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Opinión

Analista Juan Pablo Cardenal: el yuan no se convertirá en una divisa global

El gobernante Nicolás Maduro sostiene que el mundo avanza en lo que llama un proceso justo de desdolarización, en respuesta a lo que considera un uso político del dólar por parte de Estados Unidos. En ese contexto que Maduro describe a conveniencia, China destaca al promover su influencia con el yuan en Latinoamérica, región en la que ejerce todo su poderío político y comercial

Entrevista: César Batiz 

Redacción: Jesús Abreu

El Grupo de los Siete países más desarrollados del mundo (Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Japón, Estados Unidos y Canadá) se reunió, del 19 al 21 de mayo, en la ciudad japonesa de Hiroshima para discutir diversos asuntos, entre los que destacaron la economía mundial, las finanzas y el desarrollo sostenible, temas con un punto concluyente en común: la necesidad de establecer una relación distinta con China, que no implique la costosa dependencia del gigante asiático en diversos sectores, como el económico o tecnológico.

China apuesta por promover la influencia del yuan, su moneda, como una alternativa frente al dólar en medio de los desequilibrios comerciales que le favorecen en una región como América Latina, donde Pekín ejerce su influencia como principal rival comercial de Estados Unidos.


China, por su magnitud, no tiene miramiento para defender sus intereses: presiona y hace lo que tiene que hacer mucho más que cualquier otro país

Pero la estrategia del gigante asiático para que el yuan sea una divisa cada vez más internacional no incluye reformas económicas a cargo del Partido Comunista que gobierna la nación, de acuerdo con el periodista y escritor español especializado en política y economía de China, Juan Pablo Cardenal.

“Esta idea de que el dólar está en retroceso y que, eventualmente, el yuan va a acabar desbancando al dólar es una idea que promocionan algunos países y que los periodistas recogemos, a veces, un poco alegremente”, dijo Cardenal en entrevista concedida el director de El Pitazo, César Batiz.

Cardenal, además de realizar trabajo periodístico para medios españoles desde China, también ha escrito los libros La silenciosa conquista china y El imperio invisible: El éxito empresarial chino y sus vínculos con la criminalidad económica en España y Europa, entre otros. Hoy, pese a que se encuentra fuera del territorio del gigante asiático, realiza un continuo seguimiento a los temas sobre China.

“El yuan no genera ni confianza ni demanda porque es una divisa que no cotiza en el mercado de divisas internacionales (…) el yuan sirve para comerciar con China, pero no para comercio entre terceros”, añadió Cardenal.

En Latinoamérica, China cuenta con una red de intereses comerciales en países como Argentina, Brasil y Venezuela, donde con la llegada del chavismo el gigante asiático acordó –entre 2003 y 2017– una alianza para proyectos de inversión de entre 22.000 y 60.000 millones de dólares, cuyos objetivos no se cumplieron.

En ese contexto, el gobernante Nicolás Maduro manifiesta su respaldo a China y sostiene que está en marcha un proceso acelerado de desdolarización que, asegura, es inevitable.

Cardenal destaca que la consideración de Maduro, así como la de otros mandatarios en esa misma línea, es una narrativa que impulsan países sancionados por Estados Unidos y que tienen el incentivo de promover el comercio con China.

“Son países que tienen una gran relación comercial con China, pero eso es una internacionalización del yuan a pequeña escala. No tiene nada que ver con lo que insinúan de que el yuan se va a convertir en una divisa global, eso no va a ocurrir”, resaltó Cardenal.

–Comencemos por el tema de la desdolarización. ¿Está China en la posición y es de su interés que el yuan sustituya al dólar, a sabiendas de que su economía, su producción barata, se soporta en un yuan controlado por el Estado?

–Como bien dices, buena parte de la potencia económica de China se sustenta sobre la idea de un yuan infravalorado, por lo tanto China no sería el primer interesado en eso. Esta idea de que el dólar está en retroceso y que, eventualmente, el yuan va a acabar desbancando al dólar es una idea que promocionan algunos países y que los periodistas recogemos, a veces, un poco alegremente. Cuando uno hace el ejercicio de hablar con expertos, con economistas y gente que sabe de finanzas internacionales lo que te dicen es que eso es un fenómeno que no va a ocurrir.

