El primer episodio de ‘Zoma comanche’ lo dedicamos a hablar de medios de comunicación y los poderes que operan dentro de lo que ya es considerado ‘mercado’ de la información. Esta elección no fue casual. Nuestra apuesta es poner sobre la mesa un debate a profundidad sobre los temas que la coyuntura deja relegados o que, por lo que significa plantear ciertas posturas, son planteados de manera simplista o, peor aún, falaz. Y esto es precisamente lo que ocurre cuando se habla de medios de comunicación, de libertad de expresión y del ejercicio del periodismo actual.
Para este debate contamos con tres periodistas de profesión, dos de oficio y un especialista en análisis de medios. La conversación, por lo mismo, nos permitió tocar un tema tabú desde diversas aristas y nos han quedado muchas en el tintero que merecen una segunda parte que ya tengo anotada en la lista de pendientes. Dejo a continuación cinco apuntes a partir de este debate que, espero, sume a la comprensión de lo que realmente es el ejercicio del periodismo pero también de los riesgos y limitaciones a las que hoy está subordinado por la concentración de medios por un lado, y por la fuerza de los capitales privados y sus intereses, por otro.
¿Cómo opera la censura?
Es interesante que, preguntados por ello, muchos periodistas afirmen que nunca los han censurado por su posición política en un medio de comunicación. Sin embargo, esto tiene que ver con la imagen que tenemos de la censura como ejercicio de poder. Puede haber censuras explícitas que acaban en despedir a un trabajador del oficio y de estas conocemos muchas. Pero también hay otro tipo de censuras, por ejemplo, cuando se cambia el titular o la entradilla de una noticia sin permiso de quien la firma. Pero vamos a un tema de fondo: muchas veces la censura es
indirecta. Esto ocurre cuando se contrata sólo (y se válida y legítima únicamente) a periodistas que piensan como el poder económico tras un medio de comunicación defiende.
Y esta es la gran mayoría de casos. Si los medios logran configurar sentidos comunes en las sociedades, es lógico también que logren hegemonizar sus posturas políticas. Por ello no es que Sol Carreño se censure o Jaime Chincha renuncie a sus principios para ceder a los del oligopolio en sus programas, sino que los defienden y por eso, precisamente, son contratados, presentados como referentes y defendidos como el ejemplo a seguir por ese grupo mediático.
¿Es rentable un medio de comunicación?
La respuesta es NO. Los grandes grupos mediáticos no están construidos para garantizar que una inversión económica retorne como ganancia económica. Los datos peruanos, nuevamente, son elocuentes. Sólo en televisión, por ejemplo, medios como Latina hacen más del 50% de sus ingresos por vías que nada tienen que ver con el ejercicio de la comunicación. Lo mismo vemos en el grupo El Comercio cuando se compara su actividad comercial en otros rubros y la actividad en la comunicación. ¿Pero entonces por qué hay interés del gran capital en participar en los medios de comunicación? Porque sí ganan algo que excede lo económico: capital simbólico. La influencia de un medio de comunicación es tremenda. Basta con ver las leyes que son obstruidas o que salen adelante en tiempo récord luego de contar con el altavoz de los medios de comunicación. De ahí que la batalla mediática desde las izquierdas sea tan importante aunque, de momento, sigue siendo dejada de lado.
Corrupción en el periodismo
Esto se deriva de lo anterior porque suele asumirse que los medios de comunicación son mensajeros de la información cuando, en realidad, son actores políticos. De ahí que se pueda señalar a estos actores cuando ejercen irresponsablemente la labor privando del acceso a información veraz (vale decir también desde distintos puntos de vista) a la ciudadanía. Y por eso hablar de corrupción en el periodismo es también necesario. Hay periodistas corruptos que intercambian favores entregando sus ventanas y su influencia a la mentira o la verdad a medias (y esto ya sabemos lo que es). Desde Claudia Toro en Perú hasta García Ferreras en España. Llamarlos periodistas corruptos es también un deber periodístico por cuidar este oficio.
Espíritu de cuerpo
El gremio periodístico es uno de los que más espíritu de cuerpo tiene y esto no es peruano ni español, es internacional. Y tiene que ver precisamente con la necesidad que ha habido de proteger la profesión para que se ejerza un periodismo democrático y libre del poder. El problema está cuando ese espíritu de cuerpo comete dos grandes errores. El primero, ser selectivo y sólo denunciar los acosos y agresiones denunciables contra unos, pero no contra otros. Por ejemplo, en Perú, hemos visto muchas veces la denuncia necesaria y la solidaridad también necesaria para colegas valientes como Pao Ugaz o Daniel Yovera.
Pero también hemos oído el silencio del gremio cuando han acosado a Wayka y han terruqueado a este medio desde el fascismo mediático de Willax. ¿A quién se protege entonces? ¿Y a quiénes se ignora? Y el segundo problema está cuando se olvida para qué se configura ese espíritu de cuerpo que debiera defender valores que el periodismo defiende, y pasa a defender de manera corporativa al patrón y sus intereses . Cada vez que un periodista defiende que el oligopolio mediático haga de las suyas por ampararse en una mala entendida “libertad de expresión”, está haciendo precisamente eso. Y ese corporativismo, en este caso, poco defiende al periodismo y mucho defiende al capital.
¿A quién sirve el periodismo?
Me quedo para cerrar estos apuntes con la pregunta de Marcos Ortiz (Chile). El poder mediático muchas veces asume un papel de puente entre los poderes para que dialoguen entre sí, en lugar de servir a la ciudadanía y su derecho a la información completa. Y tal vez es esta la pregunta que merece la pena que nos hagamos ante cada noticia, titular o portada. ¿A quién está sirviendo este titular? Y tal vez en la respuesta esté la clave.