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Opinión

Laura Arroyo Garate: IRTP es la punta del iceberg; El problema es el ecosistema mediático

He de confesar que me parece muy bien que, de pronto, haya un interés por hablar del poder mediático en Perú. Lo que ha hecho Dina Boluarte al hacerse del canal y la radio del Estado (o sea, de todos y todas) y poner a la cabeza a nada menos que su jefa de prensa es sin duda un ataque a la democracia mediática, a la pluralidad y a un espacio que debería responder a la pluralidad de opiniones de todo un país, pero también debería garantizar el derecho al acceso de información veraz y rigurosa sobre los hechos que ocurren. Porque los hechos no son opinables ni debatibles.
Sin embargo, también confieso que me parece profundamente limitada la visión sobre el poder mediático (su denuncia y su descripción) cuando se ciñe únicamente al canal y la radio del estado. De hecho, con la provocación que esto significa, creo que en muchos casos responde a una visión profundamente liberal (y neoliberal) en términos políticos. De pronto, sólo “molesta” la intromisión de los poderes en Canal 7, las señales que dependen de él, la radio nacional y punto. De pronto, el debate sobre los PODERES en general, operando a través de los medios de comunicación privados no existe. Esta influencia no importa ni incómoda.
Que el grupo El Comercio abogue por sus intereses y los del gran capital desde sus páginas no merece ni una mención de periodistas que hoy se llevan las manos a la cabeza denunciando la intromisión de Boluarte en Tv Perú. Como si El Comercio, durante la campaña por citar un periodo concreto, no hubiera sido completamente parcial a favor de Fujimori. Como si sus portadas o sus conductores en América TV o Canal N no hubieran actuado de manera reprochable. O, dicho más crudamente, como si no fuera más influyente la protección de El Comercio al gobierno de Boluarte que el del IRTP. Como si esa complicidad no fuera más eficaz. Entonces, ¿cuál es la diferencia? Que IRTP es público y El Comercio, privado. Y que, por tanto, se “asume” que el privado puede haber lo que le venga en gana. Lógica neoliberal.
No existe democracia política sin democracia mediática. Entender esto supone entender que los medios de comunicación no son mensajeros de la información, sino actores políticos con influencia: delinean la agenda, marcan los ritmos de la agenda y definen las voces válidas para hablar de dichos temas y, por tanto, para SER parte de la agenda pública de un país. Su rol está ampliamente evidenciado. De hecho -va la segunda provocación- podríamos decir que un directivo de El Comercio tiene más poder que un congresista aunque al primero ni lo conozcas y al segundo lo hayas votado. Esto es así porque, entre otras cosas, en el contubernio que tienen ambos poderes (poder mediático y poder político) el Grupo El Comercio puede presionar de manera mucho más eficaz a los “padres de la patria” para garantizar que ciertas leyes salgan adelante o sean obstaculizadas. Esto ocurre en el Perú, pero ocurre también, con sus particularidades, en todo el mundo.
Pero de esto no te hablarán los periodistas que hoy critican lo que es sin duda criticable: la imposición de una narrativa por parte de la dictadura desde los medios que son nuestros y no de la dictadura. Esta denuncia es necesaria y está muy bien aunque no constituye una novedad ya que, quienes la llamamos dictadura, sabemos que la cooptación de los medios de comunicación es uno de los primeros pasos fundamentales de estos regímenes. Me temo, sin embargo, que esto que hoy se denuncia como algo novedoso termina obviando una cadena de acciones antidemocráticas ejercidas desde el poder mediático que excede el IRTP. Recordemos que desde el 7 de diciembre el oligopolio mediático se encargó de mostrar a Boluarte como una necesaria y positiva sucesora de Castillo. No olvidemos tampoco que a las horas, cuando las movilizaciones contra Boluarte iniciaron, el oligopolio -y medios más pequeños que se mueven en la misma órbita ideológica- se encargaron de criminalizar esas movilizaciones. Recordemos también que, tras las masacres de Ayacucho o Juliaca, el oligopolio y sus compañeros invisibilizaron los hechos represivos, terruquearon a quienes marchaban e intentaron por muchas vías legitimar las acciones del gobierno de Boluarte.
Y ni siquiera estoy narrando los hechos previos a ese 7 de diciembre que nos llevan también a recordar el papel del oligopolio en la campaña de la segunda vuelta de 2021 y en la pandemia en la que llegaron a naturalizar debates sobre si la vacuna era realmente necesaria.
El problema no es IRTP. IRTP es uno de ellos. El problema es el ecosistema mediático en el Perú donde manda antes el capital que el rigor periodístico. Los medios que buscan ser realmente independientes y alternativos sobreviven a duras penas e, incluso cuando lo hacen cuentan con mucha menor influencia o llegada que los grupos mediáticos que por los intereses económicos que defienden cuentan con un capital que les permite, pese a las pérdidas económicas que tienen, sostener su influencia. No es el periodismo lo que les importa, sino la influencia que tienen al poseer un medio de comunicación de alcance masivo.
Por ello, ojalá viéramos el mismo rechazo de periodistas y opinadores frente a las acciones del poder mediático que frente a este nuevo paso dictatorial en IRTP. Y esto debería permitirnos pensar en un debate real sobre cómo garantizar que el ecosistema mediático peruano se parezca más al Perú y menos a San Isidro exclusivamente. Cuando hablamos de “ley de medios” los mismos periodistas que hoy denuncian a Boluarte nos llaman censuradores. Cuando hablamos de prohibir que más del 60% de medios estén en manos de un único grupo de poder económico desde la Constitución, nos llaman ignorantes, autoritarios y más.
Es fácil defender la libertad de expresión cuando no señalas al poder real y solo lo haces con la boca entreabierta cuando se ha vuelto políticamente correcto. El problema de los medios de comunicación excede a la dictadura. Pero eso sí, para que IRTP sea realmente una TV y una radio de todos y todas lo primero que necesitamos es sacar a Boluarte. Ojalá, al menos en este “detalle”, estemos de acuerdo también con quienes hoy parecen haber descubierto el gran problema de la falta de independencia del poder de los medios de comunicación.

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