La migraña es un tipo de cefalea de gran intensidad, aguda y recurrente, que dura entre 2 y 72 horas, que se manifiesta, en muchas ocasiones, con dolor de tipo pulsátil que afecta a un solo lado de la cabeza y que puede estar acompañado de náuseas, vómitos o sensibilidad a la luz, además de un conjunto de síntomas de advertencia como visión borrosa o destellos luminosos.
Esta patología no es mortal, pero sí puede resultar muy incapacitante, tanto por la intensidad del dolor como por los síntomas asociados, que en no pocas ocasiones impiden al paciente desarrollar una vida social y de ocio satisfactoria. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se trata de una de las veinte enfermedades más incapacitantes que existen.
Una crisis de un día puede incapacitar al enfermo tanto como un día de ceguera o paraplejia y, según datos de la Asociación Española de Pacientes con Cefalea (Aepac), hay pacientes que pueden llegar a padecer hasta quince crisis en un mes.
Dado el elevado número de afectados, se trata de uno de los motivos de consulta más frecuentes en atención primaria y el primero en los servicios de neurología. Así mismo, la migraña constituye una de las causas más frecuentes de absentismo laboral, por lo que, además de mermar de manera importante la calidad de vida de quien la sufre, tiene también implicaciones a nivel socioeconómico.
De acuerdo a la OMS, el 14% de la población mundial sufre migraña. En España, la Sociedad Española de Neurología (SEN) señala que más de 5 millones de adultos españoles padecen migraña, lo que se traduce en un 13% de la población. Se trata de una enfermedad que puede surgir a cualquier edad, aunque es más frecuente que se manifieste desde los 10 años hasta los 45 y, especialmente, durante la adolescencia. Además, es más habitual entre las mujeres: alrededor del 80% son mujeres de entre 20 y 40 años.
A su vez, 1,5 millones de personas padecen migraña crónica en nuestro país, llamada así cuando los pacientes
sufren dolor de cabeza 15 o más días al mes. Además del género, la predisposición genética constituye otro factor de riesgo, ya que las migrañas pueden ser hereditarias: según datos de la Clínica Universidad de Navarra, el 70% de los pacientes que presentan este problema tienen antecedentes familiares del mismo.
Si bien no se conoce la causa exacta de la migraña, de acuerdo a la Asociación Española de Pacientes con Cefalea (Aepac), se piensa que las personas que padecen este problema tienen un cerebro especialmente excitable. Sus neuronas, hiperactivas y muy sensibles, envían impulsos a los vasos sanguíneos, lo que provoca su estrechamiento y posterior dilatación. Aunque la secuencia exacta de hechos sigue sin aclarase, estos cambios, que afectan también a los tejidos circundantes a los vasos sanguíneos, liberan sustancias que generan dolor. En este sentido, pueden desencadenar las crisis de migraña diferentes tipos de estímulos o circunstancias:
La abstinencia de cafeína.
Tomar alcohol.
Cambios en los niveles hormonales debidos al ciclo menstrual o a la toma de píldoras anticonceptivas.
Cambios en los patrones del sueño.
Cambios de estación o meteorológicos bruscos.
Cambios de altitud.
Ruidos fuertes o luces brillantes o intermitentes.
Ejercicio u otro estrés físico.
Saltarse comidas.
Olores y/o perfumes fuertes.
Fumar o exponerse al humo.
Cualquier cambio que provoque estrés y ansiedad, como una mudanza, una defunción, un divorcio o el trabajo.
Algunos alimentos y sustancias como:
Chocolate.
Lácteos y derivados.
con glutamato monosódico (GMS), como la comida china.
Productos Alimentos con tiramina como el vino rojo, el queso curado, el pescado ahumado, el hígado de pollo, algunas legumbres y frutas como el aguacate o los cítricos.
Carnes con nitratos como el tocino, el salami o las carnes curadas.
Las cebollas.
Los cacahuetes y nueces.
Los alimentos procesados, fermentados, adobados o marinados.
Edulcorantes (sacarina, aspartamo).
Con frecuencia, antes de que se desencadene el dolor de cabeza característico de la migraña, pueden producirse diversas alteraciones de la visión, lo que se conoce aura, que duran generalmente entre cinco y veinte minutos. El aura se produce en ambos ojos y puede incluir:
Un punto de ceguera temporal.
Visión borrosa.
Dolor ocular.
Ver destellos luminosos o líneas en zig-zag.
Visión túnel.
Otros posibles signos de advertencia de la migraña son bostezar, sensación de adormecimiento en los dedos, una mano, la cara o los labios, sufrir dificultad para concentrarse, náuseas, debilidad muscular y problemas para encontrar las palabras adecuadas. Suele producirse minutos antes de la crisis o incluso horas antes, aunque no siempre implican que se avecine un aura.
Una vez comienza, el dolor presenta las siguientes características:
Se presenta en un solo lado de la cabeza, aunque en ocasiones puede localizarse en la frente, alrededor de un ojo o en la parte posterior de la cabeza.
Es un dolor sordo, profundo y pulsátil, similar a palpitaciones o latidos en la cabeza, de intensidad variable.
Aumenta en minutos u horas de manera gradual y también desaparece de manera paulatina a medida que cede la crisis.
La luz, los movimientos de la cabeza o los ruidos suelen empeorarlo.
Puede durar desde unas pocas horas hasta dos o tres días.
Puede llegar acompañado de otros síntomas como escalofríos, aumento de la micción, náuseas, vómitos, intolerancia a la luz y/o al ruido o, con menor frecuencia, congestión nasal o lagrimeo. El diagnóstico es esencialmente clínico. El médico puede diagnosticar este problema a partir de las preguntas realizadas al paciente y un examen físico que permita determinar si los dolores de cabeza están provocados por tensión muscular, problemas de sinusitis o un trastorno cerebral. En ocasiones, por tanto, puede ser necesario realizar una tomografía computorizada (TAC) o resonancia magnética del cerebro.