Los que evangelizan con esa idea se agarran de cifras como que las reservas en dólares de los bancos centrales mundiales han caído 13 % en los últimos 22 años y que hay menos demanda de dólares. La otra idea es que se acogen al comercio bilateral en yuanes que están cerrando países como Rusia, que antes de la invasión a Ucrania 20 % de su comercio era en yuanes, ocurre lo mismo con Venezuela, Argentina y con muchos otros países que casualmente están sancionados por Estados Unidos.

El yuan no genera ni confianza ni demanda. Hasta que China no levante sus restricciones a la salida de capitales, no se va a crear esa demanda ni el yuan va a generar confianza. No es previsible que China levante esas restricciones porque en el momento en que lo haga, para evitar una fuga de capitales, tendría que hacer tantas reformas económicas, que el Partido Comunista, el Gobierno chino, perderían el control sobre la economía y eso es algo que no van a aceptar jamás. Por lo tanto, no es previsible que a medio plazo eso ocurra y esto, en mi opinión, es una narrativa que están impulsando países sancionados por Estados Unidos y que tienen el incentivo de promover ese comercio con China, además son países que tienen una gran relación comercial con China, pero eso es una internacionalización del yuan a pequeña escala, no tiene nada que ver con lo que insinúan de que el yuan se va a convertir en una divisa global; eso no va a ocurrir.

–Maduro dice que EE. UU. hace uso político del dólar. Por tu experiencia, por haber vivido en China y conocer la situación de cerca, ¿algo te hace pensar que los chinos no harían lo mismo con el yuan?

–Mi respuesta sería especulativa en cualquier caso, pero lo que sí podemos ver es lo que China hace actualmente: es un país que en América Latina tiene una influencia y un poderío económico enorme y utiliza su influencia sin ningún miramiento. Nada de lo que China hace actualmente me lleva a pensar que si ellos tuvieran un instrumento, como una divisa global que controlaran ellos y que pudieran sancionar a países y castigarlos, limitando el acceso a medios de pago en su propia divisa, no veo ninguna señal que me lleve a pensar que China no haría eso, porque lo está haciendo ahora con los instrumentos que tiene. China, por su magnitud, no tiene miramiento para defender sus intereses: presiona y hace lo que tiene que hacer mucho más que cualquier otro país.

–En el Grupo de los 7 se trató el tema de la dependencia tecnológica de China. ¿Hasta qué punto sectores económicos y gobernantes de países como EE. UU. son responsables de esa dependencia que ahora cuestionan?

–Es una gran pregunta. Desde la guerra comercial con Estados Unidos, Donald Trump pone sobre la mesa algo que ya venía cocinándose del pasado y es que hay algo en la relación con China que no está bien; luego llegó la pandemia y ahí el resto del mundo occidental despertó y se dieron cuenta que era demasiado arriesgado poner en manos de China las cadenas de suministros globales o, por lo menos, las estratégicas. Toda esta llamada desglobalización selectiva 2.0 que estamos viviendo tiene que ver exactamente con eso. Respondiendo a tu pregunta: esto no viene caído del cielo, fueron Estados Unidos, la Unión Europea y en general el mundo occidental quienes hicieron fuerte a China.


El mercado venezolano es difícil también para los chinos por la propia inestabilidad y por el régimen que está en Caracas


Es verdad que cuando China sale del maoísmo como uno de los países más pobres del mundo, pone los incentivos encima de la mesa, empezando por el yuan infravalorado, pero también una cantera de mano de obra barata, entre otros incentivos. China pone eso para que el resto del mundo deslocalice, como ocurrió, su producción y China, después de entrar a la Organización Mundial del Comercio, pues se convirtiera en la fábrica del mundo. En ese proceso, China entiende que está en la parte baja en la escalera de valor y que tiene que ir subiendo, entonces le exige a los inversores extranjeros algo que los gobiernos latinoamericanos y de otras regiones no le exigen a China: que hubiera una transferencia de conocimiento y tecnología. Los gobiernos occidentales creían que iban a llenar a China con sus productos, ocurrió al revés: ante los beneficios que para sus empresas suponía China, pues le dieron todo tipo de facilidades, a veces no sin conflictos; se plegaron a darle a China la pieza del rompecabezas que le faltaba: la tecnología.

