Quienes conocen a Castillo y apuestan a llevarlo hacia el centro, se apresuran en decir que no es comunista. No les creamos necesariamente. ¿Pero qué dice el profesor de sí mismo? En las pocas entrevistas que dio en la segunda vuelta negó esa condición extrema. En su discurso tampoco delata la típica ideologización del que ha sido formado en un partido o entorno marxista leninista, como sí lo ha sido su socio político, Vladimir Cerrón. Hasta donde sabemos, Castillo solo tuvo un paso, no muy entusiasta, por el ecléctico Perú Posible. Como sindicalista del magisterio, fue independiente.

Sin embargo, Castillo sí repite ideas fuerza como que ‘no debe haber pobres en un país de ricos’ y recoge la bandera, muy arraigada en todos los partidos de izquierda, de una nueva constitución. Y, como acabamos de ver en tuits poco felices, no puede asumir que Cuba es una dictadura. Habló de estatizaciones y de desaparecer instituciones que a su juicio funcionaban mal, hasta que cayó en cuenta de lo tóxico que eso sonaba en campaña electoral. Es, digamos, un nacionalista y populista de izquierda, de raigambre autoritaria (la que él mismo asocia a su pasado rondero), y con la convicción de que se necesitan cambios radicales en el papel (la Constitución) y en la acción.

No ha declinado, para nada, la bandera de papel, la Constitución, a pesar de que es impopular fuera de su electorado; pero sí ha hecho concesiones en lo que cree que debiera ser la acción. Cada planteamiento proactivo, sea para proponer un tema o una persona, son un dilema por resolver y un constante abrir y cerrar la puerta para visitas al local de Breña que le presta el empresario chotano Alejandro Sánchez Sánchez (según reveló “Cuarto Poder”). ¿Quiénes y qué razones mandan en la solución de los dilemas?

El desorden

Castillo no es sectario ni gusta de la disciplina partidaria y de los vetos que suelen venir con ella. No es un líder orgánico, como se dice en la izquierda. Desde su reunión con Hernando de Soto, a poco de empezada la segunda vuelta, dejó bien en claro, a sus socios de Perú Libre, el partido que lo invitó de candidato; que se reuniría con gente variopinta. Desde ese momento, también quedó claro que Perú Libre no le proveería los cuadros indispensables (simplemente, porque no los tenía), así que había que buscarlos en otra izquierda, la de Verónika Mendoza, o en el centro, aunque para eso tenía más resistencia de sus socios.

El pacto con Juntos Por el Perú (o Nuevo Perú, para ser más exactos y citar al partido de Mendoza y no a la plataforma con la que postuló), es lo más orgánico que ha hecho Castillo en esta temporada. Le sirvió para armar el corazón de su Plan Bicentenario y afrontar los debates organizados por el JNE. En virtud de ese pacto, Pedro Francke, además apuntalado como próximo ministro de Economía, le ha servido de vocero técnico y político ante los mercados inquietos.

Desde el 5 de mayo, el acuerdo con Verónika Mendoza y su partido Nuevo Perú, es el más complejo hecho por Castillo. Sin embargo, han entrado otros actores en la escena.

Pero Castillo, el líder que no es orgánico ni sectario, tampoco es muy ordenado que digamos. Varias fuentes me han comentado su extrañeza –a veces asombro- al enterarse de los personajes o pequeños grupos que hacen planes y hasta sondean posibles ministros, con su venia explícita o tácita. Por ejemplo, una fuente me cuenta que Beatriz Mejía, evangélica conservadora, está activa buscando técnicos para la transferencia y el gobierno.

En este desorden, hay un hecho –le agradezco al político trejo que me lo hizo ver, y que prefiere no ser citado- que desafía lo constitucional. El Art. 122 de la Constitución dice: “El presidente de la república nombra y remueve al presidente del Consejo [de ministros]. Nombra y remueve a los demás ministros, a propuesta y con acuerdo, respectivamente, de presidente del consejo”.

O sea, la Constitución prevé que el presidente arme el gabinete junto con su primer ministro. Por ahora, no tenemos ninguna señal sólida de que Castillo este armando un gabinete en contacto con su futuro premier. Ni siquiera hay rumores insistentes de que apunten a alguien en especial. Ninguna de mis fuentes se atreve a asegurar quien podría ser, sino más bien a plantear objeciones: Verónika Mendoza no podría ser porque ya estaría Francke de su mismo grupo; Dina Boluarte no porque es del mismo grupo y tiene que abrir el juego a gente con más convocatoria y experiencia; Manuel Rodríguez Cuadros no porque le falta manejo político y ya esta mejor apuntado como canciller.

Hay ex ministros como Jorge Nieto y ex primeros ministros como Juan Jiménez Mayor, de los que he oído que, por lo menos, parte del entorno castillista los ve aptos para el encargo; pero no tengo evidencia de que hayan sido contactados para ese fin. Nieto aún no se ha reunido con Castillo, pero una fuente nos cuenta que lo hará muy pronto, sino lo ha hecho ya tras el cierre de estas líneas. Lo más probable es que el elegido se tenga que sumar a una lista cuasi armada y dar la apariencia de que propuso y sabía todo.

¿Y si toma otra ruta?

