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Opinión

 Elisa Wiener: “Nuevas miradas sobre la Reforma Agraria Peruana”

Recientemente ha sido publicado el libro “Nuevas miradas sobre la Reforma Agraria Peruana” editado por Alejandro Diez y María Luisa Burneo y publicado por el CISEPA. Este libro recoge las investigaciones que fueron presentadas durante el Coloquio Internacional 50 Años de la Reforma Agraria Peruana: Nuevas Lecturas y enfoque, organizado por el Taller etnológico de Cultura Política de la Especialidad de Antropología de la Facultad de CCSS de la PUCP. El libro nos presenta nuevas miradas sobre un proceso que es crucial en nuestra historia y aporta elementos de análisis necesarios para hacer frente a las encrucijadas sociales y políticas que estamos viviendo. Hay en el libro una clara voluntad de las y los autores por posicionar nuevas perspectivas y lecturas distintas del proceso de reforma agraria, desde una aproximación etnográfica respaldada por una rigurosidad en la revisión de documentación histórica de archivos de la época a lo que suman las fuentes orales que recogen testimonios de actores protagónicos de los acontecimientos que se relatan.

Una característica del libro que quisiera destacar es la importancia de las historias locales para comprender procesos nacionales como la reforma agraria. Las autoras y autores del libro ponen el foco en historias que no han sido parte de la narrativa frecuente sobre la Reforma y que han quedado invisibilizadas por eventos que han tenido mayor resonancia como parte de la historia oficial. El libro pone en valor la historia de las comunidades campesinas, sus anexos, sus sectores o parcialidades, y de las personas que las habitan -fundamentalmente campesinos y campesinas indígenas- como actores con capacidad para liderar proceso de cambio. En ese sentido, la relevancia actual de contar estas historias a partir de estas nuevas miradas es sobre todo política.

El primer capítulo del libro, escrito por María Luisa Burneo y Alejandro Diez, nos presenta una revisión profunda de los estudios que se han realizado sobre la reforma agraria y propone nuevas perspectivas para aproximarnos a su estudio, entendiéndolo como un proceso social que debe integrar el análisis de las distintas transformaciones de las sociedades rurales. Partiendo, por supuesto, de las historias particulares de los territorios, sus circunstancias y memorias, como punto de partida para abordar “las trayectorias regionales de la reforma agraria”, una aproximación que pone en el centro el análisis de los recorridos que han atravesado tanto el territorio como los actores involucrados antes y después de la reforma.

El rol de las comunidades campesinas

Ingrid Hall, en su investigación sobre la Comunidad de Llanchu en Cusco, llama la atención sobre la importancia de vincular la reflexión sobre la reforma agraria con los estudios sobre comunidades, dado lo poco que se ha investigado sobre esta institución durante dicho proceso. El artículo muestra cómo impactó la Reforma Agraria en un territorio cuyo origen era un ayllu reconocido con título colonial, que en el siglo XX se había reconfigurado con el asentamiento de haciendas y la formación de sectores que permanecieron independientes del régimen hacendatario. El caso muestra las estrategias desplegadas por los campesinos del ayllu: la formación de alianzas y la puesta en marcha de un proceso judicial -amparados en el título colonial- para recuperar las tierras que estaban bajo el dominio de las haciendas antes de la reforma. Estrategias complejas que supieron encausar y que con la llegada de la reforma, supieron adecuar a los nuevos marcos dados por el régimen para que les adjudiquen las tierras.

Me interesa señalar en este punto el proceso de reconocimiento de comunidades campesinas que siguió a la reforma y al proceso de desmembramiento de estas comunidades que devino a continuación. Esta es una trayectoria que han seguido las comunidades en distintas partes de la sierra y que responden también a las estrategias que se plantean las comunidades para tener seguridad sobre sus tierras y gestionar sus territorios de manera autónoma. En el caso de Llanchu, el desmembramiento fue también parte de la estrategia que utilizaron los comuneros para adecuarse al proceso de reforma. El artículo de Mercedes Crisóstomo sobre el caso de la Hacienda Parco de Huancavelica, también nos habla de cómo la creación de la comunidad de Parco significó el logro de la autonomía y el autogobierno: poder elegir a sus autoridades, administrar justicia y gestionar sus recursos. Por ello también se resistieron a ser parte de la SAIS “para no tener otro patrón”.

