Esto significa que, en los pocos minutos que tardas en leer este texto, alrededor de 10 millones de personas habrán tomado esta bebida, según datos de asociaciones del sector. Esto convierte a la cafeína, una de las sustancias presentes en el café, en la droga psicoactiva más consumida en todo el planeta. Pero ¿cómo llegó al mundo el interés por el fruto de un arbusto originario de Etiopía que, según algunos autores e investigadores, incluso influyó en las ideas que dieron origen a la Ilustración y al capitalismo?
Y, después de todo, ¿el hábito de tomarlo es bueno o malo para la salud?
Cuenta la leyenda que un pastor que vivía en la actual Etiopía, en el este de África, observó que sus cabras parecían volverse más alegres y activas después de consumir el fruto del cafeto.
A partir de entonces, los individuos que habitaban el lugar comenzaron a ingerir directamente los granos macerados; algunos relatos también apuntan a la costumbre ancestral de hacer té con las hojas de esta planta.
Según la Asociación Brasileira da Industria de Café (ABIC), los primeros registros escritos sobre estas costumbres cafetaleras provienen de Yemen y datan del siglo VI d.C.
“Los árabes dominaron rápidamente la técnica de plantar y preparar el café. Las plantas se llamaban kaweh y la bebida se llamaba kahwah o cahue, que significa ‘fuerza’ en árabe”, reseña la ABIC.
En ese período, hace 15 siglos, partes de la planta se usaban con fines medicinales, y los monjes también comenzaron a consumirla para mantener su atención en las oraciones y vigilias nocturnas. Pero el café tal como lo conocemos hoy, tostado y molido, solo se desarrolló en el siglo XIV.
En las décadas siguientes, la costumbre de tomar la bebida como rito para socializar conquistó partes de Europa y Medio Oriente, comenzando por Turquía, donde aparecieron las primeras cafeterías del mundo.
Poetas, filósofos, escritores y otros intelectuales fueron los primeros en adoptar la práctica, lo que, dicho sea de paso, nos lleva al siguiente tema.
La historia de la popularización del café ha llevado a algunos autores a atribuir a la bebida el desarrollo de ideas importantes que dieron forma al mundo en los siglos venideros.
El filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, por ejemplo, destacó el papel de los cafés en Inglaterra y Alemania durante los siglos XVII y XVIII como lugares donde se producía la comunicación, en forma de conversaciones y publicaciones.
A su juicio, estos establecimientos se convirtieron en “centros de crítica”, donde se creaba y registraba la opinión pública, resume un texto de la Universidad de Oxford, en Reino Unido. El escritor estadounidense Michael Pollan, autor de “Bajo el efecto de las plantas”, sostiene que el consumo de café sirvió como combustible para nuevas ideas, como la Ilustración, el movimiento del siglo XVIII que defendía el uso de la razón en lugar de la fe para comprender y resolver los principales problemas de la sociedad.
“Hay fuertes razones para creer que la cafeína contribuyó a la ilustración, a la ‘Era de la Ilustración’ y a la Revolución Industrial, porque se requería un pensamiento enfocado y lineal”, dijo en un video que publicó la revista estadounidense Wired.
“Antes de que llegara el café a Europa, la gente estaba borracha o ebria la mayor parte del día. Incluso desayunaban bebidas alcohólicas. Y los alcohólicos no van a ser racionales, lineales de pensamiento o enérgicos”, continuó. Sin embargo, con la popularización del café a partir del siglo XVII, las cosas cambiaron. En Londres había cafeterías dedicadas a la literatura, donde se reunían escritores y poetas. Otras eran específicas de la bolsa, o de las ciencias”, recordó Pollan. En entrevista con BBC News Brasil, el profesor de antropología Ted Fischer, de la Universidad de Vanderbilt (Estados Unidos), coincidió en hallar un nexo entre la bebida y la Ilustración.
El café alteró el curso de la Historia y fomentó ideas de la Ilustración y del capitalismo”, dijo el investigador, quien dirige el Instituto de Estudios sobre el Café de la universidad estadounidense.
“No me parece casualidad que las ideas sobre democracia, racionalidad, empirismo, ciencia y capitalismo surgieran en un momento en que se popularizó su consumo. Esta droga, que amplía la percepción y la concentración, definitivamente fue parte del contexto que llevó al capitalismo”, añadió. Hablando del capitalismo, Fischer llamó la atención sobre cómo la demanda de café alteró el curso de la historia en varios países, incluido Brasil. Por un lado, tenemos la abolición de la esclavitud en 1888 y la expansión de la producción de café en Brasil. Por otro lado, algunos industriales en Europa comenzaron a ofrecer café a los empleados, además de vender el producto a menor precio” , destacó. Y esto no fue algo altruista por parte de los dueños de las fábricas. Ellos querían aumentar la productividad de sus empleados. O sea, tenemos un consumo de café ligado a la producción capitalista, lo que llevó a un aumento del cultivo en lugares como Brasil y Guatemala”, agregó el investigador.
