Cuba aplica gotas nasales a viajeros y familiares para enfrentar el coronavirus. DW consultó varias fuentes y a un experto para saber qué es el Nasalferón, si es realmente preventivo y qué lo diferencia de una vacuna.
Se denomina Nasalferón y es un fármaco en forma de gotas nasales, desarrollado por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba (CIGB). Está siendo aplicado a viajeros y a sus familiares en la isla, de forma experimental y voluntaria, desde el pasado 7 de enero, declararon autoridades de salud a la prensa local. No detallaron, sin embargo, si los involucrados forman parte de un estudio, ni cuál es el protocolo para obtener su consentimiento informado.
El medicamento se aplica en dos municipios de La Habana, Boyeros y Diez de Octubre, y se prevé extender su uso al resto de la capital. Su efecto, según aseguran diversos medios estatales de prensa, citando a la directora de Ciencia e Innovación Tecnológica del Ministerio de Salud Pública, Ileana Morales, “fortalece el sistema inmunológico” y “evita la replicación del virus Sars-CoV-2”, causante del COVID-19, modificando la cantidad de colonias presentes en el organismo.
Los médicos y enfermeras del sistema de atención primaria son responsables de la distribución de las gotas a la población. Así como de instruirles para la autoaplicación del medicamento, por un promedio de diez días, una gota en cada fosa nasal, dos veces al día, usando frascos individuales. Además, registran en una aplicación informática los resultados del seguimiento diario de cada uno de los involucrados, cuyos expedientes serán contrastados en un servidor central, informaron las autoridades de salud en la televisión nacional.
El Nasalferón es una formulación diferente del interferón alfa 2b recombinante, que permite su administración por vía nasal, corroboró DW en el Registro Público Cubano de Ensayos Clínicos (RPCEC).
En teoría, “está siendo aplicado como un medicamento preventivo, o sea, que se aplica en antecedencia (antes de que una persona esté infectada), para evitar la infección. Y, en todo caso, si no se evita la infección, que el cuadro clínico no progrese a las formas más graves”, confirma el virólogo cubano Amilcar Pérez Riverol, a quien DW ya había consultado una semana atrás sobre el desarrollo de cuatro candidatos vacunales cubanos, entre los cuales hay uno de administración nasal.
Si es un medicamento preventivo: ¿qué lo diferencia de una vacuna?
“En ningún caso se puede ver como una vacuna”, aclara Riverol, exprofesor de Virología Molecular de la Universidad de La Habana e investigador de la brasileña Universidad Estatal Paulista (UNESP). “Se trata de un inmunomodulador, que potencia una parte de la respuesta inmunológica del organismo”, explica.
“El interferón es una molécula antiviral, que induce o modula -en el sentido de potenciar- la respuesta antiviral en el organismo, que es la primera parte de la respuesta del organismo cuando se enfrenta a un virus, pero es una respuesta del sistema inmune innato, no específica contra el coronavirus, sino contra virus en general”, precisa Riverol. Una vacuna, en cambio, induce anticuerpos específicos, una respuesta celular específica.
“Desde el punto de vista teórico, hay una lógica en aplicar el Nasalferón como un fármaco que se conoce que potencia la respuesta antiviral. Pero, para tener plena seguridad de que existe efectivamente un nivel de protección contra la infección y sobre todo contra la evolución a cuadros clínicos, harían falta ensayos clínicos que, al menos, sean controlados por placebo”, indica el virólogo consultado por DW.
Hasta el momento, en el Registro Público Cubano de Ensayos Clínicos (RPCEC), aparecen únicamente dos ensayos relacionados con el Nasalferón. Uno de mayo de 2020, sobre su farmacodinamia y seguridad, con una muestra de apenas 30 personas. Y otro de octubre, con 80 personas. Ninguno prevé incluir un grupo de control. De ninguno se han publicado resultados.
Esto no niega la potencial efectividad del medicamento, advierte Riverol. Pero, como es estándar en la ciencia a nivel internacional, “la realización de estudios al menos controlados por placebo, en los que un grupo de voluntarios recibiera el Nasalferón y otros no, para comparar qué sucede en cuanto a contagios y evolución de cuadros clínicos, es lo que va a permitir tener una completa seguridad de que el fármaco tiene un efecto significativo en la protección contra la infección por el SARS-CoV2.”
El medicamento tampoco aparece en la lista de “medicamentos biológicos innovadores” o el “catálogo de productos”, disponible en la web de BioCubaFarma, el grupo empresarial de las industrias biotecnológica y farmacéutica de la isla.
Aunque, según la prensa local, datos de la Academia de Ciencias de Cuba indican que hasta el mes de agosto se había tratado con Nasalferón a 17.241 trabajadores de la salud y 1.105 personas vulnerables (con edad avanzada y comorbilidades o por exposición indirecta al virus). Y la propia Academia menciona al Nasalferón en una nota de agosto en su web, como un “producto en fase de desarrollo“, reposicionado para la prevención de la infección por el virus SARS-CoV-2 en grupos de riesgo.
La extensión del uso del Nasalferón ha sido presentada como parte de la nueva estrategia de las autoridades sanitarias cubanas, cuando el país, y especialmente La Habana, su capital, experimenta un serio rebrote de COVID-19, en lo que se considera la tercera ola de la pandemia para Cuba.
En un momento en que no debe decaer la percepción del riesgo de contagio, en Cuba como en el resto del mundo, parece importante recalcar, insiste Riverol, que este tipo de medicamento está dirigido a “ayudar a la respuesta inmunológica, para que, en caso de contagio con el virus, el sistema inmunológico esté más preparado para responder y controlar la infección. Pero que en ningún caso el uso de estos fármacos implica que la persona está protegida y ya no se va a infectar: eso ocurre solo con vacunas específicas para coronavirus.”
(ers)
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