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Opinión

Verónica Gago: La extrema derecha es una reacción a los movimientos sociales y, en particular, a las dinámicas feministas

Verónica Gago es una politóloga argentina y profesora en la Universidad de Buenos Aires (UBA) que se ha dedicado, con inteligencia crítica, a cartografiar la metamorfosis neoliberal y las luchas feministas en el nuevo régimen de acumulación de capital. En esta entrevista con Las palabras andantes, la autora de La razón neoliberal (Tinta Limón, 2014) y La potencia feminista (La Siniestra Ensayos, 2020) habla de la economía popular (o microeconomía proletaria), del neoextractivismo en América Latina y de la reacción violenta de la extrema derecha ante las conquistas sociales del movimiento feminista.

América Latina ha sido un laboratorio de la nueva etapa de la mundialización económica, y la puesta en práctica de sus postulados macroeconómicos en los últimos 50 años en la periferia capitalista tuvo efectos perversos en la sociedad, sobre todo en el mercado de trabajo. Pero ¿a qué herramientas teóricas podemos acudir para comprender las características y transformaciones del neoliberalismo? Verónica Gago desarrolla conceptos que permiten desentrañar las dimensiones del modelo económico hegemónico. Uno de ellos, «neoliberalismo desde arriba», es impulsado desde la década de los setenta por los gobiernos, los organismos financieros internacionales y las multinacionales.

—Supone —me explica la investigadora y activista feminista al inicio de la entrevista— un conjunto de políticas de privatización, de ajuste y de contracción de los servicios públicos.

Estas políticas económicas, como la liberalización comercial, la desregulación financiera y laboral, así como la retirada del Estado en las áreas de la salud, la educación y otros, generaron el deterioro de las condiciones de vida en el Sur global, al tiempo que configuró una nueva manera de pensar, de vivir y de actuar.

— Una vez que esas políticas —sostiene Gago— ya tenían mucho tiempo y lograron asentarse y transformar los paisajes de nuestras ciudades, había que entender cómo esas dinámicas modificaban las subjetividades, las formas de hacer, de entender el trabajo, de conseguir ingresos, de asociarse y de disputar el espacio urbano en la ciudad.

Los invisibles del mercado

El dispositivo neoliberal; esto es, la interiorización de su práctica discursiva y no discursiva, acabó impregnando en los sectores subalternos en un momento en que la flexibilidad del mercado de trabajo, como parte de programas de ajuste estructural en América Latina, desarticulaba el mundo laboral asalariado, emergiendo mercados urbanos informales. La politóloga argentina es un referente internacional en el estudio de esta producción de espacio, como la feria La Salada, que denomina economía popular o microeconomía proletaria.

— Es una investigación —detalla— que hice durante muchos años como resultado de una tesis doctoral [titulada Mutaciones en el trabajo en la Argentina post 2001: entre la feminización y el trabajo esclavo] sobre el modo en que se articulaba la dinámica productiva de los talleres textiles en una villa de Buenos Aires, protagonizada por trabajadores y trabajadoras migrantes, mayoritariamente provenientes de Bolivia, y cómo ello confluía y se dejaba ver, especialmente, en un conglomerado de feria como es La Salada.

Esta feria, fundada a inicios de la década de los noventa, es considerada la más grande de Latinoamérica y en ella se comercializa todo tipo de productos, desde zapatillas hasta artículos tecnológicos.

— Es un espacio, dice Verónica Gago, muy importante de la feria popular en Argentina que ya tiene muchísimos años, que prosperó y se hizo grande con la crisis del 2001. A diferencia de muchos diagnósticos que suponían que era un espacio que, apenas se reiniciara el crecimiento económico, iba a desaparecer, más bien lo que sucedió fue lo contrario: siguió expandiéndose, creciendo e incluso multiplicándose como feria en otros lugares del país.

Ahora bien, uno de los logros de las políticas de contenido neoliberal en esta parte del subcontinente, en medio de la creciente desigualdad económica y el declive social, ha sido el de producir un «tipo específico de subjetividad» que «se organiza en espacios que han sido despojados de servicios públicos». El discurso dominante instaló entre la clase excluida y empobrecida la idea de la «competencia permanente» y del «empuje autoempresarial»; es decir, en este «neoliberalismo desde abajo», tal como describe la politóloga argentina, se entrecruzan forma de explotación y confrontación a la actual lógica económica:

— El neoliberalismo no puede entenderse sólo como un conjunto de políticas que vienen desde los gobiernos y desde las instituciones macroeconómicas multilaterales a nivel global, sino también hay que comprender cómo se afirma a nivel de la subjetividad y, especialmente, en los sectores populares, que tienen que competir bajo condiciones tremendamente desiguales e injustas, pero que deben asumir también esta lógica de la autoempresarialidad.

El neoextractivismo

A medida que avanza la entrevista, le menciono que en su texto La razón neoliberal señala la necesidad de ampliar lo que entendemos por extractivismo en América Latina; o sea, ir más allá de la referencia tradicional a la reprimarización de las economías de la región como exportadoras de materias primas.

— Cuáles son los rasgos fundamentales que caracterizan este nuevo proceso de acumulación —pregunto—.

— Hay un gran archivo en América Latina para leer el extractivismo como parte del proceso colonial y su actualización en distintos momentos históricos. Creo que ahora hay una renovación de esas dinámicas extractivas que tienen que ver con la importancia que toman ciertos recursos en la productividad contemporánea, en particular el litio, y cómo de nuevo esos metales pasan a ser insumos fundamentales de la producción actual. A la vez, me parece interesante investigar cómo esas dinámicas extractivas pueden pensarse más allá de los recursos naturales y tratar de extender esa lógica a, por ejemplo, dos cuestiones: la especulación financiera y la especulación inmobiliaria.

