Un enfrentamiento por el legado del movimiento Solidaridad tiene mucho que ver con la batalla sobre la dirección que debe tomar el país en la actualidad.
GDANSK, Polonia — Solidaridad, el sindicato polaco independiente que hace cuatro décadas inició una avalancha de disidencia que barrió el comunismo, tiene ambiciones más modestas en la actualidad. Para empezar, quiere recuperar sus tableros de madera contrachapada.
Los tableros, garabateados con reivindicaciones de libertad e izados en una pared de los Astilleros Lenin de Gdansk en 1980, están expuestos desde 2014 en un museo construido entre las ruinas de una instalación que despidió a la mayoría de sus trabajadores hace años.
El museo, un oasis de brillante modernidad construido con fondos de la Unión Europea, está dedicado a los ideales que impulsaron a Solidaridad en 1980, cuando era un movimiento de oposición diverso, de inspiración occidental, con 10 millones de miembros.
Hoy en día, ese movimiento se ha reducido a una fuerza estrecha y profundamente conservadora que, aunque se opone ferozmente al comunismo, se jacta de defender a los que se han quedado atrás en la transición de Polonia al capitalismo que, a menudo, ha sido un proceso doloroso.
Este cambio ha hecho que las tablas de madera contrachapada, conocidas con una reverencia casi religiosa como “las tablas”, en el centro de una amarga disputa sobre el pasado y el futuro de Polonia.
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En vez del símbolo de unidad que fue, Solidaridad se ha convertido en un emblema de las divisiones que ahora definen la escena política del antiguo flanco oriental comunista de Europa, donde las grandes esperanzas generadas por el fin del comunismo y la perspectiva de reincorporarse al resto de Europa a menudo se han convertido en un descontento hosco e introspectivo.
El sindicato, que ya no está en la oposición, se encuentra estrechamente alineado con Ley y Justicia, el intolerante partido nacionalista que gobierna Polonia.
“Solidaridad de ese entonces y Solidaridad actualmente representan dos visiones diferentes de Polonia”, dijo Adam Michnik, un intelectual que se puso del lado de los trabajadores en huelga de Gdansk en la década de 1980. La Solidaridad de hoy, dijo, es una “caricatura muy pequeña” del sindicato que él apoyó en el pasado.
En lugar de defender las libertades, Solidaridad presiona activamente del lado del gobierno contra la comunidad gay y cualquier otra persona que considere poco respetuosa con la nación polaca y sus valores tradicionales.
Reformulando la antigua lucha contra el comunismo como una causa actual enfocada contra las personas gays, un artículo de portada del semanario de Solidaridad se preguntaba el año pasado: “¿Es lo LGBT una nueva ideología neomarxista?”. En él aparecía una imagen de la hoz y el martillo soviéticos impuesta sobre una bandera arco iris.
Para la actual Solidaridad, arrebatar las tablas a los enemigos liberales del partido gobernante es una parte vital de una campaña conservadora para reclamar y remodelar el pasado de forma que justifique la dirección actual de Polonia.
“Es solo cuestión de tiempo para que los recuperemos”, dijo Roman Kuzminski, antiguo trabajador de los astilleros que ahora es dirigente de Solidaridad en Gdansk y fiel votante de Ley y Justicia.
Negó que su sindicato, antaño una poderosa voz de la oposición, ahora esté al servicio del gobierno e insistió en que solo respalda los intereses de los afiliados.
Lech Walesa, líder fundador de Solidaridad en Gdansk durante las huelgas que condujeron al colapso del comunismo en Polonia y en toda Europa del Este, dijo que el sindicato actual “es tan diferente de lo que era que no se le debería permitir usar el mismo nombre”.
“Nada me une a Solidaridad tal y como es ahora. Tenemos objetivos e intereses completamente diferentes”, dijo Walesa en su despacho del Centro Europeo de Solidaridad, un complejo que incluye el museo que guarda las tablas, así como una biblioteca y un centro de investigación.
Las tablas enumeran las 21 reivindicaciones presentadas por Solidaridad bajo el liderazgo de Walesa en agosto de 1980. La primera era el derecho a crear un sindicato independiente, seguida de la exigencia de que el gobierno respetara los derechos y libertades constitucionales y trabajara para mejorar las condiciones económicas.
Las tablas están en préstamo al Centro Europeo de Solidaridad por parte de un museo marítimo de Gdansk, al que los activistas de Solidaridad se las dieron para su custodia en la década de 1980.
Luego de que Ley y Justicia llegó al poder, en 2015, comenzó a exigir que las tablas fueran devueltas al museo, una institución controlada por el gobierno a través del Ministerio de Cultura.
El Centro Europeo de Solidaridad se ha negado, quejándose de que “en vez de celebrar la diversidad de la primera Solidaridad en su aniversario número 40, corremos el peligro de utilizar la memoria para luchar por el poder”.
Aleksander Hall, historiador y antiguo activista de Solidaridad, describió la lucha como parte de una batalla política más amplia para controlar el heroico pero polémico legado de las décadas de 1980 y 1990.
Los conservadores religiosos y los nacionalistas que dominan Ley y Justicia, dijo, “quieren confiscar la historia de Solidaridad” y, para eso, necesitan quitarle las tablas a sus enemigos ideológicos. Para cualquiera que busque legitimidad y apoyo político en Polonia, añadió Hall, “Solidaridad es un gran activo”.
