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El Manchester City destroza la estrella del Real Madrid y jugará la final de la Champions

La muerte de la estrella es el acto final. Se desprende de sus capas exteriores, se comprime hasta convertirse en una enana blanca, se enfría, casi se vuelve invisible, intenta conseguir combustible como último aliento de vida y culmina el proceso con una explosión cósmica: una supernova. En el Etihad de Manchester, el Real Madrid de Luka Modric, de Karim Benzema y de Toni Kroos, el Real Madrid de las cinco Copas de Europa en ocho temporadas, el Real Madrid histórico, el Real Madrid del futuro de Vinicius, Rodrygo, Camavinga y Valverde, se despidió de la Champions en una explosión pocas veces vista en su historia reciente. Le tiró a la lona un City superior, lanzado por Bernardo Silva y guiado por Guardiola y por el hambre de levantar su primera corona continental en Estambul ante el Inter. (4-0).

El Madrid, este Madrid que ganó una Champions en plena reconstrucción de su plantilla, en mitad del paso del testigo de la columna vertebral de la última década a los jóvenes que deben liderar al club los próximos diez años, confirmó en Inglaterra sus mayores temores. No hubo milagro, porque los milagros son milagros porque sólo suceden una vez (o una temporada), y cayó derrotado ante el gran monstruo de los petrodólares venido de Oriente.

Fue una pelea en una sola dirección. Puñetazo tras puñetazo. Ancelotti repitió el once de la ida cambiando a Militao por Rüdiger y los blancos se achicaron hacia las redes de Courtois demasiado pronto, como asumiendo el ímpetu de un City que salió a comerse Europa entera. Haaland tuvo la primera en el minuto 6. Aceleró a un espacio, evitó a Courtois y llegó a la línea de fondo, pero su pase atrás no encontró a nadie. En la siguiente jugada, Rodri cruzó demasiado ante el belga. El City ya estaba ahí y el Madrid ni siquiera había aterrizado en el Etihad.

Courtois se vistió de héroe, en un relato similar a la última Champions madridista. Primero las manos del portero, luego los goles del Madrid. Pero Superman no lo puede todo. Evitó dos goles de Haaland como quien oye llover, primero en el 12, haciéndose grande en un remate a bocajarro, y luego en el 20, estirando el brazo como un chicle para desesperación del noruego.

Mientras Vinicius les pedía a sus compañeros que adelantaran metros, llegó el primer gol. Camavinga saltó a presionar a De Bruyne y ni Kroos ni Modric marcaron a Bernardo Silva, liberado en el pico del área. El portugués se adentró en las inmediaciones de Courtois y le batió con un disparo al primer palo.

Benzema lideró un corrillo en el centro del campo para despertar a los suyos, y el Madrid se estiró. Vinicius y Rodrygo buscaron más la espalda de los centrales y Kroos pudo empatar con un disparo al larguero. Fue el mejor amago de ilusión madridista. Dos minutos más tarde, en el 36, Silva hizo el segundo al aprovechar un rechace tras una jugada entre Grealish y Gündogan. De nuevo, el centro del campo del Madrid parecía ausente.

Tras el descanso, los blancos salieron mejor. El City regaló el balón durante unos minutos y el Madrid respiró y creció. Alaba pudo recortar distancias de falta directa, pero Ederson sacó una mano colosal para evitar el susto. La tensión se adueñó del choque. Los ingleses, conscientes de lo vivido el año pasado, dieron un paso atrás y esperaron matar a la contra, mientras el Madrid veía imposible recuperarse.

En el 60, Ancelotti lo apostó todo a la energía. Quitó a Modric y dio entrada a Rüdiger para enviar a Camavinga al centro del campo. Los blancos volvieron a crecer sobre Vinicius, pero echaron de menos la mejor versión de su ataque, especialmente la de un Benzema ausente. El francés perdió varios balones que provocaron contras del City y el Madrid lo pagó, más en sensaciones, en el no saber que era posible obrar el milagro, que en el resultado.

El duelo se volvió un poco correcalles y Ancelotti buscó la locura de las grandes ocasiones. Sentó a Kroos, incluyó a Asensio y murió con todo lo que tuvo en ataque. Pero esta noche era citizen. Así estaba escrito. Haaland pudo matar del todo al Madrid, pero Courtois se estiró para enviar al larguero su definición. Los blancos acariciaban la lona y la encontraron en el 76, cuando Militao envió a su propia portería un centro de De Bruyne. Fue la desgracia final de un equipo histórico. La explosión definitiva de la estrella de este Madrid y el brillo mayúsculo que necesitaba Guardiola para su legado: una victoria así contra el Madrid. En el 90, Julian Álvarez puso el cuarto, más doloroso que decisivo.

Al Madrid le queda el consuelo de que cuando muere una estrella, puede nacer otra. Esa es su historia.

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