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Blinken ve una “oportunidad real” de que más países árabes reconozcan a Israel si impulsa un Estado palestino

El secretario de Estado de Estados Unidos califica de “demasiado alto” el número de civiles que muere cada día en Gaza, sobre todo niños

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, en la base militar de Kirya, en Tel Aviv, este martes.GOVERNMENT PRESS OFFICE / HANDOU (EFE)
ANTONIO PITA

Tras pasar por Arabia Saudí, Qatar y Jordania, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, ha llevado este martes un mensaje al Israel de Benjamín Netanyahu: tiene una “oportunidad real” de ser reconocido por nuevos países árabes, pese a la crisis en la región, pero solo se hará realidad si abandona su negativa a crear un Estado palestino y ofrece un horizonte creíble de paz en Oriente Próximo.

“Virtualmente, todos los países que he visitado quieren buscar la normalización [de relaciones con Israel]. Algunos ya han dado pasos vitales para ello y otros creo que están interesados en hacer lo mismo. Pero es igual de claro que no en sustitución o a expensas de los derechos políticos de los palestinos y, finalmente, un Estado palestino. Al contrario. Esa paz tiene que ser parte de cualquier esfuerzo de normalización. Eso ha sido parte de mis conversaciones en esta gira, incluido en Arabia Saudí”, ha asegurado a última hora de la tarde, en una conferencia de prensa en Tel Aviv.

Israel, que ya mantenía relaciones diplomáticas con Jordania y Egipto, logró en 2020 el reconocimiento de otros tres países árabes (Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Baréin) sin necesidad de ofrecer contrapartidas en el dosier palestino. Arabia Saudí estaba cerca de sumarse a la lista cuando Hamás lanzó su ataque, que desencadenó la actual guerra y frenó el acercamiento. Este mismo martes, el líder del movimiento islamista, Ismail Haniya, ha citado entre los motivos del atentado —que causó unos 1.200 muertos, sobre todo civiles— la normalización de relaciones “a expensas de la causa palestina”. Hamás rechaza reconocer formalmente a Israel, aunque ha sugerido que lo haría de facto en el marco de un acuerdo de paz.

Blinken, que culminará en Egipto su gira regional, quiere evitar que Israel vuelva a buscar el reconocimiento de más países árabes pasando por alto el tema palestino, un enfoque del que el primer ministro israelí se jactaba apenas medio mes antes del ataque. ”Durante años fue rechazado por los llamados expertos; bueno, estaban equivocados”, dijo Benjamín Netanyahu ante la Asamblea General de Naciones Unidas.

La Administración de Joe Biden apuesta, en cambio, por que Israel genere un camino sincero hacia la paz —imposible de imaginar con la actual coalición de Gobierno— que convenza a diversos países árabes no solo de establecer relaciones diplomáticas, sino también de arrimar el hombro, de una u otra forma, cuando acabe la guerra y se les requiera para el impopular papel de involucrarse en una Gaza en escombros mientras el ejército israelí efectúa las redadas que considere necesarias. “Muchos países en la región están realmente preparados para invertir en distintas formas, cuando acabe el conflicto en Gaza, en su reconstrucción, en su seguridad, apoyando a los palestinos a gobernarse… Pero es esencial para ellos que haya también un camino claro para el cumplimiento de los derechos políticos palestinos”, ha destacado Blinken.

El secretario de Estado ha señalado además que los cientos de miles de civiles palestinos desplazados deben poder “regresar a sus hogares tan pronto como las condiciones lo permitan”, y ha anunciado, sin detallarlo, “un acuerdo con la ONU para evaluar” cómo hacerlo. Dos tercios de los edificios de Gaza están dañados y miles de ellos, completamente destruidos. También ha insistido en que los civiles de la Franja “no deben ser presionados para abandonar Gaza”, como defienden abiertamente ministros israelíes para restablecer allí los asentamientos judíos evacuados en 2005 por orden del entonces primer ministro, Ariel Sharon.