El sindicato incluso ha reivindicado la propiedad del famoso logotipo rojo y blanco de Solidaridad, para furia de su creador, el diseñador gráfico Jerzy Janiszewski. Janiszewski, en una entrevista telefónica desde España, donde vive, insistió en que tiene los derechos de autor y que nunca se los dio a un sindicato que “no defiende los intereses de los trabajadores, sino del gobierno”.
Michnik, el antiguo partidario de Solidaridad, dijo que se esperaba que el frente unido creado por la lucha contra el comunismo se fragmentara cuando derrotaran al enemigo común.
Pero Michnik, ahora redactor jefe de Gazeta Wyborcza, un periódico liberal opuesto a Ley y Justicia, considera que la versión actual de Solidaridad, alineada con el gobierno, es una amenaza.
“Entonces era un movimiento de masas de millones de personas con diferentes tendencias y corrientes, pero su premisa esencial era que Polonia fuera democrática, tolerante y prooccidental”, dijo. “En la actualidad, Solidaridad es una organización con solo unas pocas personas, que apoya la destrucción de la democracia y a las fuerzas antioccidentales”.
Las desavenencias se deben, en parte, a dos visiones muy diferentes de Walesa, que fue celebrado en todo el mundo y ganó el Premio Nobel de la Paz en 1983, pero que ahora es vilipendiado por la dirección de su antiguo sindicato y sus aliados gubernamentales.
El rencor es personal, alimentado por el desprecio de Walesa hacia Jaroslaw Kaczynski, líder de Ley y Justicia, y su hermano gemelo, Lech Kaczynski, expresidente, fallecido en 2010.
“Eran activistas insignificantes”, dijo Walesa, y señaló que, a diferencia de él mismo y de la mayoría de los actores importantes de Solidaridad, Jaroslaw Kaczynski “ni siquiera fue detenido” después de que el Partido Comunista impusiera la ley marcial en diciembre de 1981.
El partido gobernante tiene una narrativa rival en la que Walesa es considerado un traidor por negociar un traspaso de poder pacífico con los dirigentes comunistas en 1989.
En repetidas oportunidades, Ley y Justicia ha acusado a Walesa de permitir que los miembros de la antigua élite comunista se libraran del castigo y se beneficiaran de la transición al capitalismo a costa de los polacos de a pie.
La misma narrativa ha sido adoptada por Solidaridad, liderada desde 2010 por Piotr Duda, un belicoso exparacaidista y tornero de una planta siderúgica ya desaparecida, que acusa al anterior gobierno liberal de Polonia y a Walesa de vender a los trabajadores comunes.
Después de que Walesa se convirtiera en el primer presidente libremente elegido de Polonia en 1990, el país se embarcó en una campaña de revisión de su economía mediante un programa de privatizaciones.
Según Roman Sebastyanski —funcionario del Instituto del Patrimonio de Solidaridad, creado por el sindicato en 2019 como rival del Centro Europeo de Solidaridad— esta “terapia de choque primitiva” traicionó a muchos de los que habían apoyado la causa anticomunista, dejándolos sin trabajo.
“Tuvimos una revolución incruenta, pero hubo enormes costos: cerraron cientos de fábricas y lugares de trabajo”, dijo.
Esa carnicería aún es visible en los astilleros de Gdansk, que pasaron de una plantilla de unos 17.000 trabajadores durante el comunismo a tener unos pocos cientos de personas porque los terrenos se vendieron a inversores privados que comenzaron a construir bloques de apartamentos de lujo alrededor de los talleres desaparecidos. El principal astillero quebró en 1996.
“Lloramos muchísimo cuando cerró”, recuerda Helena Dmochowska, que trabajó durante 34 años como operadora de grúa en el astillero. “¿Cómo pudo ocurrirle esto a un lugar de trabajo tan grande y poderoso?”.
Dijo que no apoya a Ley y Justicia, pero que tampoco le gustaban los opositores liberales. “Todos nos engañaron”, dijo.
El Centro Europeo de Solidaridad, que se regocija con la derrota del comunismo, no menciona el precio pagado por los antiguos constructores navales que perdieron sus empleos, dijo Sebastyanski. “Allí viven en el espacio exterior”, dijo.
Inaugurado en 2014, el enorme centro se eleva sobre el antiguo astillero, ahora casi abandonado, y sobre un pequeño edificio de ladrillos que alberga un modesto museo rival controlado por los dirigentes actuales de Solidaridad. Los dos museos son nominalmente socios, pero promueven agendas diametralmente opuestas: uno celebra a Walesa y el papel de Polonia en una historia europea más amplia, y el otro se centra estrechamente en los constructores navales polacos.
Aleksandra Dulkiewicz, la alcaldesa liberal de Gdansk, lamentó que la lucha por controlar el legado de Solidaridad se haya ido de las manos. Las tablas con las 21 demandas, añadió, habían sido víctimas de una campaña de Ley y Justicia para “controlar y reescribir la historia”.
“Cada país, cada historia, cada leyenda necesita sus símbolos, y uno de nuestros símbolos más importantes son estas tablas con las 21 demandas”, dijo. “Por eso hay una pelea tan grande”.