La llegada del liberal económico extremo en Argentina, Javier Milei, debe haber despertado como mínimo, muchas preguntas y quizá replanteamientos urgentes, a todos aquellos que se llaman de izquierda y progresistas aquí en el Perú.
Algunas ideas sueltas. Se está peleando aquí, porque en las elecciones próximas, se llegue al gobierno a través de las elecciones PASO. Hay una esperanza de que el pueblo sea pensante y no elija por quienes, en las encuestas, no pasan hoy, de los dos dígitos. Mirando el caso Milei, da que pensar.
Preocupante también. Milei desde su posición de derecha extrema, ha sido visceral y frontal ante el fracaso de los gobiernos peronistas que gobiernan Argentina desde el 2003, salvo el interregno de Macri. Prácticamente ha hecho ver y los argentinos lo sienten y saben, que el modelo económico alternativo ha fracasado. Que yo recuerde, nadie de izquierda socialista o progresista del Perú, hizo críticas a los gobiernos sucesivos del kirchnerismo. Hacer deslindes hoy, es tarde. Salpicará a toda la izquierda latinoamericana.
Ya hemos visto las experiencias de Bolivia y Chile. Es cierto, como en el Perú, que el sistema ha exacerbado los errores mínimos y gruesos de los gobiernos mencionados. Excusa consoladora. Pero, ya hay en el inconsciente colectivo, peruano y quizá latinoamericano, que la izquierda no sabe gobernar. ¿Cómo entrar en campaña con esa mochila pesada? Quienes resultan siendo experiencias exitosas lo son López Obrador que, en su estilo de gobierno, eso de las “mañaneras” – recordando a las mañanitas – lo pone como un modelo a estudiar. Bukele y su estilo de gobierno, que no hay duda, ha generado simpatías obligadas. Suena a izquierdista siendo radical contra la corrupción. Pero no es visible y sentida, su inclinación por una izquierda que todavía lleva el ADN marxista en su ideología.
Ha demostrado Milei, que el gobierno saliente, ubica a Argentina en lo que él ha llamado una “estanflación”. Estancamiento e inflación. Y ha propuesto medidas radicales, económicamente hablando. Le ha dicho la verdad, por todos los medios, a su pueblo de lo que va a hacer, un shock económico. En su momento, en Perú, lo dijo Vargas Llosa y nos fuimos – todos los filoizquierdistas – por el que mintió. En consuelo queda que el gaucho no tiene mayoría en el congreso. Pero que tiene los pergaminos para una salida económica, la tiene. Que, si logra revertir la superinflación, la gente en toda América, virará hacia grupos radicales de la derecha y extrema.
Para pensar. Milei ha utilizado, muy inteligentemente, la prensa televisiva y las redes, las que lo han puesto en los ojos y oídos de la gente. Nuestra izquierda, quizá por problemas generacionales, se resiste a emplearlos. Siguen con reuniones de buró y vivas por el proletariado.
El problema de la izquierda peruana es que ya no cuenta con los sindicatos, antes todopoderosos y gravitantes. Los únicos obreros que quedan, son los de construcción civil que ya han llegado a acuerdos beneficiosos mutuos con los empresarios de la construcción. La CGTP y el SUTEP ya no gravitan. Los jóvenes reclamados antaño siempre por Gonzáles Prada, provenientes de las universidades, ya no tienen líderes que desde las aulas los pongan en palestra. Las protestas contra Merino en el 2020, mayoritariamente de jóvenes, no tuvieron como inspiradores a gente de la izquierda. Hasta ahora, no hay líderes jóvenes que los aglutinen. Quizá la congresista Bazán pueda ser su adalid. Otros más mediáticos, pueden ser imágenes que refresquen a la alicaída izquierda. Me gusta Mónica Sánchez, por ejemplo.
Si nuestra izquierda peruana, no hace algo heroico e inicia un parto histórico, como lo reclamaba Mariátegui hace 100 años, esto es, dejar de lado sus añejos cacicazgos que ostentan desde el siglo pasado y, no aceptan un liderazgo único que convoque a los adormilados jóvenes e indecisos o peor aún, a los cuarentones que no opinan, no comentan, el fracaso de la izquierda en una inminente elección adelantada, será inevitable y vergonzosa.
¿Aceptarán los viejos líderes de la izquierda, por el bien del Perú, declinar a sus derechos ancestrales de luchas épicas no conocidas ya por la generación presente, para gestar una izquierda del siglo XXI? Creo que de ello depende que la izquierda progresista, y sí, izquierda, aunque ahora suene peyorativa, retome la voz de las calles. Si no, fuimos.