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El vibrante desenlace de la Bundesliga

Han sido once años de espera desde la última consagración. Y diez títulos consecutivos del Bayern Munich, el amo de la Bundesliga, el dictador supremo. Pero hoy todo quedará atrás y demostrarán que son los únicos capaces de bajarles el copete a los bávaros. Seguramente todas las hinchadas germanas que no sean la del Bayern irán por un triunfo del Dortmund, pues todos están un poco hastiados de la seguidilla del club de Gerd Müller y Franz Beckenbauer. Que tampoco le hace bien al fútbol teutón, no se evoluciona cuando gana siempre el mismo.

Es la última fecha del torneo. Sí o sí habrá coronación. En Dortmund o en Colonia, donde juega el Bayern. El Borussia está con 70 puntos y +39 de diferencia de gol, el Bayern 68 y +53. Borussia debe ganar para no depender de nadie. Bayern igual, pero además necesita que Borussia pierda o al menos empate. Con igualdad de puntos, celebrará el Bayern por diferencia de gol.

La emoción coquetea a dos puntas. Borussia recibe al Mainz, noveno en las posiciones. No debería tener problemas para ganar, aunque sea 1-0. Bellingham, su estrella, con molestias, va al banco. El Bayern visita al Colonia, décimo. Si el Colonia le saca aunque sea un empate, el Dortmund dará la vuelta olímpica. Pero el equipo amarillo sale abúlico al campo, sin brillantez, como con flojera. No es buena señal. Las noticias que llegan de Colonia tampoco tranquilizan: hay gol del Bayern a los 8 minutos apenas: Kingsley Coman, el hombre de los goles decisivos al que el PSG acunó y luego regaló, como es tradicional en el PSG.

A los 15, un mazazo inesperado en el Westfalenstadion: gol del Mainz, del defensa noruego Hanche-Olsen. ¿Quién es Hanche-Olsen…? ¿De dónde salió…? ¡Qué noruego entrometido…! La multitud amarilla pierde su euforia, se pone seria. Esta debe ser tarde de gloria, no de drama.

Sin embargo, cuatro minutos después hay una falta torpe de Kohr al portugués Raphael Guerreiro y penal para el Dortmund. Todo marchará bien. Lo ejecutará el holandés Sebastien Haller, el hombre que se sobrepuso a un cáncer testicular y volvió a jugar. Todos queremos que convierta. Pero Haller remata con una displicencia increíble, como si estuviera jugando con su hijo de cinco años en el fondo de su casa, al que se le patea despacito, y el joven arquero Finn Dahmen lo tapa. Era el penal del siglo para el Dortmund… y penal mal pateado es penal desperdiciado. Lo llorarán años. Ya los peores presagios empiezan a sobrevolar el cielo de la próspera Dortmund. El hincha borusser ha pasado por esto, ha sufrido demasiado frente al Bayern y teme lo peor.

Cinco minutos después de ese penal que nadie querrá recordar y que nadie olvidará jamás, un meteorito cae sobre el estadio del Borussia: segundo gol del Mainz, Karim Onisiwo. Ahora, 2 a 0 y definitivamente el drama se instala en el aire. Es como un palazo de atrás, en la nuca. Ochenta y dos mil personas vestidas de amarillo -y miles más fuera del estadio, sin entrada- quedan congeladas. Las imágenes de la TV son desoladoras, cabezas gachas, mujeres consolando a sus novios y esposos. Será difícil levantar eso, hacer tres goles cuando el mejor goleador del Dortmund es Julian Brandt y tiene 9 golcitos. Está 20° en la tabla de artilleros. No hay gol en esa parte de Alemania. Y hay que hacer tres en 65 minutos. ¿Se podrá…? La afición no cree. A sus jugadores les tiemblan las piernas. Nadie quiere pensar en perder este título. Será muy duro anímicamente, vendrán memes y rótulos de perdedores por mucho tiempo. El Borussia es el mejor descubridor de talentos del mundo, pero no gana títulos y eso quiere su gente. La cámara enfoca las tribunas en el minuto 60 y muestra simpatizantes que empiezan a levantarse e irse. La amargura les aplastó la fe.

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