Llegaron casi con lo puesto a un país lejano y desconocido para ellos.
Y sus comienzos fueron tan duros que pronto entendieron que la mejor manera de prosperar en él era el apoyo mutuo.
Es la historia de los primeros migrantes japoneses que desembarcaron en Perú a comienzos del siglo pasado.
Con ellos llegó también el “Tanomoshi”, un particular sistema de inversión solidaria originario de Japón que les permitió apoyarse entre ellos.
El profesor Alberto Tokeshi, de la Universidad de Lima, le cuenta a BBC Mundo que se trataba de “una versión institucional del refrán occidental la unión hace la fuerza”, que les permitió hacer frente a problemas comunes que se encontraron como migrantes y “a la postre se convirtió en la herramienta clave para el crecimiento de la colectividad japonesa en el Perú”.
Hoy la comunidad “nikkei“, los inmigrantes japoneses y sus descendientes, son parte esencial de Perú y el “Tanomoshi“sigue presente, aunque tiene poco que ver con el sistema original sin el que quizá muchos de aquellos migrantes no hubieran podido hacer realidad su sueño peruano.
Qué es el “Tanomoshi” y cómo llegó a Perú
El término “Tanomoshi” viene de la raíz “tanomu”, que en español significa “pedir ayuda”, y se refiere a un sistema que persigue la ayuda mutua en beneficio de todos los participantes y se basa en la aportación económica solidaria de todos ellos.
Originalmente, cada persona aportaba periódicamente una cantidad de dinero dentro de sus posibilidades y el monto acumulado se entregaba a un organizador, que era siempre alguien conocido y de la confianza de todos ellos, que con ese dinero hacía frente a alguna contingencia.
Después de esa primera vez, y con la frecuencia acordada, se decidía al vencimiento de cada periodo establecido quién había de ser esta vez el receptor de la ayuda. “Casi siempre, se decidía en función de quién estaba en una situación de mayor urgencia o necesidad”, explica Tokeshi.
La idea era que todos los participantes en el “Tanomoshi” recibieran al menos una vez la totalidad del fondo y poder beneficiarse así de la ayuda de sus compatriotas emigrados.
Los orígenes de esta práctica hunden sus raíces en la historia de Japón.
Carlos Saito, autor del libro “Kimochi”, dedicado a las costumbres y tradiciones “nikkei” en Perú, le contó a BBC Mundo que “el Tanomoshi es una costumbre que se estableció en Japón ya en el siglo XII”.
De acuerdo con los estudios del profesor Tokeshi, fue un grupo de jóvenes inmigrantes procedentes de Okinawa que llegaron al puerto de El Callao en 1906 a bordo del barco Itsukushima Maru los que trajeron a Perú el “Tanomoshi“, que en la región insular de Okinawa se conocía como “”Moai”.
Tokeshi afirma que estos 36 jóvenes “eran la vanguardia del segmento que con el correr de los años sería el mayoritario de la colectividad japonesa”.
“En su cultura era muy importante el valor de la palabra y para ellos el mero hecho de participar en las reuniones del Tanomoshi los hacía sujetos de confianza”.
Cuán importante fue el “Tanomoshi”
Para entender la importancia del “Tanomoshi” es necesario comprender las circunstancias de la emigración de Japón a Perú que tuvo lugar en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX.
El triunfo en 1868 de la Restauración Meiji en el país asiático acabó con el sistema económico feudal vigente y llevó al abandono de las actividades agrarias que habían sido hasta entonces la base de la economía, lo que dejó a muchos campesinos sin trabajo y los empujó a la pobreza.
Por aquel entonces, en Perú había una gran demanda de mano de obra para las explotaciones de algodón y azúcar de un sector agrícola en expansión.
En 1898 los gobiernos de ambos países firmaron un convenio para facilitar la llegada de trabajadoresjaponeses al país sudamericano. Animados por las promesas de la Compañía de Inmigración Morioka, que fletaba los barcos, muchos japoneses se embarcaron rumbo a Perú con la esperanza de trabajar, amasar un pequeño capital y regresar a su país.
Los comienzos de los “nikkei” en Perú fueron duros y ahí ayudó el “Tanomoshi”.
“Un problema común que debieron enfrentar los migrantes fue el incumplimiento de los contratos de trabajo, con sueldos por debajo de lo pactado, demoras en el pago, mala alimentación, etc”, señala Tokeshi.
A esto se sumaba la negativa de los bancos y otras entidades financieras a conceder créditos a gente que no tenía recursos ni arraigo en el país.
Saito explica que “el ‘Tanomoshi’ es un sistema que se basa en la confianza”. Precisamente la que no ponían los bancos peruanos en los inmigrantes japoneses. En el Tanomoshi no había afán de lucro de los participantes y el compromiso de pago era verbal.
El apoyo económico del “Tanomoshi” les ayudó a sortear estas dificultades, pero además actuó como un mecanismo que propiciaba las reuniones periódicas y contribuyó a mantener la cohesión de la comunidad nikkei. No menos importante, también contribuyó a acordar una postura común frente al contratista.
“Finalmente, ayudó a muchos instalarse en la ciudad y montar allí pequeños negocios para los que necesitaban un capital inicial”, indica Tokeshi.
El “Tanomoshi”, hoy
El “Tanomoshi” fue evolucionando hacia una fórmula de inversión más tradicional y fue ganando complejidad. Se empezaron a redactar estatutos y reglas de funcionamiento y poco a poco empezó a primar el ánimo de lucro.
Se abrió paso una modalidad en la que se hace una subasta en la que quien se lleva el fondo es quien ofrece un mayor interés al resto de participantes.
En la actualidad hay entidades financieras que los ofrecen como productos de inversión.
Aunque algunos descendientes de aquellos primeros viajeros de Okinawa no lo ven con buenos ojos.
Tokeshi afirma que “el ‘Tanomoshi’ de hoy día ha sido distorsionado en su esencia” y “ya no cuentan en absoluto los criterios de solidaridad y urgencia de los participantes; solo importa quién se compromete a pagar el mayor monto de bono adicional”.
En cualquier caso, con la institución del “Tanomoshi”, los “nikkei” lograron asentarse y consolidar su posición en Perú, sentando las bases de lo que hoy es una próspera comunidad que ha dejado su huella en la política, la economía, la cultura y la gastronomía del país.