En términos generales, expertos y organismos de salud señalan que el hábito de tomar café con moderación es seguro e incluso puede traer beneficios.
Pero ¿cómo actúa la bebida en el cuerpo? Tarda alrededor de 45 minutos en “viajar” por el sistema digestivo, ser absorbido, pasar al torrente sanguíneo y actuar sobre el sistema nervioso. La cafeína, una de las principales sustancias del café y de otros productos, tiene una estructura química similar a la adenosina, un compuesto producido por el propio organismo que causa sensaciones de relajación y adormecimiento (entre otras funciones).
Esto hace que la molécula de café encaje en los receptores ubicados en la superficie de las células nerviosas, impidiendo la acción de dicha adenosina. La cafeína tiene la capacidad de bloquear estos receptores y, con ello, generar un efecto psicoestimulante. Es decir, tiene una acción contraria a la adenosina y da la sensación de estar despierto y concentrado”, explicó la nutricionista Marilyn Cornelis, profesora de la Escuela de Medicina en la Universidad de Northwestern (EE.UU.).
Los estudios de farmacología estiman que el sentido de concentración y atención obtenido de la cafeína dura entre 15 minutos a dos horas.
Y es que, como se mencionó anteriormente, esta sustancia psicoactiva está presente no solo en el café, sino también en decenas de otras especies vegetales, como el guaraná, el cacao, la yerba mate y el té verde.
La cafeína también aparece en productos industrializados, como refrescos, bebidas energéticas y medicamentos.
Lo que cambia aquí es la concentración: según una tabla de la Clínica Mayo, una taza de espresso (expreso) lleva 64 miligramos de cafeína, mientras que el té verde trae 28 miligramos, por ejemplo.
Pero ¿estos cambios en el cuerpo no tienen repercusiones negativas en la salud? Todo depende de la cantidad consumida, aseguran los expertos. Según la Administración de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA), los adultos sanos pueden beber con seguridad hasta 400 miligramos de cafeína al día; es decir, el equivalente a unas cinco tazas de expreso.
El café no se recomienda para niños o adolescentes debido a la falta de estudios específicos sobre el efecto de la sustancia en estos grupos de edad. En cuanto a las mujeres embarazadas, la recomendación es hablar con el médico antes de su consumo, ya que algunas mujeres son sensibles a la cafeína durante este período. Para adultos sanos, exceder el límite de 400 miligramos puede provocar síntomas desagradables, como el insomnio, nerviosismo, ansiedad, latidos cardíacos rápidos, malestar estomacal, náuseas y dolor de cabeza. Los episodios de sobredosis de cafeína son más raros y están relacionados con el abuso de drogas o bebidas energéticas. Según la FDA, ocurren cuando la ingesta supera los 1.200 miligramos por día, el equivalente a beber más de 18 tazas de expreso en unas pocas horas.
Los estudios epidemiológicos y experimentales publicados durante los últimos diez años han comenzado a observar efectos positivos del consumo regular (y moderado) de café.
“Beber entre dos y cinco tazas al día se relaciona con una reducción del riesgo de mortalidad, pero también de diabetes, enfermedades cardiovasculares e incluso algunos tipos de cáncer”, enumeró el farmacéutico Mathias Henn, que realiza investigaciones en la Universidad de Harvard (EE.UU.) y en la Universidad de Navarra (España).
“También tenemos estudios sobre la cafeína y la reducción del riesgo de enfermedad de Parkinson”, agregó.
También vale recordar que el café no solo contiene cafeína, sino otras sustancias como el ácido clorogénico, un antioxidante.
Para Cornelis, el cúmulo de puntos positivos hizo que los especialistas empezaran a ver la bebida con buenos ojos. En 2015, por primera vez, las pautas de nutrición estadounidenses indicaron que, según la evidencia disponible en ese momento, consumir hasta cinco tazas de café al día era seguro y posiblemente beneficioso”, recordó. Pero la nutricionista apuntó que el hábito de tomar café va mucho más allá de los efectos psicoestimulantes de la cafeína y los deseos de mejorar la salud. El consumo de café está relacionado con el ambiente comunitario, los descansos en el trabajo para interactuar, las oportunidades para desarrollar relaciones y disfrutar de un buen ambiente social”, agregó. Y ese tipo de entorno es aún más atractivo ahora después de todos los problemas de aislamiento que hemos tenido con la pandemia de covid-19″, concluyó Cornelis.