La actitud de los gigantes asíaticos contrasta con la posición de América Latina con relación a la integración en la economía global
El informe de la CEPAL pronostica un crecimiento para América Latina del 2,3% para 2023 y 1,9% en 2024. Las cifras para América del Sur son aún más pesimistas, reduciendo las tasas a 1,5% y 1,4%, respectivamente. Los bajos porcentajes indican las dificultades de la región para dejar atrás los años de estancamiento y la crisis provocada por la pandemia. Esa situación contrasta con las previsiones del Banco Asiático de Desarrollo. El PBI de los países en desarrollo en esa región aumentaría el 4,9% en 2023 y el 4,8% en 2024. India alcanzaría el 6,7% en los dos años mientras que China, que ya confirmó una tasa de 5,2% para el año pasado, no superaría el 4,6% el año próximo.
India y China, con tasas superiores al promedio, actúan como tracción sobre el resto de las economías de la región por el entramado de acuerdos comerciales que han permitido consolidar las cadenas de valor. Con excepción de México, que se vincula a los Estados Unidos y Canadá a través del USMCA, América del Sur no ha podido asegurar una conexión productiva para generar una dinámica que fomente el crecimiento.
La actitud de Asia contrasta con la posición de América Latina con relación a la integración en la economía global. El presidente del Banco de Reserva de India, Shri Shaktikanta Das, expresó en su participación en el Foro de Davos que su país presenta un cuadro de confianza, seguridad y optimismo con un crecimiento promedio del 7,2% en el período 2022-23 y una tasa esperada del 7,3% para los dos años próximos. En sus palabras, “India es la quinta economía más grande y la tercera en términos de PPP”. También agregó que su contribución al crecimiento económico global pasará del 16% al 18% para 2028.
El Presidente Das señaló la importancia de las reformas emprendidas en los últimos años en el régimen impositivo, financiero y eliminación de las trabas burocráticas para los emprendedores, el manejo de la política inflacionaria y la digitalización con énfasis en la infraestructura física. Esas novedades han contribuido al aumento de la productividad y la incorporación de cambios tecnológicos.
El Primer Ministro de China, Li Qiang, efectuó una crítica a las políticas de fragmentación de la economía mundial y se mostró partidario del sistema multilateral de comercio con el fin de impulsar una mayor sinergia para el crecimiento. Asimismo, recalcó la importancia de mantener las cadenas globales de producción fortaleciendo la especialización industrial y la cooperación mientras se avanza en la liberalización y facilitación del comercio y las inversiones. Agregó además que la tarifa promedio de las importaciones es 7,3%, similar a la de los países desarrollados, y que la tasa de retorno de las inversiones externas fue del 9% promedio, considerada competitiva a nivel global.
El discurso de Li Qiang puede considerarse un llamado a las multinacionales de todos los orígenes para invertir en China, asegurando que proseguirá la apertura, se reducirá la lista negativa de sectores, se asegurará el trato nacional y continuarán generándose políticas orientadas al mercado basadas en un sistema jurídico calificado y un clima de negocios de nivel internacional.
Las posiciones expresadas por Shaktikanta Das y Li Qiang podrían explicar las diferencias entre las proyecciones de Asia y América Latina. Las primeras están orientadas a atraer inversiones en un marco de mayor apertura, estabilidad macroeconómica y seguridad jurídica con el fin de aumentar el empleo y la producción para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. El Primer Ministro Li señaló que China tiene una población de 400 millones de ingresos medios y que espera duplicarla en la próxima década.
La prospectiva económica de América Latina impulsada por la CEPAL, que actuó como filial del Grupo de Puebla en los últimos años, pareciera ignorar la aceleración de los cambios globales, el desvío del flujo de capitales de las dos últimas décadas y la competencia para captar inversiones e integrarse a las cadenas globales de producción mediante una mayor apertura, regímenes de promoción y facilitación del comercio.
Quizás una lectura cuidadosa de los discursos de los representantes de los principales países asiáticos, que en principio no merecerían objeciones “ideológicas”, pueda constituir un aliciente y un manual de aprendizaje para modificar las políticas que condenaron a la región al estancamiento.