La destrucción de la presa de Nueva Kajovka, en la región ucraniana de Jersón, ha dejado miles de evacuados y cientos de miles de personas sin acceso a agua potable. El nivel del agua del río Dniéper en este punto ha crecido de manera descontrolada, anegando poblaciones, campos de cultivo y todo tipo de terrenos que se encontraban en sus márgenes. Además de la catástrofe humanitaria que ha provocado, la voladura tendrá consecuencias medioambientales severas, cuyos verdaderos efectos solo podrán conocerse con el paso de los meses.
La empresa sueca Dämmningsverket publicó en octubre de 2022 una simulación por ordenador de las consecuencias de una eventual destrucción de la presa. En su peor escenario, la recreación estimaba un flujo de agua máximo de 14.000 metros cúbicos por segundo, seis veces mayor que el promedio de las Cataratas del Niágara (2.400 m3/s) y ocho veces superior al habitual del río Dniéper (1.670 m3/s). Aunque estos cálculos podrían haberse quedado cortos si se toman los datos ofrecidos por el Gobierno ucraniano, que apuntan a un flujo máximo de agua de 21.400 metros cúbicos por segundo después de la explosión.
Aunque Rusia y Ucrania se acusan mutuamente de la destrucción de la presa, una infraestructura de gran valor estratégico, el presidente Volodímir Zelenski ya ha calificado el acto como “ecocidio”. Las autoridades sanitarias ucranianas han advertido de que los principales problemas están relacionados con la contaminación de pozos y acuíferos, puesto que la riada se ha llevado por delante sistemas de alcantarillado, aguas fecales, pesticidas, vertederos… Una bomba de relojería que puede convertirse en un potente foco de enfermedades infecciosas, tanto para animales como para personas.
“En este momento, es difícil evaluar los impactos ambientales, hasta que veamos la verdadera magnitud de las inundaciones. Sin embargo, está claro que la destrucción de la presa de Kajovka tendrá un impacto muy negativo en el medio ambiente”, asegura a RTVE.es Yevhenia Zasiadko, de la organización ecologista ucraniana Ecoaction, quien destaca que hay varias reservas naturales aguas abajo del río Dniéper que se han visto perjudicadas, incluidos dos parques nacionales, así como la Reserva de la Biosfera del Mar Negro.
Zasiadko mantiene que, según los datos que disponen, “se produjo la explosión de una sala de máquinas que contenía aceite lubricante, y se liberaron aproximadamente 150 toneladas en el río Dniéper”. “También había gasolineras, vertederos, cementerios y plantas de tratamiento de aguas residuales cerca de la costa, por lo que, además del petróleo, otros contaminantes podrían llegar al agua”, alerta.
Las localidades de Korsunka, Oleshki y Hola Prostan son algunas de las más afectadas, junto con la ciudad más importante, Jersón, cuyas calles se han inundado. La rotura de la presa amenaza también el abastecimiento de agua potable a las poblaciones del sureste de Ucrania que dependían del embalse, por lo que ahora uno de los principales prioridades es asegurar este suministro. Según estimaciones del Gobierno ucraniano, unas 80 localidades se han visto afectadas y podrían verse desabastecidas.