Ahora nos echamos las manos a la cabeza porque China empieza a ser una potencia tecnológica en algunos sectores y en uno que es fundamental para el futuro, como el de los semiconductores. Estados Unidos ha entendido que la forma de parar a China es poniéndole control a las exportaciones de semiconductores estadounidenses a China, que tiene un superávit comercial con el resto del mundo de un millón de billones de dólares al año, eso ya demuestra un desequilibrio comercial. Está bien que se trate de cambiar esa relación, en términos de transparencia, de reciprocidad, pero no toda la culpa es de China. Nosotros hemos enriquecido a China y cuando teníamos capacidad de influir en ella para que ejecutara una reforma política, decidimos no hacerlo porque estábamos conformes con todos los beneficios económicos que suponía ese estatus quo.

–China está en condiciones de decir, por ejemplo: si te interpones en mi deseo de que Taiwán deje su gobierno actual y responda a Beijing, paralizo el envío de componentes de la industria tecnológica en el mundo y eso crea una crisis mundial. ¿Está en esas condiciones China? ¿A eso se refiere la dependencia tecnológica?

–China está por detrás de otros países en el tema de los semiconductores, que son fundamentales para la economía del futuro, para toda la tecnología. China se ha visto muy golpeada por esta legislación y controles que le ha puesto Estados Unidos, porque sabe que es un misil a su línea de flotación y entonces trata de reaccionar y ha surgido la interrogante de si eso es un incentivo para Pekín para invadir Taiwán. No tenemos una respuesta porque China está en la última fase de su modernización y han tomado nota de cómo la comunidad internacional ha castigado con sanciones a Rusia por la invasión a Ucrania. Creo que es una guerra que pudiesen ganar, pero no es seguro que la ganarían, sobre todo si se mete Estados Unidos y entonces ahí los analistas nos movemos entre pensar que a China no le interesa esa guerra, pero por otro lado Xi Jinping cree que tiene la misión histórica de reunificar a Taiwán con el resto de China. No sabemos qué va a pasar.

–Y en ese caso hipotético de una invasión a Taiwán por el deseo de Xi Jinping de recuperarla, ¿cuál pudiera ser la reacción de un gobierno como el de Estados Unidos?

–Nadie lo sabe. Creo que la decisión de Washington va a estar muy vinculada a la coyuntura política del momento. El tratado de apoyo y defensa que tienen firmado Estados Unidos y Taiwán es suficientemente ambiguo como para que Washington se involucre de lleno en la guerra o para que solo le suministre armamento. Va a depender mucho de qué gobierno esté en la Casa Blanca en ese momento. En las últimas guerras en las que se ha metido Estados Unidos, excepto una, han sido casi todas con gobiernos demócratas. No estoy seguro de si es un gobierno Republicano sea un factor diferencial. Habría que ver la coyuntura internacional del momento, la doméstica en Estados Unidos y el apoyo interno que una guerra a miles de kilómetros de Estados Unidos tendría. No sabemos qué va a hacer Estados Unidos, pero sí podemos intuir que esa guerra para que Taiwán tenga alguna posibilidad requeriría que Estados Unidos se involucrara.

–Vengamos de Asia a Sudamérica. Tres países y su relación con China: Brasil, Argentina y Venezuela, como una muestra de ese poder chino y de las intenciones de China en nuestro continente. Comencemos por Brasil. Lula estuvo en Hiroshima; se ha reunido con autoridades chinas; en definitiva su país es un gran socio comercial de China. ¿La relación entre Brasil y China es de ganar-ganar o es una relación colonial?

