Si hay una fecha asociada con la familia esa es, sin duda, la Navidad. Da igual que se viva en otra ciudad, o incluso en otro continente, la familia siempre espera reunirse, al menos, esos días del año. Lo vemos en los anuncios de la tele, con esos reencuentros con abrazos y largas mesas llenas de gente que ríe, rodeada de cantidades ingentes de comida. Pero esta imagen de postal no es la realidad de todas las familias. Por desgracia, no todas están igual de bien avenidas.
“Sin duda el concepto de familia está muy romantizado. Se entiende que el vínculo de sangre está por encima de todo. Pero no debemos olvidar que la familia nos viene impuesta, no es elegida.”, reflexiona la psicóloga Sonia García. La misma afirma que, por eso mismo, diciembre es un mes intenso en las consultas. “Es muy frecuente que las personas que acuden a terapia psicológica vengan con un problema relacionado directa o indirectamente con temas familiares”.
Decidir ir a consulta por un conflicto familiar en estas fechas suele tener dos motivos: o bien no sabemos cómo gestionar la Navidad, a raíz de un conflicto ya existente, o bien acudimos después de un conflicto que salió a relucir precisamente en estas fechas en años anteriores.
“Es recomendable no ‘empacharnos’ de emociones para poder hacer una buena ‘digestión’ familiar”, explica el también psicólogo Enrique Vázquez. Según el experto, la culpa de las discusiones familiares no solo la tienen el exceso de alcohol o los temas complicados como la política o la religión, que también, sino el hecho de que, en Navidad, por algún motivo, estamos más emotivos. Y, por ende, más susceptibles. “Hay que saber dosificar los momentos, las formas y la expresión de las emociones, porque ser excesivamente natural puede aflorar sentimientos que no siempre van a ser bien entendidos”, insiste.
En esta idea, coindice también Sonia García. “Una cena o comida navideña no es el momento de solucionar problemas que se acarrean. Lanzar indirectas y tirar de ironía tampoco debería ser una opción, porque la cosa no va a salir bien. La idea principal ha de ser la de pasar un tiempo cordial y agradable, tratando de aparcar rencillas. Si no es posible hacerlo, tal vez reunirse no sea una buena idea”.
Los conflictos, como las personas, son diversos, aunque parece que hay historias que se repiten. “Los casos habituales tienen que ver con familias desestructuradas y con relaciones difíciles entre madre-hijo/a y/o padre/hijo/a. También encontramos bastantes disputas entre hermanos”, relata García. En cuanto a los motivos del conflicto, parece que la necesidad de control es uno de los grandes temas. “Podemos encontrar sobreprotección y también conductas muy negligentes, así como dinámicas familiares insanas donde se normalizan conductas tóxicas”, cita la psicóloga.
Enfrentar la cena con el mejor ánimo posible
Hay que recordar que el problema no es solo el conflicto en sí, sino que cada persona tiene una perspectiva del mismo. “Ante una situación conflictiva, se ponen en juego expectativas diferentes, habilidades que distan mucho según quienes las tengan, sensaciones y momentos concretos, que pueden afectar de forma diversa a los integrantes de una relación afectiva”, argumenta por su parte Vázquez.
Por ello, si la reunión parece ineludible y el ambiente ya era tenso anteriormente, la idea será hacer un ejercicio de autoexamen, para ver cómo podemos mejorar nuestra predisposición para ese día. Al menos, por nuestra parte. Así, para ir mentalizados, el psicólogo Enrique Vázquez aporta algunos tips a tener en cuenta:
• “Acudir con predisposición, pero sin grandes expectativas”. Aplicando el dos no pelean si uno no quiere, gran parte del éxito del encuentro dependerá de nuestra actitud, es cierto, pero tampoco podemos pensar que la otra persona nos lo va a poner siempre fácil. Por ello también tengamos en cuenta nuestras expectativas ,y no nos comparemos con otras familias.
• “Elegir de forma sensata el tiempo en el que estaremos presentes en este tipo de eventos”. Si hemos sabido contenernos, mejor irnos a tiempo que acabar explotando. “Lo bueno si es breve, dos veces bueno”, insiste el experto. Así, quizás es mejor verse en una cena de Nochebuena o una comida de Navidad, para una retirada rápida, que quedar en Nochevieja y tener que esperar, como mínimo, hasta las uvas.
• “Evitar el alcohol o en lo posible el exceso del mismo”. También el consumo de otras sustancias que pueden alterar una normalidad, ya de por sí complicada, ante situaciones de cierto estrés emocional.
• “No sacar a relucir ‘el tema’ en cuestión”. Una herencia, la casa de la playa, la boda a la que no me invitaste, o el comentario que se te escapó en ese audio equivocado de WhatsApp. Si hay que hablarlo, mejor elegir un momento privado y no uno que involucre a toda la familia.
• “Saber encontrar momentos para estar solo”. Tener una habitación, o al menos un baño, en el que entrar y respirar profundo cuando nos sentimos desbordados, puede ayudar.
• “Valorar el momento”. No centrarnos solo en el tema que nos separa, sino en lo que nos une como para decidir pasar, al menos, este día juntos. “Es posible que eches de menos tener otra oportunidad de estar de nuevo así en familia”, recuerda el experto.
¿Y si la cosa sale mal?
Si pese a toda nuestra buena intención, la situación se desborda inevitablemente, y ese encuentro supone un punto de inflexión, para mal, en nuestra relación, será importante pensar en frío qué queremos hacer con esa relación a partir de entonces.
Con una pareja, un amigo o, incluso, un compañero de trabajo, se puede tomar la decisión de tomar distancia, e incluso bloquear en el sentido estricto de la palabra, si es necesario. Pero con la familia siempre es más complicado. “Es preferible empezar dosificando la relación y aprender a gestionarla antes que tomar decisiones radicales, pues será menos reversible si finalmente vemos cómo arreglar dicho conflicto”, añade Vázquez.
Para ello, la recomendación de Sonia García es “poner distancia, si no se puede física, al menos temporal”, es decir, “compartir menos tiempo juntos”. Por ejemplo, muchas veces, al cesar la convivencia las relaciones familiares mejoran, aunque no siempre se puede acceder a esta alternativa. “Limitar el contacto telefónico también es una opción a tener en cuenta”, insiste la experta. Y es que no todas las relaciones sobreviven a base de pasar mucho tiempo juntos, sino todo lo contrario.