroel, un municipio situado a orillas del río Ichilo, en la cuenca del Mamoré, que incluye tres departamentos de la Amazonía boliviana. “En un día y una noche yo hacía 1200 kilos (de pescado), porque no éramos muchos pescadores”, recuerda Vargas, quien hoy tiene 70 años y está retirado del oficio hace 15.
Hasta entonces, el lugar se había mantenido con bosques poco explotados y con una población mayoritariamente indígena. Mojeños y yuquis vivían en comunidades a lo largo de la ribera, dedicados a la caza, la pesca y la agricultura de subsistencia. Poco a poco, el centro urbano de Puerto Villarroel y sus alrededores se fue poblando con personas procedentes de distintas partes de Bolivia, hasta que llegó a convertirse, incluso, en el mayor puerto comercial de conexión entre el occidente y el oriente del país.