Tampoco se extrañen de que, a pesar de lo sólida que parece su opción por Francke, se reúna con Alonso Segura, ex ministro de Economía durante del gobierno de Humala. Ello ha despertado la inmediata sospecha sobre una posible alternativa a Francke, pero es difícil dilucidarla. Por un lado, se habla de la posible influencia de Ollanta Humala, como consejero de alguien que ha pasado por estos apremios (aunque con mayor holgura y con partido propio), pero Segura, hombre de centro y técnico independiente, bien puede hablar en nombre propio y quizá, de sus colegas ex ministros Piero Ghezzi (ex Produce) y José Gallardo Ku (ex MTC).

En casos como este, está encarnado el dilema central hamletiano de Castillo: qué tanto hace caso a sus convicciones radicales, y me refiero a las suyas e íntimas, se parezcan o no a las de Cerrón; versus qué tanto se deja llevar por las rutas que le señalan los técnicos que saben lo mucho que él no sabe. Por cierto, ‘ruta’ es un término traumático, pues evoca la ‘hoja de ruta’ con la que Ollanta Humala reemplazó a su programa llamado ‘la gran transformación’ y es tenido como símbolo de capitulación en la izquierda. Sin embargo, si uno compara papel contra papel, los ajustes no fueron muchos. La traición (visto desde una perspectiva radical), se dio más en la acción y en el carácter de la pareja presidencial.

Una fuente de uno de los varios entornos castillistas me dice que no acaba de develar la cantidad de círculos de influencia del líder. En primer lugar, están los familiares, principalmente hermanos y sobrinos; luego los maestros y empresarios chotanos. La sangre y la región van de la mano. Tras ese círculo, está el entorno político inmediato que ha armado con asesores, gente de Perú Libre y de Nuevo Perú. Ojo, que cuando mentamos a PL a propósito de Castillo, hay que distinguir entre Cerrón, y militantes como Dina Boluarte o la ex vocera y congresista electa Betssy Chávez que, salidas de las canteras de PL, se ganaron la confianza y se alinearon con el profesor. Roger Nájar, ex congresista de UPP y hoy cuadro de PL, es otra bisagra entre el ala moderada y los duros de Cerrón.

La bancada es otro entorno y, aunque ahí hay cuadros de PL, invitados de Castillo y algunos inorgánicos como el incontrolable Guillermo Bermejo; con el paso de las semanas, está cobrando más peso e identidad política. El nuevo vocero, Álex Paredes, refleja ese falso equilibrio pues no es ‘cerronista’ y la diplomacia con la que se refiere al papel dirigencial de Cerrón, puede ser temporal. Una vez que Castillo sea proclamado y empiece el gobierno, la logística e injerencia del partido perderá peso, y el alineamiento de la bancada con Castillo será mayor. El congreso del partido que se realiza este fin de semana, no tendrá mayor peso en lo que suceda en el gobierno o en el parlamento; será más juego de artificios.

A propósito de la bancada, agreguemos que en los días pasados, mientras el entorno ejecutivo no puede recibir nada en transferencia, la bancada sí ha estado hábil y activa, reuniéndose con los representantes de otras bancadas, buscando un bloque que apueste a la gobernabilidad: los de JPP, claro está, los morados, los de Somos, algunos de Podemos, algunos de APP y alrededor de unos 8 de AP que están más alineados con el centrismo de Yonhy Lescano y Mesías Guevara, gobernador de Cajamarca para más señas de concordia regional.

Si el propio Castillo es un independiente sin afecto por los partidos que pueda competir con el llamado de la sangre y de la tierra; no se extrañen que reciba a gente de similar condición o que, teniendo relación con un partido, vaya en realidad por su libre albedrío o en nombre de sus pequeños entornos. Por ejemplo, veamos el caso de George Forsyth. Este organizó su propio grupo, Victoria Nacional, sobre la base de Restauración Nacional. Frustrada, sin saltar la valla, su aventura electoral; no tiene mayor respaldo de aparato y bases que ofrecer; pero Castillo lo recibe porque es un líder con entorno propio como él y, por cierto, popular y carismático. Se ha especulado que su padre, el embajador Harold Forsyth, podría apuntarse como canciller, aunque mis fuentes más bien apuntan a que es el propio George quien podría tentar un fajín que podría ser en Vivienda o Defensa.

El inminente presidente ha recibido, pues, a mucha gente, dando señales equívocas de estar pactando con partidos o inclinándose a derecha o izquierda. Sigue sugerencias y si se le despierta la curiosidad por conocer a alguien, helo ahí al visitante. Puede ser alguien con quien no pasará de charlar unos minutos, sin ninguna perspectiva de colaboración estrecha, como Richard Webb, o bien un colaborador ya apuntado en uno de los entornos, como Gonzalo Alegría, también voceado en las listas ministeriales que pulular en las redes. Un apunte en el caso de Alegría: siendo hijo del escritor Ciro Alegría, despertó la curiosidad de Castillo, lo que sumó al interés en conocerlo.

Los amorfos entornos se erizan y polarizan ante cada dilema que su líder tiene que resolver ya muy pronto, cuando la transferencia le pida nombres para encabezar los comités (el proceso entero, según mis fuentes, estaría a cargo de la muy activa Boluarte, que tiene su propio entorno). Apenas eso suceda, habría un traslape con la juramentación del primer gabinete del gobierno de Pedro Castillo, que tendría que aceptar –no queda otra- la oferta de Sagasti de que el actual gabinete asista y monitoree por unos días.