El mundo vive una época de hiperliderazgos y el de Recep Tayyip Erdogan es uno de los más importantes. El presidente turco aguanta en el poder y este domingo ha ganado, según datos de la agencia Anadolu, la segunda vuelta de las elecciones con un 52% de los votos frente a Kemal Kilicdaroglu, líder del bloque opositor, que ha aguantado el tipo hasta el final en unos comicios que han sido los más complicados para el hasta ahora líder otomano. Erdogan, con este triunfo, ya se codea con el fundador de la República, Mustafa Kemal Atatürk y se queda como el segundo presidente más influyente por detrás de Ismet Inönü.
El líder islamista es presidente de Turquía desde 2014, por lo que sobrepasará con creces, si nada cambia, una década en el poder (Atatürk estuvo un total de 15 años). Y ahora lo hace en un contexto muy complicado: el país soporta el peso de una importante crisis económica, que el AKP ha tratado de solventar dando más peso en sus discursos a las cuestiones identitarias. En la primera vuelta Erdogan ya había ganado con un 49,52%, un margen de menos de cinco puntos respecto al 44,88% de Kilicdaroglu. Después de aquello, el presidente se aseguró el respaldo de Sinan Oğan, el tercero en discordia.
Su victoria empezó a darse por hecha, pero el cansancio ciudadano respecto a su gestión dejó cierta huella entre denuncias de la oposición sobre el proceso y el recuento, protestas que se han repetido este domingo. De hecho, el vicepresidente del grupo parlamentario del CHP -principal fuerza opositora-, Ozgür Ozel, declaró que un exdiputado de Estambul y varios observadores de urnas del partido fueron golpeados en Sanliurfa por denunciar las irregularidades.
“Hemos completado la segunda ronda de las elecciones presidenciales con el favor de nuestra nación”, ha manifestado el mandatario tras conocer los resultados. “Hemos ganado de tal manera que nadie ha perdido. La única vencedora es Turquía”, ha añadido en su primera comparecencia, recogida por TRT Haber. “Sin comprometer nuestra democracia, desarrollo y objetivos, ahora hemos abierto la puerta del siglo turco. Pero lo abrimos juntos. Juntos, hemos hecho realidad los sueños y las emociones de todos los segmentos de nuestra nación, desde hombres hasta mujeres, desde jóvenes hasta ancianos, desde empleados hasta jubilados”, ha proclamado.
La cita con las urnas en Turquía estaban marcadas en rojo en el calendario y la movilización ha sido total. En la primera vuelta la participación estuvo en torno a un 90%, en gran medida por la presencia de jóvenes que solo han conocido un país bajo el mando de Erdogan y que ahora pedían cambio. Para la segunda vuelta, con más de un 83% de afluencia, los cálculos fueron más complejos y empezó a cundir el desánimo. No así en los seguidores de un AKP que mantiene su hegemonía cuando más parecía que se podía tambalear.
Y es que el contexto internacional tampoco ayuda: Erdogan trató de ser el primer mediador de la invasión rusa de Ucrania, y de Turquía parte de hecho el acuerdo de grano que se ha firmado entre Moscú y Kiev. Pero su presencia en la mesa ficticia de negociaciones ha ido desdibujándose con el paso de los meses a medida que Ankara se centraba en las cuestiones nacionales. Miembro de la OTAN y a la vez ‘amigo’ de Rusia, Turquía quería creer que cumplía con las condiciones para ser un árbitro para la paz, pero la irrupción de China le ha cambiado el paso. Ahora Erdogan querrá cerrar muchas brechas tanto dentro como fuera del país; más criticado y observado que nunca por su deriva radical, ha recibido de las urnas otra oportunidad para cumplir.