Uno de los avances o logros significativos de estas movilizaciones y oleadas huelguísticas desde las regiones fue colocar en la agenda política nacional el adelanto de elecciones. Inicialmente el Régimen de Dina Boluarte juramentó en el Congreso, gobernar hasta el año 2026, como era el acuerdo del bloque de poder y el Congreso.
Los acontecimientos obligaron muy rápidamente al Ejecutivo y Legislativo, en distintos momentos y tiempos hablar de un adelanto para el 2024, incluso jugar al 2023. Cerrada esta última posibilidad por la intransigencia del Congreso Nacional con el voto de la extrema derecha y extrema izquierda, queda en el escenario garantizar el adelanto para el 2024: que por cierto tampoco será fácil, considerando que hay fuerzas que buscan el 2026 como su objetivo a mantenerse tanto en el Ejecutivo y el Legislativo.
Las encuestas de los últimos meses, en especial los últimos influenciados por la crisis política y la radicalidad del escenario, han marcado algunas tendencias, como la de los tres tercios históricos electorales: un tercio de derecha, tercio del centro y un tercio de la izquierda. Además de haber convertido el tema de la nueva constituyente en un sentido común mayoritario, que ha descolocado a la derecha conservadora. De la misma forma el repudio al Congreso Nacional de claro signo de derecha y ultraderecha.
Todas estas consideraciones están obligando a los partidos de todos los colores, adelantar sus acciones y preparar su participación en el proceso electoral venidero, para lo cual necesitan construir su ropaje programático y discursivo.
En el caso de la derecha y la extrema derecha, se vienen dando reubicaciones políticas y discursivas en esa amplia fragmentación existente; fragmentados no solo están las izquierdas, también lo están los grupos conservadores.
Quien con mucho olfato y sentido de ubicación, empezó moviendo fichas es el fujimorismo; presentando su propuesta de adelanto de elecciones para el 2023, dejando en la estocada a sus tradicionales aliados de la extrema derecha; sus principales voceros y publicistas juega a dos factores: recolocar al fujimorismo en el centro político, para diferenciarse de la ultra derecha como Renovación Nacional y Avanza País; así como colocar a Keiko Fujimori como cabeza Congresal y dejar de lado sus repetidas derrotas electorales.
Sin embargo, el centro derecha se encuentra sobrepoblada de partidos como: APP de Acuña, AP, Somos Perú, Podemos, con sus matices y coqueteos programáticos y en los votos coincidentes en temas urticantes en el Congreso Nacional con la extrema derecha. Polarización discursiva que incluso el Partido Morado o lo que queda de él, aparezca en el centro-derecha, lejana a su presentación inicial de centro progresista.
Hay también otros partidos en pleno proceso de inscripción, que buscan participar y recolocarse electoralmente en el centro, como es el caso del Apra; de su ultra derechización con Alan García, ahora por razones electorales, buscan presentarse y matizar hacia una campaña centrista con Mauricio Mulder y derechista con Jorge del Castillo; la histórica escopeta de dos cañones.
La negativa de Renovación Popular y Avanza País para el adelanto electoral tiene su explicación, y radica en que los tiempos de la ultraderecha como alternativa, están averiadas y son menores sus posibilidades de triunfo en cuanto a la derecha y centro derecha.
El baldón político a todo el espacio de la derecha en todas sus vertientes, que debe ser levantada y canalizar sus consecuencias, son los activos y pasivos del comportamiento político de Dina Boluarte, que de vicepresidenta de Pedro Castillo el sindicalista radical, en su actual gestión recoja todas las banderas de la derecha y ultraderecha. Esta alianza entre el ejecutivo y legislativo, para encaramar una dictadura represiva tendrá graves repercusiones en los plazos electorales.