Los gigantes tecnológicos han comenzado a utilizar su poder, influencia y capital para construir modernas miniciudades corporativas
Vivimos tiempos en los que el poder de los gigantes tecnológicos es tal que ya no se conforman con vender y sacar enormes beneficios acaparando sectores enteros, sino que buscan conseguir una fidelización macrosocial brutal. Tal y como hemos ahondado en otros artículos de Xataka, empresas como Amazon están ya en todas partes: son tu supermercado, tu televisión, tu Internet o tu colegio. Ahora quieren ser también tu vecindario o, mejor dicho, tu casero.
En Estados Unidos, los gigantes tecnológicos como Meta, Google o Amazon han comenzado a utilizar su poder, influencia y capital para construir modernas ciudades corporativas: viviendas, tiendas y espacios públicos. Estos enclaves estarán disponibles para el público en general, no sólo para los empleados. Después de años de enfrentarse a la escasez de viviendas, se están tomando el asunto en sus propias manos.
Meta ya ha empezado su aventura como inmobiliaria, pero tiene sus razones. Desde la pandemia lleva invirtiendo una cantidad millonaria en viviendas asequibles en Silicon Valley. El motivo ya lo hemos comentado antes en Magnet. Y es que los gigantes tecnológicos como Google, Facebook o Apple han atraído a miles de trabajadores altamente cualificados que perciben sueldos muy altos y ello ha causado que se eleven los costes de la vivienda en toda California. Mucho más de lo que la mayoría de trabajadores de clase media pueden pagar.
El imperio de Mark Zuckerber se comprometió a invertir más de 800.000 millones de euros en viviendas por todo Silicon Valley, lo que se podría traducir en la construcción de hasta 20.000 nuevos hogares en la próxima década, gran parte de la cual estará dirigida a maestros, policías y otros trabajadores cerca de su sede. Hasta 250 millones de dólares se destinarán a una asociación entre la empresa y la administración de California, que proporcionará terrenos estatales infrautilizados a los desarrolladores prácticamente sin coste alguno.
Pero Facebook no es la única empresa que está invirtiendo en vivienda. En junio, el ayuntamiento de Mountain View aprobó el proyecto North Bayshore de Google, una asociación entre la compañía y la firma inmobiliaria australiana Lendlease. Este campus gigantesco reemplazará a un parque de oficinas suburbano con un nuevo vecindario en expansión en el corazón de Silicon Valley. Los planes contemplan hasta 7.000 viviendas nuevas, así como parques, restaurantes, tiendas y más de un millón de metros cuadrados de espacio para oficinas.
Mountain View también dio luz verde al plan maestro para Middlefield Park, otro desarrollo de Google que propone derribar edificios industriales y de oficinas existentes y construir casi 2.000 nuevas unidades de vivienda, así como más espacios de oficinas y comercios.
Apple Inc., la otra punta del tridente, prometió hace dos años 2.500 millones de dólares para combatir la crisis de vivienda de California a su manera. Se propuso repartir 1.000 millones a la creación de un fondo de inversión para vivienda. A ellas se les suma Disney, que también planea iniciar el próximo año la construcción de 1.400 unidades de vivienda a pocos kilómetros de su parque temático emblemático en Florida. Y Elon Musk, quien está sentando las bases para una nueva ciudad utópica llamada Snailbrook cerca de Austin (Texas), donde los empleados de sus empresas como Tesla y SpaceX algún día podrían vivir a precios inferiores a los del mercado.
Las ciudades “modelo” no son nuevas
Como podemos ver, todas estas grandes compañías quieren crecer más. Y para ello no les queda otra que colaborar con la administración pública. Mirándolo desde una perspectiva lógica, es algo que ha pasado desde hace siglos. Históricamente han existido ciudades empresariales, lugares donde todos, si no la mayoría, de los negocios y viviendas eran propiedad de un solo empleador, esos capitalistas del siglo XIX que construían “ciudades modelo” al lado de sus fábricas para los obreros industriales.
Ciudades nacidas del paternalismo empresarial, una forma de responsabilidad moral en realidad maquillada para hablar del control de los trabajadores por parte de sus empleadores, a los que se buscaba imponer los ideales del jefe. Normalmente, estos entornos se situaban donde las industrias extractivas (carbón, metal, madera) habían establecido su monopolio. Eso sí, tenían una desventaja: si la empresa fracasaba, el efecto económico en la ciudad era devastador.
Ejemplos encontramos muchísimos. En 1903, Milton Hershey fundó la ciudad de Hershey en Derry, Pensilvania. Estaba destinada a que sus trabajadores prosperaran y ofrecía comodidades modernas como electricidad y plomería interior, además de transporte público y educación gratuita para los hijos de los trabajadores. En 1928, Henry Ford convirtió parte de la selva amazónica en una ciudad industrial llamada Fordlândia con tal de hacerse con el caucho que allí había. Se realizaban inspecciones diarias para que los trabajadores del pueblo no consumieran alcohol o tabaco o tuvieran relaciones sexuales.