El líder de la práctica global de Educación del Banco Mundial y exministro de Educación, comenta sobre las deudas pendientes con el sistema educativo, los efectos de la pandemia en el aprendizaje, y la urgente necesidad de regresar cuanto antes a las aulas.
¿Con qué aciertos y deudas pendientes llega el Perú al bicentenario en el sector educación?
El Perú ha progresado en educación. La tasa de escolaridad se ha incrementado de manera sustancial, y el acceso a educación inicial llega al 70%. Pero al mismo tiempo tenemos un gran reto en mejorar la calidad. Llegamos al Bicentenario con una tasa de pobreza de aprendizajes del 56%. Eso implica que el 56% de chicos a los diez años no puede leer ni entender un texto simple.
Hubo un boom en las tasas de matrícula de la educación superior, pero con una heterogeneidad gigantesca. Algunas universidades privadas de excelente calidad, y otras que han sido una estafa.
Por último, está el tema de la inequidad, ya que lamentablemente el lugar dónde naciste, quiénes son tus padres, cuántos recursos económicos tienes, definen tus posibilidades educativas en el Perú. Esa es la otra gran deuda en términos de educación.
¿Por dónde empezar para saldar estas deudas y reducir ese 56% en la tasa de pobreza de aprendizaje?
Tanto en el Perú como en otros países, el discurso político siempre incluye a la educación como un elemento fundamental de desarrollo. Pero la pregunta es si eso se refleja en la realidad. Y para que eso suceda se requiere un compromiso político, técnico y financiero del Estado y la sociedad. Todos los países que tienen sistemas educativos que funcionan bien son países en los cuales el Estado tiene un rol fundamental en asegurar esa igualdad de oportunidades.
¿En qué consiste ese compromiso financiero?
En números gruesos, el Perú gasta US$1,000 por alumno en educación básica, que es mucho más de lo que gasta un país en África: Nigeria gasta US$150. Pero en promedio un país de la OCDE gasta US$7,000. Siempre hay espacio para gastar mejor y ser más eficiente. Con esos US$1,000 no vas a ser Finlandia. Entonces, hay que gastar más en educación, pero eso tiene que estar acompañado de un compromiso político que implica asegurar que todas las decisiones en educación sean técnicas, en función del bienestar de los niños y jóvenes.
¿Cómo materializar esos compromisos?
Por ejemplo, una de las dos grandes discusiones recientes en el Perú ha sido la reforma magisterial, que no es solo una reforma técnica, sino finalmente política. Uno toma la decisión política de que lo que importa son los chicos, su aprendizaje; por lo tanto, hago de la carrera pública magisterial una meritocrática, donde me aseguro que se premia el talento y esfuerzo de los profesores.
La otra gran discusión ha sido la reforma universitaria. Es lo mismo, son decisiones técnicas que implican mantener un esquema regulatorio y estándares de calidad. La principal decisión política en la educación es mantener a la política fuera de la educación.
La pandemia provocó un colapso del sistema sanitario y un retroceso de casi una década en la tasa de pobreza en el Perú. ¿Cómo evalúa el impacto en el sector educación?
Tenemos el shock más grande sobre el sistema educativo de los últimos 100 años. Nunca hemos vivido un shock doble. Uno es el impacto económico, donde las posibilidades del Estado y las familias en invertir en educación se reducen. Y hemos tenido la interrupción escolar más grande del último siglo. Esto tiene potencialmente un impacto gigantesco sobre el aprendizaje de los chicos, la salud mental, su proceso de socialización. Y tenemos menos datos sobre la magnitud del shock. Por ejemplo, hicimos una simulación para América Latina, donde la pobreza de aprendizaje era de 53%, y estimamos un incremento de 12 puntos por la pandemia.
¿Se ha logrado medir el efecto sobre el aprendizaje en los niños?
La data de países ricos, como Bélgica, Noruega, Reino Unido, nos muestran reducciones importantes en los aprendizajes. Y son países en los cuales los cierres de escuelas fueron de alrededor de tres meses. Para colocar un ejemplo más parecido a Perú, en una reciente investigación en Sao Paulo, Brasil, midieron los aprendizajes hacia finales del 2020 y encontraron que los chicos han aprendido un 27% en educación remota de lo que hubieran aprendido en formato presencial. Lo remoto nunca reemplazará a lo presencia. Es un aprendizaje muy desigual.
En Perú se implementó la plataforma Aprendo en casa para la educación remota. Luego de un año, ¿por cuánto tiempo es sostenible?
Creo que ya no es sostenible. Las inversiones en Aprendo en casa han sido importantes, útiles y tienen que continuar. Pero, por otro lado, ya no hay ninguna razón para no regresar a la escuela lo antes posible. No hay ninguna evidencia científica que avale que estén abiertos los centros comerciales y no las escuelas. En base a evidencia de otros países, las tasas de contagios en las escuelas se pueden mantener a un nivel más bajo que cualquier otro ámbito de la actividad económica y social.
En los últimos meses el incremento del presupuesto para el sector educación ha estado en la agenda electoral. ¿En qué cosas se debería invertir primero?
Es difícil siempre identificar una sola cosa, porque la oferta educativa es un paquete educativo. Si quieres un maestro bien pagado, hay que continuar un proceso de mejora paulatina, ordenada, meritocrática. Por otro lado, la escuela debe tener el mínimo de materiales necesarios en términos de infraestructura, libros, invertir en el cierre de la brecha digital. No basta la tablet. Hay que tener el software adecuado y capacitar a los docentes.
Una educación de buena calidad, tanto para la básica como para la superior, no es solo ofrecer todos los aprendizajes fundamentales, sino las habilidades socioemocionales que los niños y jóvenes necesitan y, además, construirlos como ciudadanos comprometidos con el bien común.