–La relación que tiene China con una gran mayoría de países del sur global es una que consolida el modelo primario exportador. En prácticamente ningún país, los gobiernos nacionales le piden a China lo que ese país pide a los inversores extranjeros: que inviertan en industria de procesamiento y de valor añadido. En ese sentido, la relación con Brasil es una en la que ese país tiene materias prima y las vende y las exporta a China. Por la magnitud de Brasil, esa relación comercial es muy fructífera. Si no recuerdo mal, en 2022 Brasil le exportó a China por valor de 90.000 millones de dólares, de los cuales 56 % eran soja y carne de vacuno. Es una relación complementaria, no sé si decir exitosa, pero Brasil como país receptor claramente se beneficia. Otro debate es que se podría beneficiar mucho más si le exigiera a China inversiones para la industrialización, que es lo que genera riqueza. Hay otros países que son ricos en recursos naturales que cuestiono se estén beneficiando, no es el caso de Brasil.

–¿Y de Argentina? País que atraviesa una dura crisis económica comparada con la de Venezuela. ¿Qué busca China? ¿Cuáles son sus intereses en territorio argentino? ¿Solo se trata de la soja o hay algo más?

–Es una relación compleja la que tiene China con Argentina. En la parte comercial claramente la exportación de soja es el principal commodity que exporta a China, esto es muy importante para la comunidad argentina, igual que el vacuno y otros alimentos. Ahora, desde hace poco, en Suramérica está el triángulo del litio: Bolivia, Chile y Argentina. En las provincias argentinas del norte que tienen reservas de litio hay distintas inversiones chinas en un sector que es estratégico, en el que China, en cuanto a construcción de carros eléctricos, es líder mundial. No sabemos los detalles de los acuerdos, eso es una característica de los tratos de China en la región, sean préstamos o acuerdos de inversión, porque China exige confidencialidad y cuando se levantan esos acuerdos descubrimos que hay cláusulas abusivas. Luego tenemos una serie de anuncios que se han hecho en los últimos 20 años sobre grandes infraestructuras chinas en Argentina, algunas de las cuales todavía no han visto la luz: dos represas en la provincia de Santa Cruz, una central nuclear.


China está en la última fase de su modernización y han tomado nota de cómo la comunidad internacional ha castigado con sanciones a Rusia por la invasión a Ucrania


Creo que China tiene el interés de la Antártida, ahí hay una serie de anuncios de acuerdos de negociaciones, periódicamente, para construir un puerto de aguas profundas en Ushuaia, que es la puerta de entrada a la Antártida. Luego tenemos el proyecto de estación espacial en la cordillera andina, donde teóricamente hay un programa lunar chino que lo lleva a cabo el ejército chino y luego está la gestión de la hidrovía entre Paraguay y Argentina. Por último, China ha supuesto el salvavidas financiero para Argentina. Esto se remonta a la época en que Argentina -con Cristina Fernández de Kirchner- tenía cerrados los mercados internacionales para poder endeudarse y ahí salió China al rescate. Obviamente, cuando China está poniendo el dinero y concediendo préstamos y siendo el principal socio de Argentina, pues se ha creado una dependencia. Para China es importante la parte agrícola por su seguridad alimentaria, pero también la posición política y geopolítica de Argentina.

–Hablando de Venezuela, China prestó más de 60.000 millones de dólares, según cifras que se conocen, a través del Banco de Desarrollo de China. Muchas de esas inversiones no se concretaron. En medio de la poca transparencia de esta relación de China con Venezuela, se dice que China cobra su deuda con petróleo y que desde 2014 no ha prestado más dinero a Maduro. ¿Qué tan importante es Venezuela para China? ¿Solo se trata de un tema de cobrar la deuda pendiente?

