Los problemas de Europa son estructurales, no coyunturales. Esto es lo que piensan los consultores de McKinsey, que este martes presentan un informe en Davos. ¿El resultado? Los ingresos per cápita son un 27% inferiores a EEUU
El análisis lo han realizado los economistas de la consultora McKinsey, y su principal conclusión es que el 27% de los ingresos per cápita que le faltan a Europa para alcanzar a EEUU tiene que ver con un problema de competitividad. En particular, en siete ámbitos que van desde la energía hasta la tecnología, pasando por el déficit de habilidades en carreras técnicas o la enorme dependencia de las cadenas de suministro globales.
Basta un ejemplo para demostrar esta vulnerabilidad. Según datos del Fondo Monetario Internacional, Europa es un 30% y un 70% más abierta que EEUU y China, respectivamente, y para más inri tiene un 30% y un 20% menos de restricciones comerciales. Es decir, es más vulnerable en un contexto de turbulencias geopolíticas que están afectando al comercio mundial, lo que obligará a Europa a reconfigurar su política de compras. EEUU, igualmente, posee el 35% de la cadena de valor de los semiconductores, mientras que Europa apenas llega al 10%.
El estudio se presenta este martes en Davos, en el marco del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), y la solución que se ofrece, entre otras, es duplicar el gasto público y privado para favorecer el crecimiento en áreas como la inteligencia artificial, el tamaño de las empresas —hasta multiplicarlas por dos, favoreciendo su integración en unidades más grandes—, además de reducir los precios de la energía mediante el acceso a nuevas fuentes o la aceleración de los procesos de cualificación profesional, lo que podría facilitar la redistribución de la mano de obra por el conjunto del continente.
Según sus cálculos, la transición digital desencadenará profundos cambios en el mercado laboral. Hasta el punto de que al mismo tiempo que se crearán 11 millones de puestos de trabajo gracias a las nuevas tecnologías, que requieren nuevas habilidades, se podrían destruir otros seis millones de empleos. Aquí también la situación de partida de Europa respecto de EEUU es peor. McKinsey revela que el cambio de trabajo es dos veces más común al otro lado del Atlántico que en este, aunque no solo eso. Europa también ha perdido parte de su atención en las habilidades del futuro. En 2021, la UE tenía aproximadamente un 20% menos de graduados en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés) por cada 1.000 habitantes que EEUU y un 45% menos que Corea del Sur. Por si esto fuera poco, y a causa del envejecimiento y la baja natalidad, se espera que la población en edad de trabajar pase del 64% al 58% de la población total en 2040.
Regulación y política industrial
Lo que se propone es, simplemente, hacer más por atraer el talento, principalmente en el ámbito tecnológico y, en concreto, se pide añadir 400.000 millones de dólares a la inversión empresarial anual hasta duplicar la entrada de IED (inversión extranjera directa) totalmente nueva, así como asegurar el acceso a materiales críticos y repensar la regulación y la política industrial.
El documento reconoce que Europa es líder en sostenibilidad e inclusión social, con niveles de desigualdad muy inferiores a los de EEUU. Incluso la esperanza de vida es superior, pero, por el contrario, está muy atrás en competitividad. Según sus estimaciones, y en paridad de poder de compra —lo que permite realizar comparaciones internacionales—, la mitad de los 27 puntos porcentuales en renta per cápita tiene que ver con el déficit en productividad, mientras que el resto hay que relacionarlo con la toma de determinadas decisiones, como trabajar menos horas a lo largo de la vida laboral. McKinsey no cuestiona esta posibilidad, sino que advierte de que tiene consecuencias sobre la competitividad de la región.
El informe recuerda que la fuerza competitiva de Europa se ha basado históricamente en lo que denomina “excelencia industrial”. Es decir, su capacidad para innovar, lo que le ha permitido participar de las cadenas de valor más sofisticadas y conectadas en el mundo; además de poseer una estabilidad política y regulatoria excepcional. Sin contar las habilidades de su fuerza laboral y una oferta de capital riesgo, que facilita los procesos de inversión, aceptables. Ahora bien, ese modelo está siendo superado por la disrupción tecnológica en un marco de competencia global. Se apuntan, en particular, tres sectores: industria del automóvil, aeroespacial y farmacéutico. Europa lidera, por ejemplo, en energías limpias, pero está muy retrasada en inteligencia artificial y computación cuántica.
Se pone como ejemplo que la IA (inteligencia artificial) generativa alcanzó los 100 millones de nuevos usuarios en tan solo dos meses, la cifra más rápida de introducción de una tecnología que se haya alcanzado nunca. Sin embargo, en 2023, Europa invirtió apenas 1.700 millones de dólares en comparación con los 23.000 millones de dólares que se dedicaron en EEUU, la mayoría de capital de riesgo privado. En noviembre de 2023, 35 empresas de IA de última generación habían ampliado su negocio en EEUU, pero solo tres en Europa.
Peligro de alta dependencia
Las causas de este desequilibrio son variadas, pero todavía es más preocupante si se tiene en cuenta un cambio de enorme trascendencia. Durante décadas, la industria europea se benefició del acceso a energía asequible, pero la invasión rusa de Ucrania, que cortó el acceso al gas, puso claramente de relieve los peligros de la dependencia de Europa de importaciones de energía excesivamente concentradas. En 2021, Europa importó el 55% de la energía que necesitaba. En cambio, China importó el 25%, mientras que EEUU fue un exportador neto. Además, Europa obtenía su energía de un número limitado de proveedores. Nada menos que una cuarta parte de sus importaciones procedió de tres países en un contexto en el que los precios de la energía y del gas se duplicaron.
Su conclusión no deja lugar a dudas: los problemas de las empresas europeas son sistémicos y no de carácter cíclico
Una de las consecuencias más visibles es que hoy las empresas europeas más grandes se encuentran a la zaga de las de EEUU. Entre 2015 y 2022, gastaron aproximadamente la mitad en I+D en proporción a sus ingresos. Igualmente, crecieron menos y su retorno respecto del capital invertido fue cuatro puntos porcentuales inferior. Se ofrece un dato: en 2022, la capitalización de mercado total de las grandes empresas fue 2,5 veces mayor en EEUU que en Europa. Su conclusión no deja lugar a dudas: los problemas de las empresas europeas son sistémicos y no de carácter cíclico.
Esto explica, por ejemplo, que Europa mantenga una brecha sostenida en el tiempo en cuanto a inversión extranjera directa. Mientras que recibió durante los tres primeros trimestres del año pasado 90.000 millones de inversión totalmente nueva (no son ampliación de capital o reinversión en la misma planta), EEUU logró captar 300.000 millones, tres veces más.
Detrás de este panorama hay una realidad mucho más compleja y que tiene que ver con la fragmentación de los mercados. La economía europea (21 billones de dólares) es comparable a la de EEUU (25 billones) y China (18 billones), pero sus grandes corporaciones son sensiblemente más pequeñas. Los ingresos de todas las compañías cotizadas (unos 12 billones) son sustancialmente más bajos que en EEUU. Es más, mientras que Europa alberga a apenas el 13% de las empresas unicornio del mundo (las que son de rápido crecimiento), EEUU tiene el 50%.