El estudio de Romaña y Núñez sobre las haciendas azucareras de Chucarapi y Pampa Blanca cuenta cómo la Reforma Agraria resquebrajó el orden social que estaba organizado en la figura del hacendado generando nuevas desigualdades. La reforma provocó un cambio en las relaciones de poder al acabar con el régimen de hacienda, sin embargo, el libro muestra cómo las relaciones jerárquicas y de dominación entre territorios y sus pobladores, persistieron en algunos lugares manteniendo las antiguas tensiones entre sectores o anexos, así como las percepciones que tenían unos sobre otros según la historia del territorio que ocupaban.

El artículo de Castro y Rossini nos habla de las “casas haciendas” como lugares de memoria y sobre cómo se han ido resignificando simbólicamente a lo largo del tiempo. Una reflexión que me evocó este artículo es que los territorios también son lugares de memoria que van resignificando las relaciones que tienen entre sí, por ejemplo: las relaciones entre la comunidad matriz y las nuevas comunidades; entre los trabajadores de la ex hacienda y los comuneros; entre “la cabecera” y los anexos de la comunidad. Estos territorios mantienen muchas veces relaciones jerárquicas y abusivas entre sí, bajo el recuerdo de las relaciones de dominación que antecedieron, pero resignificándose en sus nuevos contextos, e incluso en aquellos lugares donde la reforma no llegó como muestra el caso de Jaqui en Arequipa analizado por Castro, Rázuri y Rengifo. Todo ello ha tenido a lo largo de las últimas décadas una enorme repercusión en el poder local y en las identidades de los territorios, más aún cuando sobrevino el conflicto armado interno y, posteriormente, cuando la municipalidad se fue convirtiendo en una institución con mayor influencia y protagonismo en los territorios rurales convitiéndose en el centro de nuevos conflictos.

El poder local

Una pregunta que me hacía al leer algunos de los artículos es qué ocurría en esa época con la municipalidad. Claramente este no es el objeto de estudio del libro, pero creo que es necesario hacernos esa pregunta pensando en las trayectorias políticas que siguieron estos territorios luego de la reforma, y en posibles líneas de investigación. En algunas zonas rurales, de Huancavelica, por ejemplo, era una institución que rotaba entre los vecinos notables de la capital del distrito, los mistis, sin posibilidad de que la gente de los anexos accediera a esos cargos. Esta desigualdad en el ejercicio político en un contexto en el que la población indígena no tenía derecho al voto era común y también era un germen de desigualdad y de actitudes “gamonales” entre un territorio y otro: recuerdo una historia que un comunero me contó sobre como la comunidad “madre” daba órdenes a sus “hijos” (sus anexos) y los obligaba a cumplir con tareas en su territorio.

Algunos artículos del libro hacen referencia al poder local, sobre todo a instituciones que estaban en “la capital del distrito” y en la “capital de la provincia”: subprefectura y gobernación, principalmente. Instituciones a las que apelaron, por ejemplo, los trabajadores de la hacienda de Chapi, en Chungui-Ayacucho para denunciar los abusos del patrón y reclamar mejoras laborales, como cuenta detalladamente Nathalie Coc-Menard en su estudio sobre la rebelión de Chungui en 1963, evidenciando cómo estos casos -poco estudiados- fueron una semilla de la reforma agraria.

Cuenta Nathalie que años antes de la reforma agraria los trabajadores de la hacienda Chapi habían empezado a reclamar por los abusos que se cometían contra ellos. Fue en 1963 que un grupo de mujeres se rebelaron y tomaron prisionero al hacendado. Este relato me llamó mucho la atención pues es uno de los pocos en el que se habla del liderazgo de las mujeres y su rol en las movilizaciones que se dieron en este periodo. Dicho sea de paso, en general la historia conocida de la reforma agraria es sumamente masculina. Volviendo a la rebelión, lo que fue un intento por aplicar justicia propia se convirtió en una apuesta por hacer uso de los marcos legales de la época acudiendo a la justicia estatal. Todo ello en un contexto, señala la autora, en el que la mayoría de los trabajadores eran quechua hablantes monolingües y analfabetos, y en el que las autoridades regionales también formaban parte de las familias terratenientes. Los trabajadores y trabajadoras de la hacienda “caminaron juntos” para hacer la denuncia en la subprefectura. 73 expusieron sus denuncias contra el hacendado, que incluían hasta violaciones sexuales. Pero las cosas salieron al revés y el principal dirigente del sindicato de trabajadores fue encarcelado.