Las palabras de Blinken trasladaban la sensación de que, cuando se acercan los 100 días de guerra, Netanyahu tiene que decidir ya qué sendero tomar. En la rueda de prensa, eludió una pregunta sobre si le había convencido de apoyar la creación de un Estado palestino. La reunión entre ambos fue “tensa”, según el canal 12 de la televisión nacional. La oficina del primer ministro no difundió un resumen, como es habitual, lo que apunta a desavenencias. El jefe de la diplomacia estadounidense reiteró a su interlocutor la necesidad de evitar más muertes de civiles y de “proteger las infraestructuras civiles en Gaza”, según su portavoz, Matthew Miller.

Canal secreto de diálogo con Netanyahu

Netanyahu mantiene desde hace semanas un canal secreto de diálogo con la Casa Blanca para revitalizar las negociaciones con Riad, que dirige Estados Unidos, según el canal 12 de la televisión israelí. Supondría un notable triunfo personal para el primer ministro israelí en un momento de grave debilidad política, cuestionado por su política previa hacia Gaza y hundido en los sondeos. Además, el Supremo anuló la semana pasada una ley clave de su polémica reforma judicial, que dividió al país durante ocho meses y generó las mayores manifestaciones en sus 75 años de historia. El amplio Ejecutivo de coalición formado con motivo de la guerra da cada vez más señales de agotamiento.

Tampoco ayuda a Netanyahu el curso de la campaña en Gaza, que sigue sin lograr sus principales objetivos, pese a la inmensa destrucción (con un ritmo de bombardeos inédito en casi ocho décadas) y la crisis humanitaria que está dejando: casi toda la población está desplazada e Israel solo permite suministros contados tras bloquear por completo el acceso a agua, comida, fuel y electricidad. Los más de 23.000 gazatíes muertos (126 en las últimas 24 horas; casi el doble en la jornada previa) suponen un 1% de la población y son en su mayoría menores de edad y mujeres.

Las milicias palestinas aún mantienen, sin embargo, 132 rehenes en Gaza, al menos 25 de ellos sin vida. El centenar devuelto lo fue de forma negociada, con varios intentos militares de rescate fallidos. Israel tampoco ha logrado la cabeza de los principales líderes de Hamás, pero sí llora este martes la pérdida de nueve soldados, en una de las jornadas más letales desde que lanzó su invasión terrestre, a finales de octubre.

Dos discursos

Estos días, los líderes israelíes actúan en la forma en que acusaban de hacerlo al histórico dirigente palestino Yasir Arafat, fallecido en 2004: con un discurso conciliador en inglés, de cara a la comunidad internacional, y otro, más incendiario, en la lengua propia. Netanyahu sigue prometiendo en hebreo a sus compatriotas la erradicación por completo de Hamás en una guerra que durará cuanto haga falta, sin ceder a las presiones internacionales. Pero ha recurrido a dos medios estadounidenses para que su ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el portavoz jefe del ejército, Daniel Hagari, anunciasen justo antes de la llegada de Blinken el paso a una tercera fase de la guerra, más centrada en el centro y el sur de la Franja (donde se concentran los desplazados) y con menor intensidad y tropas.

“Venimos oyendo desde hace tres meses sobre la destrucción, derrota, erradicación de Hamás. Desgraciadamente, nada de esto refleja la realidad […] Netanyahu ha creado unas expectativas que nadie puede cumplir y, al hacerlo, nos ha condenado a una guerra sin final”, escribía este martes el comentarista político del diario Yediot Aharonot, Nahum Barnea.

El domingo, Israel dio por desmantelado el brazo armado de Hamás en el devastado norte de la Franja. El ejército ya viene rebajando la intensidad de sus ataques en las últimas semanas y ha desmovilizado a decenas de miles de reservistas. La mayor preocupación es el contagio a Líbano, donde aumenta el goteo de asesinatos selectivos de mandos de mediana entidad de la milicia de Hezbolá, con la que mantiene medidos enfrentamientos diarios. En particular, desde la muerte hace ahora una semana del número dos de Hamás, Saleh al Aruri, ampliamente atribuida a Israel, en uno de los feudos de Hezbolá en Beirut.

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