El mercado chino es famoso por su rentabilidad para los fabricantes extranjeros de ropa y calzado: los productores locales ofrecen una amplia gama de telas, botones, etiquetas y otros materiales de buena calidad y de precio moderado. Asimismo, tiene capacidades técnicas enormes, por eso los productores de dispositivos suelen llevar sus fábricas allí.
Sin embargo, ya que el objetivo principal de cada negocio se centra en ganar tanto dinero como sea posible, los empresarios buscan sustituir el gigante asiático para reducir costes y deshacerse de la dependencia de un solo exportador en un ambiente económico tan turbulento; pero se enfrentan con trampas inesperadas en otros países.
De acuerdo con un informe de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, publicada en junio de este año, el 64 % de las compañías europeas –con presencia en el país– encuestadas afirmó que últimamente su actividad en China se hizo “más difícil”. Además, el 75 % de las empresas ha revisado sus estrategias para la cadena de suministro en los últimos dos años, mientras que el 12 % ya la ha trasladado parcialmente fuera del país.
“Yo no diría que la gente está tratando de alejarse de China, eso no es exactamente lo que está pasando”, comentó Dave Marcotte, vicepresidente del comercio minorista global de Kantar. “Pero la gente está intentando de encontrar alternativas o medios secundarios […]. Muy poca gente está recogiendo fábricas y trasladándolas. Sencillamente, no funciona así. Desde luego, no es rentable“, dijo, y agregó que el país ha logrado desarrollar una industria enorme que proporciona todo lo que necesita para producir todo lo que quiere, y no hay ninguna opción equivalente.