Esta historia, como la de las estrategias que se llevaron a cabo en Llanchu, muestra cómo campesinos y trabajadores de haciendas desarrollaron estrategias complejas aún en un contexto de exclusión y racismo. Sin embargo, chocaron con la oligarquía de la época, lo cual es también sumamente actual.

Volviendo al tema del poder local, quiero agregar algunas ideas que me han surgido al leer el libro, con relación a las transformaciones que dejó la reforma, y su relación con los procesos de fortalecimiento del gobierno local. Cuando hablamos de fragmentación política y del voto en las elecciones en distritos rurales debido a la existencia de muchos candidatos a nivel local, creo que sería interesante mirar también la historia de la fragmentación territorial de cada localidad. ¿Cómo entran en juego las identidades comunales y territoriales en las contiendas políticas? ¿Es el ámbito distrital un territorio realmente cohesionado capaz de ser representado efectivamente por sus autoridades municipales? Estas son preguntas pertinentes para repensar nuestra democracia y la crisis de representación de la que tanto se habla.

La agencia de los indígenas y del campesinado

Finalmente, quiero resaltar lo que para mí es uno de los principales aportes del libro: dejar constancia de la capacidad de movilización y el uso de estrategias que tuvieron los campesinos para tratar de revertir la situación de explotación y abuso en el que vivían. Hall señala que en los debates públicos sobre la reforma agraria “los comuneros suelen ser infantilizados o presentados como agentes pasivos”. Cok, por su parte, nos cuenta cómo la guerrilla del ELN que operó en Chungui, no le reconocía a los trabajadores de la hacienda la capacidad de “subvertir el sistema por sí mismos” y que por tanto necesitaban ser liberados. Castro y Rossini recogen el testimonio de un descendiente de hacendados que señala que “la reforma agraria generó decadencia en el país, fue como si les dieran a los niños da una familia toda la plata del mes.”

Restarles agencia a las campesinas y campesinos es una práctica constante de nuestra historia. Algo que hoy vemos más viva que nunca. A la infantilización se le sumó en los ochenta “el terruqueo”, porque para un sector de nuestro país tanto hace un siglo como ahora, si no eres un ignorante e incapaz eres un “terruco”. Así, lo que persiste, aún después de la reforma agraria, es el racismo y el desprecio contra la población campesina e indígena. Como mencioné, las historias de este libro nos cuentan que la reforma agraria no acabó con la desigualdad, más bien, generó nuevas. Si lo pensamos a nivel nacional, diría que actualmente las desigualdades se dan entre los territorios que están racializados y los que no. Y que eso define en gran medidas las trayectorias de las sociedades rurales.

Para terminar quiero referirme al artículo de Mijail Mitrovic quien analiza el aparato de comunicación pública de la Oficina Zonal de Reforma Agraria de Cusco y nos cuenta finamente las formas de movilización social que se impulsaron desde el régimen para avanzar en la organización política del movimiento campesino y en la revolución: boletines, teatro campesino, títeres, cine, afiches, la iconografía y los símbolos que desarrollaron una imagen propia para mostrar lo que el régimen quería reivindicar en términos de identidad cultural pero también en términos ideológicos. En épocas como ésta emociona ver las imágenes que acompañan el artículo, porque fue una época en la que, desde el Estado, la imagen de los campesinos y campesinas eran infinitamente más valoradas y apreciadas que hoy.

Versión editada del texto leído por la autora en la presentación del libro “Nuevas miradas sobre la reforma agraria” (CISEPA PUCP 2023) realizada el día 28 de mayo.

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