Y prosigue: «La ampliación de la frontera del agronegocio se traduce en un aumento del valor de la tierra en las ciudades y esto se retroalimenta por la especulación inmobiliaria. Lo mismo sucede con el endeudamiento de los sectores populares como manera de financiar la reproducción social, cada vez más dolarizada de facto». Se constata así que esta nueva forma de acumulación o extractivismo financiero tiene un efecto perverso sobre la vida de las personas, al despojarlas del derecho a la vivienda y al ofrecer la deuda como herramienta privilegiada de subsistencia.

La contraofensiva de la extrema derecha

Ahora le pregunto por el movimiento feminista, que ha tenido grandes avances en la última década, pero que, paralelamente, la extrema derecha ha irrumpido en el ajedrez político y ha obtenido éxitos electorales relevantes en Europa, América Latina y Estados Unidos. ¿Cómo explicar estas dinámicas que recorren en el sentido contrario en un momento en que se hace más evidente las contradicciones de la globalización neoliberal y la crisis de la socialdemocracia?

— Efectivamente es una reacción (nos dice en referencia a la emergencia de estos grupos conservadores), una manera de contestar a los movimientos sociales, y en particular a las dinámicas feministas que desestabilizan ciertos privilegios y jerarquías que cuestionan un orden heterosexual que ha garantizado relaciones de poder de manera histórica.

De acuerdo con Verónica Gago, esta sacudida del statu quo patriarcal se da en un contexto de una enorme crisis económica y de precariedad y desvalorización de la reproducción social en general. «Entonces, estos movimientos feministas y disidentes de desestabilización son presentados como chivos expiatorios frente a la imposibilidad de garantizar la subsistencia y condiciones dignas de vida», dice.

— Lo que hacen estas nuevas derechas, estas maneras de reaccionar en términos conservadores, patriarcales, racistas y clasistas, es tratar de ofrecer una solución de estabilidad que reponga los privilegios.

La politóloga argentina también hace hincapié en el hecho de que el feminismo, que promueve desde sus orígenes como movimiento social una crítica de la lógica de la acumulación capitalista, se ha convertido en un fenómeno mundial. Pero ¿por qué es tan importante el internacionalismo?

— Me parece que la dimensión internacionalista es muy importante, porque nos permite hacer diagnósticos de cómo opera el capital en su dinámica neoliberal, extractivista, expropiadora y, al mismo tiempo, porque esos diagnósticos nos muestran un mapa contemporáneo, trazan una coordinación posible de luchas y demandas de organización, y esto también le da un ritmo muy particular al movimiento: por momentos es más fuerte en Argentina, por momentos es más fuerte en Chile y por momentos es más fuerte en México. Pero, a la vez, son dinámicas que se van retroalimentando, tomando agendas, vocabularios, demandas específicas y creo que eso genera un sentido de conexión y de fuerza transfronteriza muy relevante.

Una manifestación masiva en Buenos Aires en marzo de 2018 en el contexto del segundo paro internacional feminista. Miles de mujeres argentinas salieron a las calles contra las violencias femicidas y económicas. Foto: Ni Una Menos/Argentina

Los retos del feminismo

— En otra obra tuya, La potencia feminista, señalas que la huelga es una herramienta o dispositivo útil para mapear las nuevas formas de explotación y violencia contra las mujeres y los cuerpos feminizados en el contexto de una economía capitalista. ¿Cuáles son hoy los desafíos más urgentes del movimiento feminista?

— Una es organizar medidas de fuerza contra la precariedad de la vida, porque esa precariedad nos afecta de manera distinta y de manera diferencial a todas, a todes y a todos, y me parece que el carácter antineoliberal del movimiento feminista es fundamental y se concreta en la capacidad de producir demandas que obstaculizan la avanzada del capital. Después hay un conjunto de cuestiones que vienen siendo muy importante para el movimiento y que tiene que ver con los derechos sexuales y reproductivos, como el aborto.

De hecho, tras décadas de debate y lucha por parte de los colectivos feministas para reapropiar sus cuerpos-territorios frente a las múltiples formas de violencia estructural, el Senado argentino aprobó el 30 de diciembre de 2020 el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Gago, que también es activista del movimiento Ni Una Menos, sostiene que, pese a este avance en materia de salud pública, se tiene que exigir una y otra vez a los tomadores de decisiones que hagan efectiva esta ley que regula el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. «Aquí también los grupos fundamentalistas y ciertas corporaciones con financiamiento internacional no dejan de operar para bloquear el acceso a este derecho ganado en las calles», señala.

— Por eso, con la ley no es que está garantizado una vez y para siempre [el servicio], sino que abre la posibilidad de demandar presupuesto público [para el cumplimiento de este compromiso asumido por el Estado] y de demandar contra las organizaciones conservadoras, las llamadas organizaciones de ‘las dos vidas’, que están permanentemente boicoteando ese derecho y que hoy, además, tienen amplificación de sus discursos en las fuerzas de derechas.

Finalmente, la politóloga y profesora universitaria añade que la cuestión antirracista es otra de las tareas imperiosas de la lucha feminista. «Está siendo una de las discusiones fundamentales del movimiento feminista, porque el movimiento feminista será antirracista o no será. Y esto, en nuestro continente, significa anticolonial».

Fuente:Revista Ideele N°310. Julio-Agosto 2023.

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