Seguro que alguna vez, viendo la tele, has pensado: ¿Y si viendo por ejemplo un programa de cocina o un documental de viajes pudiera llegarte el aroma de lo que estás viendo en pantalla?
Esa es la pregunta que impulsa a Osmo, una startup emergente fundada por ex-investigadores de Google, que busca cambiar la manera en que interactuamos con los aromas. Bajo la dirección de Alex Wiltschko, Osmo se propone crear una biblioteca digital de olores, una hazaña que podría cambiar industrias como la perfumería, la medicina y el entretenimiento virtual. Pero, ¿cómo es posible enseñar a una máquina a captar y replicar algo tan intangible como un olor?
En un mundo donde la inteligencia artificial ya puede generar textos, imágenes e incluso sonidos, Osmo lleva esta tecnología un paso más allá, desafiando los límites de lo que las máquinas pueden entender y replicar del mundo sensorial humano. La promesa de poder digitalizar los olores abre un abanico de posibilidades, desde la detección precoz de enfermedades hasta la creación de experiencias inmersivas en la realidad virtual.
Osmo se enfrenta al reto de codificar la vasta variedad de olores en un formato que los ordenadores puedan entender. La empresa ha desarrollado para ello sus propias redes neuronales gráficas (GNNs), un tipo de inteligencia artificial que permite analizar la estructura molecular de las sustancias. Esta tecnología no solo ayuda a predecir cómo huelen ciertas moléculas, sino que también puede replicar esos olores en un entorno digital.
El primer paso crucial fue construir una base de datos de olores. Dado que no existía tal recurso, Osmo colaboró con importantes empresas del sector de las fragancias para recopilar miles de moléculas y descripciones de olores. Este repositorio de datos es lo que alimenta el cerebro digital de Osmo, ayudando a las GNNs a entender y replicar el lenguaje de los olores.
Aunque los objetivos a largo plazo de Osmo incluyen la detección de enfermedades mediante el olfato digital, la empresa se está enfocando inicialmente en aplicaciones más tangibles y de impacto inmediato.
Por ejemplo, la mejora de la seguridad en productos de consumo como alimentos, pero también asegurar la calidad de otros como perfumes, champús y detergentes. Mediante la IA, Osmo pretende analizar y mejorar la composición de estos productos para hacerlos más seguros y agradables para los consumidores.
Este enfoque tiene un potencial disruptivo en el mercado de la perfumería, donde la creación de fragancias ha sido históricamente una mezcla de arte y ciencia. Con la ayuda de la IA, Osmo podría transformar este proceso, haciéndolo más preciso y personalizado, adaptando los olores no solo al gusto, sino también a las necesidades específicas de cada individuo.
Una de las aplicaciones más fascinantes y prometedoras de la tecnología de Osmo es en el campo de la salud. La idea de que los olores pueden contener información vital sobre el estado de salud de una persona no es nueva; sin embargo, hasta ahora, los ordenadores no han sido capaces de “oler” en un sentido práctico.
Osmo pretende cambiar esto, desarrollando sistemas que puedan detectar enfermedades en etapas tempranas a través de los cambios en los olores corporales.
Por ejemplo, algunas enfermedades metabólicas o infecciones provocan la emisión de compuestos volátiles específicos que, si se detectan a tiempo, podrían alertar sobre la presencia de la enfermedad antes de que aparezcan los síntomas más evidentes.
Esta tecnología no solo podría revolucionar el diagnóstico médico, sino que también podría integrarse en dispositivos de consumo, ofreciendo un monitoreo continuo y personalizado de la salud.
La integración de la inteligencia artificial en la industria de la salud es un fenómeno en rápido crecimiento. Según estimaciones de Polaris Market Research, el mercado global de IA en salud podría alcanzar los 431.000 millones de dólares para 2032, lo que subraya la importancia de estas innovaciones.
No obstante, la tarea de replicar el olfato en una máquina presenta desafíos únicos. Los olores son complejos y multidimensionales, y la percepción olfativa humana está profundamente influenciada por factores psicológicos y contextuales. Replicar esta experiencia en un entorno digital no solo requiere una comprensión profunda de la química de los olores, sino también de cómo estos son procesados por el cerebro humano.