–Es difícil descifrar lo que está pasando con China en Venezuela. Creo que China en su momento, con Chávez, entró a Venezuela como lo ha hecho en tantos otros países: a golpe de talonario, con una estrategia de penetración vinculada a esos préstamos, proyectos de infraestructura y extractivos. Lo que sabemos o intuimos es que el repago de la deuda, por lo que siempre se dijo, es con petróleo y en cualquier caso la impresión que da es que cuando hay un repago, hay un lucro cesante enorme para el país que tiene esos recursos. La sensación que da en el caso de Venezuela, que no es el único, es que China está teniendo muchas dificultades para cobrar esa deuda, entre otras cosas porque, primero, es una cantidad enorme en el contexto de la pospandemia y de la inflación actual. Lo que vemos es que muchos países van al default o cerca del default, sacando recursos de la población para poder pagar la deuda de sus acreedores y el principal acreedor es China. Creo que China no tiene muchas expectativas de cobrar parte de esa deuda y no tengo claro si eso lo sabía desde el principio o fue sobrevenido, lo que sí creo es que le va a sacar rentabilidad política. Si no puedes cobrar la deuda porque el país está en bancarrota, pues puedes conseguir otras cosas, en clave política, empezando por yacimientos mineros, determinados negocios como el 5G, obviamente lealtad en los organismos internacionales; hay toda una serie de otros factores que en clave política o geopolítica estoy seguro que China se está cobrando.

–¿Y el petróleo? Porque China tiene a Rusia en estos momentos como su principal proveedor y a países de Medio Oriente. ¿El petróleo venezolano es importante para China en estos momentos?

–No es tan importante como lo era. La sensación que da es que China ha diversificado sus suministradores, no solo es lo de Rusia, sino también la nueva relación que tiene con Arabia Saudita y, en general, con Oriente Próximo. Creo que la situación es distinta con respecto a cuando decidieron entrar a Venezuela hace 20 años, porque además la sensación que da es que el mercado venezolano es difícil también para los chinos por la propia inestabilidad y por el régimen que está en Caracas. Supongo que para China le resulta, no sé si más barato, pero sí más cómodo, diversificar sus suministros.

La sensación que da en el caso de Venezuela, que no es el único, es que China está teniendo muchas dificultades para cobrar esa deuda


–¿El oro y otros minerales qué tan importantes pueden ser para China?

–A lo mejor eso hay que ponerlo en el contexto de que si no puedes cobrar esos préstamos, puedes buscar otras oportunidades. China también está en países donde ha tenido poca presencia, como Colombia, en inversiones mineras de oro. Sus empresas estatales y mineras están en un proceso de internacionalización, quieren convertirse en jugadores globales, no todo es estratégico en la internacionalización de China, también quieren ganar dinero y obviamente supongo que en Venezuela se le ofrecen distintas oportunidades más allá del petróleo.

–¿Logrará China imponerse en un nuevo orden mundial sobre Estados Unidos y el G7?

–Creo que China tiene una aproximación al resto del mundo un poco distinta a lo que han sido las potencias industrializadas. Para China, el resto del mundo es muy importante, lo ha sido en su modernización. China logró salir de la pobreza o del maoísmo gracias a las inversiones de extranjeros; que la fábrica del mundo le ha dado a China la posibilidad de vender sus productos en los mercados mundiales; que tiene un superávit con el resto del mundo de un billón de dólares y que, por lo tanto, no podemos pensar que China puede ser autosuficiente y convertirse en una gran potencia sin la participación e involucración con el resto del mundo. China ve un occidente en declive, cambios en el equilibrio de poder, pero creo que al final lo que China quiere es un orden mundial que sea favorable a sus intereses, porque su desarrollo y seguridad están intrínsecamente relacionados con el resto del mundo. China lo que quiere no es exportar su modelo o tener una influencia homogeneizadora, pero sí tener un entorno que sea seguro para su desarrollo y sus intereses. Por eso está enfrentada con este orden mundial capitaneado por Estados Unidos, basado en reglas de un mundo que ven excluyente. Es en ese sentido que se aproxima al sur global y trata de atraerlo a su órbita para influir y evitar que el resto del mundo sea hostil para sus intereses.

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