Si el espectro ideológico peruano se representara en el menú de un restaurante, el de muchos tendría solo dos platillos: izquierda y derecha, con una descripción polarizada y básica: dulce y amargo. Esta dicotomía idiota -por decir lo menos- provoca que muchos no solo sean incapaces de distinguir la variedad de sabores, sino que renieguen de esta mixtura. A estas alturas del texto, podemos notar que hablar de “sabores ideológicos” no suena para nada suculento, pero forzaremos la metáfora aquí para hablar del “caviar”.
A la sazón, el menú ideológico peruano incluye: una Derecha Bruta y Achorada -o DBA para los amigos-, “conservas”, “progres”, “caviares”, la “true” derecha y la “true” izquierda, como algunos se autodenominan, entre los más asiduos de las redes sociales. De todos estos, el platillo más exótico es el caviar. Odiado por derechistas e izquierdistas, este apelativo se aplicó originalmente a personas que se identificaban con los principios socialistas, pero que gozaban de comodidad económica. Así, de arranque eran enemigos de todos ¿Por qué? Porque los de derecha los consideran traidores a su clase y la izquierda no los admiten por tener privilegios. No obstante, lo que viene sucediendo en los últimos años es de locos, pues el término “caviar” ha comenzado a utilizarse como sinónimo de muchas cosas odiadas por cirios y troyanos.
La derecha dice que los “caviares” pretenden alcanzar el poder manipulando a la justicia y los medios de comunicación. Y aquí, atento lector, se habrá dado cuenta de la contradicción, porque lo mismo podríamos decir del fujimorismo ¿no? La izquierda peruana, por su lado, repudia a los “caviares” acusándolos de proteger el status quo y al capitalismo. “¡Revisionismo!”, espetan ellos, los que se llaman “izquierdistas de verdad”, mientras votan en el Congreso de la mano de la derecha más rancia.
Y es tanto el desparpajo de contradicciones que izquierda y derecha coinciden en culpar a los “caviares” de todos los gobiernos, desde Toledo hasta Sagasti; pasando por PPK, con excepción de García. ¿Y se puede imaginar Usted, a qué partido atribuyen tal poder? Pues: al Partido Morado. Sí, ese que, con las justas, logró escaños en el Parlamento y que existe oficialmente solo desde 2016. Sí, así como lo lee. En la misma honda, se acusa a los “caviares” de “creerse guardianes de la moral pública”, y ¿quiénes hacen esa acusación?, los que aprueban leyes para que se prohíba que los niños reciban educación sexual en las escuelas y se escandalizan por dos segundos de un beso lésbico en una película animada. Sí, ellos mismos. Y así, podría seguir con el sinsentido de todos los apelativos.
Al final, pareciera que la palabrita de marras se ha convertido en cajón de sastre donde muchos reflejan sus odios, debilidades, frustraciones, envidias y limitaciones. Así, poco queda de ideológico en el término y más de anécdota, como aquella de que, si no tienes apellido de avenida, no eres un auténtico “caviar”.