A pesar del evento, que congregó a 5.000 personas, la instalación oficial y el cese al fuego con el autodenominado Estado Mayor Central fueron postergados. Las partes decidieron suspender las acciones ofensivas esta semana e iniciar el cese en ocho días
La tensión que se vio en televisión nacional fue poca frente a la que se vivió bajo el calor apabullante en Tibú. La mesa de diálogos entre las disidencias del autodenominado Estado Mayor Central y el Gobierno de Gustavo Petro pendió de un hilo hasta el último minuto y los accidentes y desacuerdos ocurrieron a la vista de al menos 5.000 personas congregadas en este municipio cocalero de Norte de Santander.
”Seguimos haciendo ajustes”, “no hemos llegado a acuerdos”, era lo que respondían fuentes de las delegaciones mientras el evento ya ocurría y era transmitido por televisión pública; mientras los niños de las bandas musicales del pueblo tocaban y sudaban a chorros bajo 40 grados al sol —llenando el vacío de declaraciones que no aparecían— y la mesa principal se convertía en un dejavú de otras negociaciones de paz. Esta vez no era un presidente el que esperaba con una silla vacía a su lado como en el Caguán, sino los guerrilleros del EMC que tenían a sus costados unos cuantos asientos blancos para la delegación del Gobierno.
Por micrófono llamaban al jefe de la delegación del Gobierno, Camilo González Posso. Él seguía reunido, como lo estuvo durante los días previos a este evento, en extenuantes encuentros con los guerrilleros en los que se chocaron una y otra vez contra el mismo muro: el cese bilateral del fuego, la frase más esperada por las comunidades que viven en medio de la guerra.
Antes de iniciar, el delegado del EMC, Andrey Avedaño, dio la bienvenida al público que ya llevaba tres horas esperando el inicio del evento, llenando también la ausencia de información clara. A esas alturas, nadie sabía si se instalaría o no una mesa de diálogo.
Sonaron los himnos, cantaron más niños, hablaron algunos líderes sociales, el evento avanzaba. Pero Danilo Rueda, el Alto Comisionado para la Paz, no llegaba a la tarima. Posso tampoco se veía en la mesa principal. Por fuentes del proceso se sabía que las consultas con Bogotá y con Cauca estaban a fuego. El meollo seguía siendo las condiciones del cese. La presencia de decenas de organizaciones sociales convocadas al evento y que habían viajado durante días presionaba aún más.
Según lo pactado entre el Gobierno y el EMC en Suárez (Cauca), este 8 de octubre comenzaría no solo la mesa, sino el cese bilateral, que sería de carácter nacional por 10 meses. Pero en el camino, cuando se sentaron a discutir los protocolos, se presentaron las desavenencias y la mesa se puso en duda.
Además, la guerra en el cañón del Micay, Cauca, tuvo sus efectos en Tibú. El grupo armado puso una bomba contra una estación de policía que dejó siete policías heridos, un día después de firmar los compromisos de Suárez. Ante esto, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, y la vicepresidenta, Francia Márquez, pusieron en duda su voluntad de paz.
A comienzos de esta semana, Petro se refirió a esa confrontación, en la que el EMC ha matado a policías. “He dado la orden a todos los miembros del Ejército de tomar El Plateado. Yo la di después de que habían matado a policías por allá en otros pueblos. La di porque esta economía no puede seguir financiando la muerte de la sociedad colombiana, no nos podemos vestir de revolucionarios y ser traquetos en el alma”, dijo el presidente sobre el EMC, el mayor grupo de disidencias de la extinta guerrilla de las FARC, bajo el mando de Iván Mordisco, quien es señalado como uno de los principales responsables de los asesinatos de los firmantes de paz.
Los combatientes de ese grupo respondieron con un fuerte comunicado: “¿Cómo se puede abrir una mesa de diálogo cuando el gobierno nos sigue calificando de narcotraficantes?”.
Llegó el Comisionado
Después de una media hora eterna desde que comenzó el evento, el Alto Comisionado subió a la tarima. Sin embargo, cuando todo parecía encauzarse, se volvió a bajar y a reunirse con Andrey Avendaño. Las escenas parecían de una comedia de enredos, excepto porque todo lo que ocurre allí impacta la vida de personas y puede terminar en tragedia.
En los días previos de reuniones, el Gobierno propuso a los guerrilleros un cese escalonado por regiones que empezara en Tibú, pero el EMC no lo aceptó; intentaron también que fuera por tres meses y como última carta, que empezara la próxima semana. Según una fuente de esa disidencia, esa última opción implicaría “ocho días de guerra que echarían al garete el proceso”.
Pasada la tarde, todo seguía en discusión y la tensión comenzó a escalar cuando las comunidades, hartas de la espera, tomaron el micrófono para gritar: “No nos movemos de aquí si el Gobierno no decreta el cese al fuego”, y “no nos hicimos 40 horas de viaje para que no concreten el cese al fuego”.
Solo después de esos gritos y de la denuncia de que RTVC había cancelado la transmisión una vez comenzaron las críticas de los campesinos, Danilo Rueda volvió al escenario y en ese momento, casi cuatro horas después del inicio, informó al país que la instalación de la mesa se postergaba, que se suspendían las operaciones ofensivas contra ese grupo armado a partir de este mismo día y que el cese bilateral comenzaría el próximo lunes.
“El día 16 de octubre de 2023 culminará la etapa exploratoria y de alistamiento, para dar inicio formalmente al proceso de diálogos de paz con la instalación de la mesa”, acordaron. Las organizaciones campesinas aplaudieron y respiraron aliviadas, al menos temporalmente. La delegación del Gobierno anunció que Camilo González seguirá en Tibú hasta que logren afinar el acuerdo con el EMC y se expida un decreto que ponga tierra a las palabras y las tensiones. Saben que es una semana decisiva y que siguen contra el tiempo.